La comunicación corporativa ha experimentado una transformación radical en las últimas décadas. Antes, los medios masivos, como periódicos, televisión y radio, eran los canales principales para llegar a las audiencias.
Hoy en día, hemos evolucionado hacia un entorno de medios digitales que incluye redes sociales y streaming, donde la segmentación llega a niveles de identificación de públicos al individuo. Esta revolución en los medios ha planteado desafíos y oportunidades emocionantes para la comunicación estratégica.
Hoy tenemos la capacidad de conectarnos con el mundo, literalmente en la palma de nuestras manos, generando un nivel de adicción, que somos capaces de modificar nuestro comportamiento al vernos desprovistos de la tecnología; cuántos se han devuelto a su casa por salir sin celular, o cambiar de planes porque no hay wifi disponible.
El concepto de «aldea glocal» propuesto por Manuel Castells cobra una relevancia especial en este contexto. Si bien ahora tenemos el mundo en nuestros dispositivos móviles, seguimos preocupándonos por lo que sucede en nuestra comunidad y en nuestro entorno más cercano.
A pesar de la globalización y la omnipresencia de la información, nuestra conexión con lo local sigue siendo fundamental. La comunicación corporativa debe reconocer esta dualidad y encontrar formas de abordar tanto lo global como lo local de manera efectiva.
En este escenario, la inteligencia artificial (IA) y los algoritmos desempeñan un papel crucial en la comunicación corporativa. No debemos temer su incorporación en nuestras estrategias, siempre y cuando mantengamos la ética profesional del comunicador en el centro de nuestras acciones. La IA y los algoritmos nos permiten analizar grandes cantidades de datos para comprender mejor a nuestras audiencias, identificar tendencias emergentes y personalizar los mensajes de manera más efectiva.
Esto puede ser un arma de doble filo, por un lado permite democratizar la información, permitiendo a una gran masa no solo ser consumidores, sino que generadores de contenidos, con cámaras en cada lugar que exista un humano, registrando lo bueno y lo malo de cada día, pero por otro lado, entrega voz y genera corrientes de pensamiento a personas que sin criterio, desinforman o buscan excusas para excluir a otros grupos; fake news, movimientos INCEL, Terraplanistas, y un largo etcétera: Eso nos obliga como instituciones a ser una voz confiable, reflejando en nuestros medios los valores que nos definen y los objetivos que nos movilizan.
Es importante recordar que la comunicación construye la percepción de la realidad, y, en última instancia, se contribuye a la formación de sociedades democráticas. La responsabilidad ética es un pilar fundamental en este proceso. Utilizar la IA y los algoritmos de manera ética implica respetar la privacidad de los individuos, evitar la discriminación y garantizar la transparencia en la toma de decisiones.
Orietta Dennett
Directora de Comunicaciones
Universidad Católica del Maule