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GABRIEL EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS por Juan Carlos Pérez de La Maza

Confieso que, a ratos, observando la Cuenta Pública presidencial del jueves, sentí profundas ganas de vivir en el país que el Primer Mandatario describía. Es que parece tan bonito, justo, progresista y esperanzador que, lo repito, me daban ganas de irme a vivir a aquel lugar.

Decía el Mandatario que ese país tiene un manejo económico serio, responsable y exitoso. Cuestiones como el IMACEC de abril, que cayó en 1.1% respecto de igual mes de 2022 (en el que veníamos recién saliendo de la pandemia, por lo que la vara no estaba muy alta) no mellan su apreciación. Tampoco lo hace la tasa de inflación, que el Ministro de Hacienda insiste en señalar que va bien y mañana mejor, contra todo el sentir de las gentes de a pie, que ven menguado su poder adquisitivo cada vez que van al supermercado. Y, esa visión de una economía exitosa tampoco se desalienta frente al aumento del desempleo, que ya se empina sobre el 8.7% entre febrero y abril, en una estadística que revela una fuerte disminución en la creación de empleos asalariados privados formales, especialmente para mujeres. Y, desdiciendo al Presidente (pero con respeto), la mayoría de los economistas sostiene que el desempleo, cesantía le llamaban antes, llegaría al 9% el segundo semestre, acercándose, angustiosamente, al 10%.  Excepto, claro está, en el empleo público, porque este sí aumenta, en un 5.7% el último año, llegando a casi 100.000 empleos públicos nuevos, creados durante esta administración.

Pero las maravillas descritas no sólo se refieren al agreste campo de la economía. Ese lugar prodigioso al que se refirió el Presidente incluye un ambiente social envidiable. Se combate exitosamente la delincuencia, con logros destacables que contribuyen a la tranquilidad ciudadana. La criminalidad, derivada de la anterior y cuyos índices no cesan de aumentar y de horrorizarnos, no nublan la visión presidencial resplandeciente.

La educación, en el país maravilloso que nos describió el jefe del Ejecutivo durante más de tres horas, pareciera ser otro prodigio. Ni la violencia con que golpean a profesores y alumnos, ni la deserción que ha sacado del sistema a más de 50.000 niños y jóvenes, ni el progresivo empeoramiento de la calidad de la enseñanza, sobre todo aquella impartida a los más vulnerables, empañaron el recio apoyo presidencial al ministro del ramo, resuelto en hacer de la educación sexual su sello y su estampa.  La inmigración ilegal ya no es problema, según el Mandatario, en la medida que se les va a ir regularizando así como vayan llegando. La salud, en el país de Gabriel, tampoco es un problema. Son tantos los portentos anunciados que, hasta el menos incauto podría pensar que el término del sistema privado, una muerte anunciada, no generará colapso, filas más largas y mayores costos estatales.

Y a propósito de los costos estatales, un tema aparentemente menor para esta administración que no se fija en gastos, estos no cesan de subir. Un nuevo Ministerio, de Seguridad, ya en tramitación, una nueva estructura administrativa para hacerse cargo del litio y otras iniciativas semejantes harán que el Estado, dentro de poco, sobrepase 1.200.000 empleados (ya tiene 1.189.092), desdiciendo las ganas presidenciales de alivianar y digitalizar la burocracia. Costos y gastos crecientes que sólo podrán ser financiados si es que los parlamentarios, algunos de quienes aplaudían con furor, se avienen a aprobar, ahora sí, la reforma tributaria “filosofal” con la cual todo esto, y más, podrá ser gastado. Y cumplido todo lo prometido. ¿Y si no se aprueba?

El Presidente Boric, seguramente, ha de estar orgulloso de sus récords. Hizo el discurso presidencial más largo en lo que va del siglo (le ganó, incluso, a la histórica Cuenta Pública de Aylwin en 1993), describiendo un país que la gente común no reconoce. Con miles de palabras consiguió soslayar que una Cuenta Pública consiste en mostrar logros, demostrar cumplimientos y decirle a la ciudadanía, con honestidad, cuánto se ha hecho y cuánto falta. Una Cuenta Pública, el Mandatario es asiduo lector, no es relatar lo que Alicia vio en el país de las maravillas, sino decirle a la ciudadanía lo que se hizo y lo que no se pudo, o no se supo hacer.

Juan Carlos Pérez de La Maza

Licenciado en Historia

Egresado de Derecho

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