Todos los años, en la hermosa ciudad de Oviedo del Principado de Asturias, en el teatro Campoamor, se entregan los premios “Princesa de Asturias”, en diversas disciplinas. Ese premio, junto al Cervantes y al Nobel, son a nivel internacional, los más importantes en su significado y trascendencia; su entrega comenzó a partir del año 1981.
En lo concerniente a nuestro país, el año 1986 lo recibió la Vicaría de la Solidaridad, en la disciplina llamada “a la Concordia”. El año 1992, en Artes, lo obtuvo el pintor Roberto Matta y este año 2023 otro chileno subió a ese podio, el médico Luis Pizarro, en su condición de director ejecutivo de “Iniciativa de medicamentos para enfermedades desatendidas”, que atiende a los pobres de los países más pobres del mundo, de las enfermedades que en los demás países ya no tienen la preocupación de la salubridad.
La institución que dirige el médico chileno, compartió la premiación, entre otros, con el italiano Nuccio Ordini y el japones Haruki Murakami.
Ordini, que lo recibió en Comunicación y Humanidades murió antes de la entrega del principesco galardón, recibiéndolo por él, su pareja y su hermana. De él conozco su libro “Los hombres no son islas”, que nos permite reencontrarnos con algunos autores clásicos, a través de las citas que de ellos hace, tal como “una doctrina no se defiende matando a un hombre” de Sebastián Castellion; es un buen y entretenido libro, aun cuando no comparto muchas de sus conclusiones y/o miradas de la realidad. En cambio, del escritor japonés he leído más, gracias al e-book que me facilita Rodrigo, cuando estoy en Madrid; así leí, entre otros, “Tokio Blues, Norwegian Wood”, que lo recomiendo porque nos encamina al “dolor que implica el paso a la madurez”, más aún a los que fueron en la adolescencia, y siguen siendo, fans de los Beatles. El libro comienza cuando el protagonista, al bajar de un avión, escucha “Norwegian Wood”, lo que lo retrotrae al pasado ya nebuloso recordando a Naoko un amor de juventud. Así como a Murakami ese blues lo hizo recordarla, cuando escucho a los Beatles, me retrotraigo a los últimos años de humanidades, cuando unos compañeros formaron un grupo para tocar la música de los ingleses; hoy cuando todos vamos pasando los 75 años, ellos siguen tocando, ahora, para deleite de sus familias y de ellos mismos.
El libro de Orsini, que escribe a partir de citas, me hizo recordar a Walter Benjamin, quien tiene frases célebres, que no pierden vigencia; me aventuro a pensar que esa permanencia se basa en lo que él mismo describe como “huellas” que transitan del pasado al presente. Para Benjamin, según sus estudiosos, la huella “es ante todo un material donde el pasado puede construirse y actualizarse en el marco de las interrogaciones que el presente le dirige a la historia”. En Murakami ese blues fue la huella a partir de la cual reconstruye el pasado que recuerda con dificultad para proyectarlo al presente.
Recordé esa “huella” de la que habla Benjamin, en un coloquio al cual asistí el día jueves, en la Universidad de Talca, donde se habló del populismo penal, objetivándolo tanto a las soluciones de crear más delitos y elevar las penas, como también al diseño de políticas de seguridad, sin darles el marco necesario para ser eficaces y eficientes.
Sin embargo, olvidaron la huella; los populistas de derecha, centro o izquierda no emergen por arte de magia, son el resultado de una clase política que no entiende ni quiere entender lo que pasa, pero que al mismo tiempo tiene una miopía y una desmemoria absoluta, que no les permite ver lo que ocurrió en el pasado, que no vislumbran la huella que en el pasado dejó el populismo y, por ende, no pueden proyectarlo al presente.
En cuanto al populismo penal, siempre he estado en su contra, ya que cualquiera que sea el color político del gobernante, busca como solución la más fácil, subir las penas; de esa forma dejan tranquila a la prensa y a la opinión pública, que, dicho sea de paso, no es otra cosa que la opinión publicitada por quienes tienen interés en ello. El profesor Cury, decía que el Código Penal es la Carta Magna del delincuente, bueno es hora de redactar una para las víctimas.
Walter Benjamin nos habla de la huella y del aura, representada por la fotografía; quizás de cuando en cuando debiéramos sentarnos a ver imágenes de los lugares donde el populismo devino en totalitarismo y viendo las consecuencias de aquello, tomar posición para el ahora.
Rodrigo Biel Melgarejo
Abogado
Profesor Universidad de Talca