¿Cuál es el diagnóstico?
La obesidad en la población infantil ya no es novedad, sin embargo, el último mapa alimentario de la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (Junaeb) realizado en 2020 no solo muestra un aumento en la malnutrición por exceso sino un aumento de una problemática que se creía erradicada: la malnutrición por déficit, es decir, por hambre. Este preocupante fenómeno aumentó a un 2,6% durante el año pasado y, paralelamente, el 12 por ciento de los niños de pre kínder, tiene obesidad severa.
¿Cómo enfrentar esta realidad desde los hogares y colegios?
El proyecto Prosalud liderado por la Escuela de Enfermería, sede Curicó, de la Universidad Católica del Maule (UCM), entregó varias claves en un evento dirigido a educadores, padres y profesionales de la salud. Sandra Muñoz, la experta invitada y académica de la Escuela de Nutrición y Dietética UCM, recalcó la importancia de conocer los cambios que experimentan los niños de 0 a 5 años.
¿Cuáles son los principales consejos?
“En esa etapa se va a potenciar el sentido del gusto y van a haber nuevas experiencias en texturas y sabores y, por ello, las formas de preparación adquieren mucha relevancia. En esta etapa es crucial tener en consideración que se adquieren los hábitos y se pueden instaurar preferencias de alimentación, actividad física y de salud por medio de padres, cuidadores y educadores”, explicó.
¿Qué pasa con las necesidades energéticas?
Los niños preescolares deben consumir entre mil 200 y mil 400 kilocalorías al día, distribuidas en cuatro comidas. Como líneas generales, la experta recomendó que los menores pasen menos tiempo frente a las pantallas, consuman alimentos con poca sal, privilegien el agua, eviten el azúcar y las frituras; consuman diariamente, frutas, verduras, lácteos bajos en azúcar y grasa; y legumbres dos veces a la semana.
¿Cómo implementar una buena alimentación?
“Los invito a hacer una reflexión y ver cómo es que realizamos las compras y las preparaciones que consideramos en la semana y si se observan déficit ir haciendo cambios progresivos”, señaló Muñoz. Este es el primer paso para comenzar con una adecuada alimentación.
¿Qué ocurre con el costo y las dificultades en la preparación?
Comer saludable no necesariamente es más caro ni más difícil de preparar, advirtió la académica. “La recomendación es que establezcamos un menú semanal, por ejemplo, un día de la semana sopa o cazuelas, otro día pastas y agregados, luego legumbres, otro de carne con agregado, luego un día de pescado, nuevamente un día de legumbres y al séptimo día un comodín para favorecer alguna preferencia alimentaria de los niños”, expuso.
¿Qué otras estrategias?
Darles la oportunidad de conocer nuevos alimentos con sabores suaves y servir trozos pequeños, son buenas estrategias para favorecer la aceptación de nuevas preparaciones y también reforzar las habilidades masticatorias y motrices de los menores.
¿Cuál sería la dieta diaria?
“Para dar cumplimiento a las recomendaciones, el desayuno o la once, puede tener un lácteo descremado sin azúcar añadida, una porción de cereal y una fruta. El almuerzo y la cena se recomiendan con tres preparaciones: ensalada, guiso y postre. El 50 por ciento del plato deben ser vegetales, el 25 por ciento, cereales y el 25 por ciento restante, proteínas. El postre puede ser una fruta y para la sed, agua pura”, recomendó.
¿Qué se sugiere para los alimentos con sellos?
De esta manera, se privilegian preparaciones naturales y un aporte de, aproximadamente 300 kilocalorías al desayuno, 60 en la colación, 360 en el almuerzo, 300 en la cena y 180 en la once. “Los alimentos procesados con sellos deben ser excepcionales, no solo pueden ser nocivos, sino que el aporte calórico es elevado, por ejemplo, una hamburguesa aporta 486 kilocalorías, que es, aproximadamente, la mitad de lo que necesitan nuestros niños”, puntualizó.