La analogía es demasiado obvia, pero, así y todo, no puedo dejar de anotarla. Probablemente porque es inmejorable, cada vez que se quiere analizar el ejercicio del poder, se recurre a la imagen de un conductor, un guía, un piloto que encamine y acompañe a la sociedad por el rumbo y al destino que él estima provechoso. Así ha sido siempre. Los grandes líderes han sido aquellos que señalan derroteros y acompañan en un viaje que, dicen, conducirá a la sociedad desde el menos hacia el más. Digo lo anterior porque, en estos últimos tiempos, ¡¡Por Dios que echamos de menos un piloto!! Es que la pregunta del título es crecientemente válida si atendemos al devenir de nuestro país en los últimos meses, tiempo en que pareciera que nuestras autoridades centrales carecen de lo que algunos llaman una “carta de navegación”, para seguir con las metáforas náuticas.
Como todo candidato que se precie, por cierto que Gabriel Boric tenía un Programa. Harto extenso y, a veces, hasta poético. Palabras inspiradoras, propuestas llamativas y promesas seductoras. Todos, o casi todos, gustarían de vivir en el país que el Programa prometía. Una sociedad justa, una economía próspera, una vida feliz. Casi uno de esos comerciales de la tele, en que todos son jóvenes, bellos y felices, bailando en las calles, cantando en familia y gozando de hogares dichosos y praderas encantadas. ¡¡Qué decir del Programa, escrito con la mano zurda, que se prometió en segunda vuelta!! Boric nos conduciría a una vida alegre y despreocupada. Porque él lo iba a cambiar todo.
Y aquí estamos ahora. Con los indicadores económicos más alarmantes de las últimas tres décadas (los 30 años), una inflación desatada, un desempleo en ciernes, un crecimiento a la baja y un gasto público al alza. A la vez, con una criminalidad que no cesa de aumentar, con tasas de homicidios jamás vistas, una violencia delictual que nunca habíamos sufrido y una intranquilidad que no merecemos. Yo sé que más de algún Lector, cuya opinión respeto, dirá que exagero y que no es para tanto. Pero, si a los líderes debemos medirlos no por sus promesas, que son fáciles, sino por sus resultados, la distancia entre el Chile descrito en el Programa y el país que hoy tenemos es demasiado grande para superarla en los casi 3 años que restan a esta administración.
¿Y dónde está el piloto? ¿Quién conduce la nave chilena en estos días? El Gobierno manifiesta una actitud de perplejidad y de aturdimiento enorme, que no se ha remediado con la incorporación de figuras más experimentadas, cuya labor pareciera que es mantener la nave a flote y que los pasajeros de babor (busque cuál es ese lado) no se le enojen. Pero metas claras, viables y sensatas, no observamos. Proyectos de Ley meramente reactivos, apoyados a regañadientes y a contrapelo de su fuero interno (Ley Naim-Retamal) prontamente refutados por otras iniciativas (reglas de uso de la fuerza) que las dejan vacías. Programas diseñados con la prisa de la contingencia (“Calles sin violencia”) que a nadie dejan contento y que, sospechamos, no fue más que una nueva reacción sin consistencia ni una estrategia madura. Y más encima descoordinado, porque primero se dijo en qué Comunas se aplicaría, más tarde se señaló que aún no estaban determinadas y ahora se dice que hay que esperar otras iniciativas, antes de definir qué Comunas serían intervenidas.
¿Y la reforma tributaria? ¿Y la de pensiones? ¿Y el problema mapuche? ¿Y la crisis migratoria? Para qué decir de la crisis climática, que Chile sufre, pero, honestamente, no está en nuestras manos remediarla. ¿Dónde están las grandes iniciativas, esas que cambiarían Chile y nos llevarían desde el menos en que nos sumieron los 30 años, a la dicha social prometida por un candidato y un sector que pareciera haberse especializado en criticar y demoler, más que en impulsar y construir? Razón tienen los alcaldes frenteamplistas de Ñuñoa y de Maipú cuando, por estos días señalaron: “pedirle a una coalición que nunca ha gobernado que esté totalmente preparada para gobernar es una premisa engañosa en sí misma”. O sea, pedirle a quien nunca ha conducido que tome el timón y lo haga bien… es mucho pedir.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho