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INFLACIÓN EDUCACIONAL por Rodolfo Schmal S.

A propósito de una columna que escribí respecto de qué estudiar, una tía curicana me dijo que “lo único que tengo claro es que hoy ni en el colegio ni en la universidad se repite curso” y muy amablemente me pidió si podía explicárselo. Estas líneas son un intento en esa dirección en torno a una preocupación que aflige a no pocos.

Vivimos tiempos muy distintos a los de nuestros padres, así como a los que les está tocando vivir a nuestros hijos. El tema tiene aristas nacionales que se complementan con lo que está ocurriendo globalmente. De partida tendemos a creer que todo tiempo pasado fue mejor, que hoy todo es más fácil. No necesariamente ha sido y es así. Hay avances y retrocesos de los que somos testigos directos.

Sin duda que un 6 de ahora, en la escala del 1 al 7, no tiene el mismo valor de décadas atrás. Para sacarse un 6, cualquiera que fuera el establecimiento en que estudiáramos, había que ser una lumbrera. Hoy en cambio, da la impresión de que cualquiera puede sacárselo. En Chile esta inflación en las notas tiene varios componentes. Su inicio se remonta a los tiempos del innombrable con la persecución a los profesores en base a denuncias de los apoderados y se complementa con el abandono de la tradicional matrícula en aquel establecimiento educativo cercano al domicilio de los alumnos al que se estaba acostumbrado. Se introduce la competencia en la educación bajo el supuesto de que ello conlleva un aumento en la calidad de la educación que reciben nuestros hijos. Craso error.

Todo ello con una mirada de los alumnos, ya no como tales, sino como clientes, y todos sabemos que en el mundo de los negocios, el cliente siempre tiene la razón. En el mundo de la educación no se trata de darle en el gusto al alumno ni al apoderado. De allí que en este contexto el poder del profesor se ve disminuido frente al de los alumnos, lo que se expresa en una pérdida de la confianza del apoderado en el profesor. Cuando un alumno llegaba a casa con una mala nota, el apoderado asignaba la responsabilidad del mal rendimiento, sin duda alguna al alumno, conminándolo a enmendar. Ahora pareciera que la tónica fuese al revés. Frente a similar situación, el mal rendimiento se explicaría por fallas en el profesor, no en la falta de estudio del alumno.

A ello se agrega que la formación de los profesores, que era universitaria, se vio desvalorizada cuando el innombrable la dejó fuera de aquellas carreras que solo podían ser impartidas por las universidades. Este fue un menoscabo mayúsculo que solo vino a repararse con la llegada de la democracia en la década de los 90. Pero el daño ya estaba hecho.

En paralelo hemos entrado en una lógica de indicadores de deserción, repitencia, tiempos de titulación, con no pocas consecuencias perversas. Si bien el propósito de tales indicadores es elevar la calidad del proceso formativo, en no pocas ocasiones, la consecuencia es la opuesta. Pobre de aquel profesor con altas tasas de repitencia. Pobre de aquel director de escuela de una carrera con altos tiempos de titulación. El resultado de todo esto, lenta y paulatinamente, para evitarse mayores problemas, que los profesores tienden a aflojar la marca, a bajar los brazos, a no tensar la cuerda.

Por estos días se han estado dando a conocer las notas de enseñanza media de quienes han rendido la prueba para ingresar a las universidades, las que inciden en el puntaje con el que los alumnos postulan. Los establecimientos educacionales no han encontrado nada mejor que alzar las notas de sus alumnos para inflar sus puntajes de postulación y con ello facilitarles su ingreso a las universidades. Un ejemplo más del socavamiento ético que se está viviendo bajo la lógica del todo vale.

Por último, es importante destacar que en la formación de nuestros hijos hay tres componentes: la escuela, la familia y el contexto social. Es una triada en el que cada componente es esencial, no hay ninguno redundante. Pues bien, hoy pareciera que la familia ha abdicado de su rol educativo, ya sea por falta de tiempo, por estar abrumado de problemas o cualquier otro motivo. Se cree que la escuela tiene la responsabilidad total en esta materia. Otro craso error.

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