Frase atribuida a Santo Tomás, que también pudo ser expresada por San Agustín de Hipona, admite varias interpretaciones, para algunos, es el temor al hombre que lee un solo libro, es decir a aquel que basa todo su discurso en una sola línea argumentativa, con intolerancia incluso ignorancia, o basándose en el desarrollo de una sola disciplina en forma sesgada.
Una vez más nos damos cuenta que no hay nada bajo el sol.
Muchos recordaran a Hernán Correa de la Cerda, quien fuera ministro de esta Corte de Apelaciones, director de la sede Regional del Maule de la Universidad Católica, inspirador y creador del Museo de Huilquilemu, que lleva su nombre, lugar donde organizaba tertulias para conversar sobre variados temas, a la luz de las candelas, junto a un brebaje motivador. Sí, aquel de las manos grandes, del saludo efusivo que hacía temblar a los saludados.
Hace poco menos de 30 años recreamos en ese museo, una tertulia al estilo de ese hombre incomparable, que se entregó por entero a crear cultura; dudo que tanto doctorados que pueblan la escuela de derecho de esa Casa de Estudios, presumiendo que la experiencia de un juez no es suficiente para impartir enseñanza.
En esa oportunidad invitamos a otro gran magistrado, don Marcos Lividinsky, ministro de origen judío quien habló del Juicio a Jesús, conferencia que se enriqueció con la intervención de los asistentes, en especial dos abogados de esta región, los señores Cruz Mayer y Guillermo Vásquez, quienes no solo hicieron gala de su erudición, sino que aportaron otra visión desde un prisma, a lo menos me consta uno de ellos, no creyente.
Esa noche, no hubo hombres de un solo libro, sino de una heterogeneidad de textos, que permitió adentrarse en los vericuetos del derecho procesal de ayer y de hoy, con una grandeza de espíritu y humildad, propio de los sabios.
En base a lo que allí escuchamos y leyendo a otros autores, concluíamos que el juicio a Jesús no cumplió con los principios del proceso de ese tiempo, menos como hoy se concibe el debido proceso. Aún más, temo que en los tiempos que vivimos el resultado del juicio popular sería el mismo.
Varios historiadores coinciden en afirmar que el tribunal que juzgó a Jesús, el Sanedrín imputándole un delito de carácter religioso, hizo caso omiso de las reglas procesales del momento.
Aquel proceso judío reconocía como principios relevantes, los de la diurnidad, publicidad y garantía de la audiencia. El primero obligaba a realizar el proceso durante el día hasta antes de la puesta del sol; el segundo señalaba que la audiencia era pública a realizarse en un lugar como una plaza y el tercero que aseguraba la presencia de defensa.
Según el jurista mexicano Burgoa Orihuela, a Jesús no se le respetaron los dos primeros principios, toda vez que el juicio se realizó de noche y en la casa de Anás.
Presentado Jesús a Pilatos para la determinación de la pena, el romano estimó que el acusado era inocente, pero no lo absolvió aduciendo su incompetencia derivándolo a Herodes Antipa, aplicando lo que conocemos como el elemento territorio de la competencia relativa, sin embargo el rey de Galilea no aceptó la competencia devolviendo la causa a Pilatos.
Pilatos se vio obligado a continuar con el proceso, pretendió castigarlo por una falta menor; en cambio la muchedumbre vociferaba para que se le aplicara la pena de muerte; aquel juez se dejó intimidar por el juicio popular cambiando la naturaleza del delito por el cual se le había acusado, a uno de orden político, subversión al imperio romano y, previo lavarse las manos deslindando su responsabilidad, le condenó a la crucifixión.
El juicio entonces adoleció de vicios de nulidad.
Si lo analizamos con la óptica del derecho procesal penal se trasgredieron varios principios constitucionales, como el del debido proceso y otros en que se sustenta un juicio penal. Se le detuvo sin cargos precisos, sin una razón suficiente, cargos que fueron siendo elaborados en el transcurso de la noche, con testigos falsos, los que a pesar de quedar evidencia su felonía no fueron castigados como lo estipulaba la ley de aquel entonces. No hubo congruencia entre la acusación y la sentencia.
La muchedumbre que ayer juzgó y condenó presionando a Pilatos, hoy podrían ser las redes sociales, que con ligereza crucifican a diestra y siniestra, pretendiendo presionar a los jueces. Por eso sostengo que el juicio popular de hoy podría tener el mismo derrotero del de ayer.
Abogado y profesor universitario