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¿HASTA CUÁNDO? por Rodrigo Biel Melgarejo

Esta interrogante resulta angustiante al observar cómo innumerables necesidades ciudadanas no son respondidas adecuadamente o no se reacciona a ellas como sería de esperar, dilatando las soluciones y agravando el problema. Son muchas, recordemos algunas:

¿Hasta cuándo? los usuarios del servicio eléctrico deben soportar que con las primeras lluvias de otoño se corte el suministro eléctrico y se demore más de 48 horas la reposición del servicio domiciliario de luz eléctrica, con las consecuencias concretas, previsibles e imaginables. Una y otra vez, sin dar explicaciones razonables, limitándose a responder a los reclamos con “va una cuadrilla hacia allá”, desconociendo si la cuadrilla partió de la morada de los nuevos dueños de la compañía, esto es, de la lejana China, las explicaciones que se omiten también son omitidas por quien debe supervigilar el adecuado suministro, la Superintendencia. Pronto llegará el invierno, y de mantenerse la inacción de las autoridades, la Compañía que proporciona la energía eléctrica no arbitrará la solución que todos esperan.

¿Hasta cuándo? se cierran las calles en horas peak, haciendo más difícil el desplazamiento por la ciudad, para realizar actividades que pueden hacerse en la noche, como descargar las cajas de votos para el Servel.

¿Hasta cuándo? los habitantes de esta ciudad soportan la falta de vías de conectividad que dificulta trasladarse de un lugar a otro, especialmente a los sitios de trabajo y de estudio, obligándolos a levantarse cada día más temprano para cumplir con sus jornadas laborales y académicas. Mientras tanto, se demora y se dilata la entrega de una calle que conecta el poniente con el oriente; tampoco se buscan soluciones alternativas, como vías elevadas o subterráneas, y se siguen construyendo casas, aumenta el parque vehicular y las calles no aparecen. Gustoso quisiera escuchar a los psicólogos laborales explicar cómo la situación señalada afecta a los trabajadores en su productividad y en su salud mental. Pero, además, esa falta de conectividad se ve agravada por la nula presencia de carabineros de tránsito, quedando el uso de las vías sujeta a la ley de la selva. Es lo que observo al transitar por la avenida San Miguel, donde autos, buses y camiones tratan de ocupar espacios que les permita avanzar. Aliviaría la situación si una ordenanza municipal determinara horarios diferidos para el tránsito de camiones y se destrabara el nudo gordiano de la intersección de la Avenida San Miguel con el llamado cruce San Pablo.

¿Hasta cuándo? debemos observar con espanto y preocupación que en cada esquina de las calles de esta ciudad una madre extranjera con su hijo o niño en brazos, se cruce delante de los autos pidiendo limosna, por culpa de una inmigración descontrolada y sospechosa, sin que las autoridades reaccionen con firmeza y decisión; realidad la anterior que perjudica incluso a aquellos otros migrantes que se han incorporado a las diversas actividades de la ciudad.

¿Hasta cuándo? debemos escuchar sandeces o estulticias como explicaciones a diversas situaciones que se viven cotidianamente; hace pocos días el canciller de un país reclamaba de Chile y Perú el respeto a los derechos humanos de sus nacionales, pero no explicaba y, nadie se lo exigió, el mayor agravio a esos derechos, esto es, permitir que sus nacionales tengan que abandonar su país. Y si bien reacciona diciendo que los llevará de vuelta, reclama que sean otros los que asuman los gastos del traslado.

¿Hasta cuándo? debemos conformarnos en continuar viviendo en una ciudad sucia, sin que todos asumamos el deber de limpiarla, dándole la majestuosidad que merece una ciudad tradicional pero al mismo tiempo moderna.

¿Hasta cuándo debemos ser pacientes?
Para Aristóteles la paciencia es una virtud, la resignación saludable dice él, agregando que cuando las cosas no dependen estrictamente de uno mismo, se debe dejar que las cosas sucedan y no malgastar tiempo en ellas. Significa lo anterior que debemos limitarnos a esperar que en algún momento se solucionen las cosas, aun a costa de nuestra salud, y como dice el poeta Mario Aguiló, “con la estúpida indolencia del que se da por vencido”. Reitero mi inquietud, ¿es legítimo esperar que las soluciones a los problemas señalados en esta columna lleguen en algún momento, siendo pacientes, o como dice Kant “la paciencia es la fortaleza del débil”?

Estimo que los ciudadanos no pueden claudicar, debiendo persistir en buscar y exigir soluciones. No se puede abandonar el esfuerzo de continuar con las exigencias; esa persistencia debe convertirse en virtud, buscando los espacios legítimos y adecuados para conseguirlo.

Rodrigo Biel Melgarejo

Abogado

Docente de la Universidad de Talca

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