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«Javiera Carrera: La libertad, el dolor, la soledad…» por Gabriel Rodríguez

Francisca Javiera acompañará a sus hermanos en sus sueños y en momentos claves de las acciones será el símbolo de la rebelión. “¡Viva la Panchita!” será la consigna secreta para el traslado de armas e insumos para la aventura (Gabriel Rodríguez Bustos)

Al entrar en la Catedral de Santiago y avanzar por su nave izquierda se puede ver a ras del suelo la tumba de los cuatro hermanos Carrera. En un pilar una placa de mármol dice: “A los padres de la República de Chile Javiera Carrera Verdugo, General José Miguel Carrera Verdugo, Brigadier Juan José Carrera Verdugo, Coronel Luis Carrera Verdugo. La Patria a los Carrera agradecida de sus servicios y compadecida de sus desgracias”.

Francisca Javiera (1781) fue la primogénita y la luz de los ojos de su padre Ignacio de la Carrera y Francisca de Paula Verdugo. Vivian en las cuatro manzanas principales de la capital del Reino, en Agustinas con Morandé y pasaban largas temporadas en el fundo San Miguel en la zona de El Monte. Sus tres hermanos menores junto a Manuel Rodríguez Erdoíza convertirán el barrio en el territorio de sus bromas y sus guerras infantiles.

Hospitalaria y culta, la madre gustaba recibir en su casa a chilenos que viajaban a Europa. Hablaba latín, estudiaba teología y le apasionaba la geografía. Ella misma enseñó a sus hijos a leer hasta que los varones ingresan al Colegio Carolino.

Corre el año 1795 y la precoz Javiera sabe leer y escribir, coser, bailar y toca el clave y el arpa.  Pero ha pedido ingresar al Monasterio del Carmen de San José. Pronto la Madre Superiora le ayuda a descubrir que su búsqueda de una causa que le arrebate la vida no es religiosa, ni está tras los altos muros del convento.

EL PRIMER AMOR

No será muy largo el noviazgo con don Manuel de la Lastra y de la Sotta que la idolatra. La boda es fastuosa y reúne a las principales familias del Reino. Al tiempo correspondiente nace Manuel Joaquín y después Dolores. Pero prematuramente pierde a su esposo en un accidentado viaje a Buenos Aires.

La joven viuda recorre en silencio las escasas cuadras que la llevan al templo principal para orar y meditar en la muerte, la soledad, la precariedad de la existencia en este último rincón del Imperio donde nada importante sucede.

Ya no es el rayo de sol de su padre, sino la madre desafortunada. Una sombra en las polvosas calles solitarias. Sus hermanos se hacen hombres. José Miguel debe trasladarse a Lima, después a España. El mayor Juan José y Luis el menor, permanecen en Chile. Los tres han elegido la carrera militar.

LAS TURBULENCIAS EXTERNAS E INTERNAS 

Mujer bonita y elegante, de cuello largo, curvilínea, independiente y fuerte, María Graham la describe como ”pequeña de estatura, de cabellera larga de color rubio…que hacía juego con sus ojos verdes”. La bella Javiera no permanecerá sola mucho tiempo, Pedro Díaz de Valdés, abogado español serio y muy religioso ha puesto sus ojos en ella y aunque es bastante mayor, la joven madre anhela dar un buen hogar a sus hijos. Y como era costumbre en la época, en los siguientes años Pio, Ignacio, Santos, Pedro y Domitila vendrán a alegrar la casona y la rutina colonial.

Pero lejanos ruidos de sables resonarán lentamente en los oídos de aquella sociedad sumida en la monotonía de los salones y las malolientes acequias de las calles. Son las tropas napoleónicas que avanzan sobre la península.

A pesar de la censura y el férreo control imperial sobre los textos y las ideas, los sueños de libertad han traspasado las fronteras y los gruesos muros de adobe, instalándose en no pocas familias criollas de abolengo vinculadas a la tierra, al comercio o a la burocracia del Estado.

La crisis de gobernabilidad en España se convierte en crisis colonial. Ante el vacío de poder surgen Juntas de Gobierno en Buenos Aires, en Venezuela, en Bolivia, en Ecuador. En Santiago se suma la nula capacidad del gobernador García Carrasco – un militar poco ilustrado – que entre otras “chambonadas” decreta el exilio de tres connotados vecinos. Finalmente, la Real Audiencia consigue su renuncia. Asume Mateo de Toro y Zambrano, un millonario de 83 años con mala salud.

Una oleada de voces rebeldes emerge en los distintos territorios de América desconociendo la legitimidad de José Bonaparte, más conocido como “Pepe Botella”. En la elite convivían dos tendencias: Los moderados que deseaban ir paso a paso y los ultras dispuestos a todo.

El clamor de cambios mezclaba palabras de fidelidad al antiguo monarca y anhelos de independencia. La primera Junta de Gobierno emergerá de un Cabildo (asamblea de notables) convocado por el Conde de la Conquista para el 18 de septiembre de 1810 y entre los vocales eligen a Ignacio de la Carrera en representación de la aristocracia santiaguina.

La familia se involucra en la política contingente y Javiera siente que se abren posibilidades insospechadas.

JOSÉ MIGUEL VUELVE A LA PATRIA

Con su brillante uniforme de húsar de Galicia, el futuro caudillo se reencuentra con sus hermanos. Ex combatiente contra las tropas francesas, audaz, con sentido de la autoridad, y de la oportunidad, encabeza las aspiraciones rupturistas que apuntaban a radicalizar el proceso revolucionario. Javiera acompañará a sus hermanos en sus sueños y en momentos claves de las acciones será el símbolo de la rebelión. “¡Viva la Panchita!” será la consigna secreta para el traslado de armas e insumos para la aventura. El 4 de septiembre de 1811 los tres hermanos movilizan sus tropas e imponen una nueva Junta presidida por José Gregorio Argomedo. José Miguel será vocal y jefe del Cuerpo de Húsares de Caballería. De ahí en adelante el proceso se radicalizará en favor de los independentistas.

En noviembre del mismo año José Miguel encabeza un nuevo golpe estableciendo un triunvirato encabezado por el propio Carrera.

Tras bambalinas Javiera apoya, inspira, contiene. De sus manos nacerán múltiples proclamas copiadas a mano. También la primera bandera nacional. Y vituallas, uniformes, botiquines para el ejército naciente. El salón de los Carrera será el centro de la vida política y social del país.  Mil preocupaciones y proyectos inquietan a los jóvenes revolucionarios: la creación de bibliotecas, la educación de las mujeres y los varones, la emisión del primer periódico para difundir las ideas libertarias, el aseo y orden de las ciudades, la libertad de los esclavos. Es un país donde 9 de cada 10 chilenos no sabía leer, ni escribir. Sólo Santiago y Concepción podían calificarse de ciudades. La Serena, Valparaíso y Talca apenas llegaban a los 5 mil habitantes.

Se crea el Batallón “Ingenuos de la Patria” integrados por esclavos libertos, los “Infantes de la Patria” que agrupa a los Mulatos, los “Dragones de la Frontera” que parten a Buenos Aires a apoyar el proceso de las Provincias Unidas de la Plata.

Javiera excede con mucho su rol de madre, anfitriona y mujer de época. Desafiando las ideas de su marido se le reconoce un rol fundamental en el proceso que vive el país. Es lejos la mujer más influyente en los nuevos círculos de poder. Y es el comidillo que alimenta los rumores en los otros salones, algunos abiertamente opuestos al rumbo que adquieren los acontecimientos.

LA RECONQUISTA 

El Brigadier Antonio Pareja desembarca en el sur y prontamente recupera el control de Talcahuano, Concepción, Valdivia y Chiloé. Carrera es nombrado General del Ejército de la Frontera y marcha hacia el sur. Vendrán batallas, triunfos y derrotas. Intentarán un largo e inútil sitio al ejercito realista en Chillán, bajo una lluvia inclemente. Se nombra primer Director Supremo a Francisco de la Lastra y se designa a O”Higgins general en jefe e Intendente de Concepción. Se acuerda el Tratado de Lircay que divide aún más a los patriotas. Luis y José Miguel son prisioneros en Penco. Logran escapar y dan un nuevo golpe de Estado. O”Higgins no reconoce al nuevo gobierno y las tropas patriotas se enfrentan en los campos de Maipo.

Javiera nunca aceptó a quien entre dientes denominaban “el huacho Riquelme”. El hijo del virrey Ambrosio O”Higgins que tuvo una existencia difícil alejado toda su infancia de su madre y de su padre.

Ante el peligroso avance de los realistas los patriotas no logran concordar una estrategia común para enfrentarlos. O”Higgins y sus tropas se encierran en Rancagua. Carrera los esperaba en  Angostura de Paine.

LA HUIDA

Y pasó lo peor. Lo llamaron el Desastre de Rancagua. Tras una carga desesperada O”Higgins y unos cuantos logran escapar del cerco. Recoge a su madre y a su hermana y se dirigen a Mendoza. Tres mil patriotas huyen por el paso de Uspallata.

Carrera intenta inútilmente resistir en Los Andes para rendirse a la evidencia: sólo quedaba el camino del exilio.

Javiera se recluye en Lampa junto a sus hijos, pero no resiste: “me horroriza la conducta del Ejercito Real ¡Pasar por las armas a niños de pecho y a sus infelices madres! Temo, por cierto, un insulto”, escribe. Y decide partir con sus hermanos llevándose a su hijo Pedro.

Será la primera experiencia de un destino que en adelante estará marcado por el dolor. Comienza a vivir las consecuencias de su pasión por la libertad. Devastada escribe a su esposo: “¡Estoy traspasada de dolor! Cuídame a los hijos de mi corazón, a mi Domitila, que tantas lágrimas me cuesta …Adiós, adiós. Abraza a mis hijos con toda la ternura que a ellos y a ti profeso. Tu Francisca Javiera”.

Seguramente nunca imaginó la orgullosa Javiera que pasaría más de 10 años lejos de sus hijos, de su esposo, de su padre, de sus tierras de El Monte.

EL EXILIO 

Alejarse de la patria suele provocar un desgarro profundo, a veces insuperable.  Los Carrera, incluyendo las jóvenes esposas de José Miguel y Juan José y unos pocos leales no fueron bien recibidos en Mendoza, donde José de San Martín ejercía una férrea autoridad. Después de varios desencuentros, José Miguel no es reconocido como mandatario en el exilio y es obligado a trasladarse a Buenos Aires, con sus seguidores.

Sin recursos, en una tierra extraña, expuestos a la desconfianza y a las presiones que ejercía la poderosa Logia Lautaro, lejos de Mendoza donde se preparaba el Ejército Libertador, por momentos los hermanos se debaten en la miseria. En una decisión audaz José Miguel y un par de sus adeptos viajan a Estados Unidos donde contraen deudas y consiguen organizar una escuadra de cuatro buques de guerra, armas y voluntarios para liberar a Chile. Regresa en diciembre de 1816. En Buenos Aires el proyecto es abortado y él es detenido.

Javiera es el centro de las actividades de los familiares y los amigos en Buenos Aires. Sigue siendo admirada por su belleza y su inteligencia. Sus enemigos la llaman “la Jaiba” por su coraza ante la adversidad y sus pinzas que no sueltan a quienes identifica como sus enemigos. Otros la denominan “la Indómita”. Víctima y protagonista de las pasiones y los odios de la época, fue incomprendida, insultada y mal tratada. Soñaba con confinar a O”Higgins en su hacienda de Las Canteras y juzgar a San Martín.

Empeña sus joyas y encabeza una ingenua conspiración de doce conjurados. José Miguel desconoce el plan. Juan José y Luis intentan llegar a Chile con personalidades falsas, pero son detenidos en Mendoza. Javiera se desespera. José Miguel muerde la impotencia en Montevideo. El 8 de abril de 1818 a las cinco de la tarde los hermanos son fusilados tras un breve juicio. Oscuros personajes de la Logia eran parte del tribunal. El corazón de Javiera se rompe en mil pedazos. Paralelamente llega la noticia del triunfo patriota en Maipú.

“Las campanas de Maipo para ti no cantaron, volaron por las pampas y caída te hallaron, abrazada a tus muertos, como en un nudo atroz” escribió Gabriela Mistral. Poco después caerán otros, entre ellos Manuel Rodríguez.

Javiera es trasladada y vigilada en medio de la pampa. Enferma de gravedad la devuelven a Buenos Aires y la encierran en un convento. Divaga, balbucea incoherencias, nada la consuela. Cuando se recupera, en una acción desesperada logra huir a Montevideo. José Miguel, deseoso de venganza se ha ido a las llanuras y ha formado un pequeño Ejército Restaurador. Se le suman los indios ranqueles y los pampas. Asaltos, malones, raptos. Desea atravesar los Andes hacia Chile. Entra en San Luis y parte hacia San Juan. Es derrotado en Punta del Médano. Huye al sur con algunas tropas y sus propios oficiales lo entregan. El 4 de septiembre de 1821 es fusilado en Mendoza. Escribe una última carta a su amada esposa y mantiene la dignidad hasta el final. Javiera pierde sus últimas fuerzas, se le cae el cabello y la dentadura.  Es un espectro que deambula perdida en los marasmos de la memoria.

EL RETORNO 

En febrero de 1824, tras la abdicación de O”Higgins, Javiera se embarca de regreso a Chile. Se instala en su hacienda San Miguel de donde saldrá muy pocas veces. En 1826 fallece su esposo Pedro Díaz de Valdés. En 1928 logra traer a la patria las cenizas de sus hermanos. Mujer de valor, abnegación y constancia notables para la época, fue mucho más que “hermosa, fina, valiente y de mirada orgullosa”.

La heroína de la Patria Vieja muere en agosto de 1862 a los 81 años después de una asombrosa vida deslumbrada por el peligroso brillo de la libertad.

Referencias: “El ostracismo de los Carreras”, Benjamín Vicuña Mackenna, Imprenta del Ferrocarril, 1857. “Doña Javiera de Carrera”, Rasgo Biográfico, Benjamín Vicuña Mackenna, Miranda Editor, 1904. “Javiera Carrera madre de la patria”, Virginia Vidal, RIL Editores 2010. 

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