Hace unos días, los noticieros de todos los medios cubrían los incendios de la zona sur del país con daños a casas, animales, cultivos y por cierto con gran daño ambiental. Llamó la atención en esta situación que claramente la autoridad declaró la intencionalidad de la tragedia, es decir, incendios que fueron provocados por alguien, con el fin de generar daño y destrucción mediante el fuego. Aquí estamos hablando de “incendiarios” y no de “pirómanos”, entendiendo que la piromanía es una enfermedad. El incendiario es alguien que en su sano juicio y condición quiere dañar mediante el fuego.
El problema de este asunto es que pareciera que recién se comienza a hablar del tema, como si fuera algo nuevo y por ende atribuible a un problema específico y coyuntural, con motivaciones políticas, reivindicatorias o de represalias, entre otras. Los datos indican otra cosa.
El problema de la intencionalidad de los incendios tiene larga data y múltiples motivaciones y su daño es inmenso. En el país ya se está llegando a una intencionalidad que supera el 40 % es decir que, por ejemplo solo el año pasado mas de 2.700 incendios rurales ocurridos en el país fueron causados intencionalmente y, en nuestra región, más de 300.
Las instituciones se esmeran por lograr bajar la ocurrencia y hay muchísima gente comprometida en esta lucha, a través de la prevención, no obstante, no hay prevención que sirva, si el incendiario, si o si, quiere cumplir su propósito de incendiar. ¿Qué hacemos entonces?
Probablemente hay una línea de trabajo que podría ser incrementada, cual es la de la investigación de causa. La cantidad de incendios es tan grande, que no se da abasto para investigar toda ocurrencia y con la oportunidad requerida (que debe ser inmediata), pero quizás si se lograra un buen plan en esta línea, los recursos que se puedan destinar a esa labor, serían marginales, respecto del daño que genera la ocurrencia.
Llegar a una investigación de un 80 o 90 % y con persecución penal, cuando corresponda, sería un gran avance y control de daños.
Por otro lado, hay quienes causan incendios por negligencia, los que muchas veces tampoco son sancionados. Creo ahí una buena lección sería la de plantar una cantidad de árboles, proporcional al que el negligente quemó.
Los incendios, no son un problema solo del Estado y/o de los propietarios de los campos que se queman. Es un problema de todos y, por ende, todas las líneas que se puedan trabajar en la gestión en prevención, pueden ayudar, por lo que colocar mucha más plata en prevenir (en todas las líneas de la prevención) no es un gasto, es total y absolutamente una inversión, inversión en la salud de la humanidad.
Leonardo Vergara