En medio de la incertidumbre el filósofo José Miguel Arteaga acaba de publicar Quo Vadis capitalismus (Ediciones RIL, 2022) donde le toma el pulso a la encrucijada que vivimos.
José Miguel Arteaga (Santiago, 1943) obtuvo la licenciatura en filosofía (1967) y el magister en economía (1972) en la Universidad de Chile. Fue profesor de filosofía en las facultades de filosofía y educación y ciencias jurídicas y sociales en Santiago, y en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, en Valparaíso, hasta el golpe militar de 1973.
Entre 1976 y 1978 fue investigador de Flacso. En años recientes ha participado en actividades de docencia y extensión en la Universidad Mayor. Es autor de los libros Riesgos existenciales. Buscando la salida (2017) y Filosofía en tiempos de clausura (2020).
Como usted dice, José Miguel: «No sólo Dios ha muerto. También va muriendo el hombre que lo acompaña». ¿Acaso este libro nace de la desesperación que nos produce la incertidumbre y soledad en que vivimos?
“Este libro no nace de esas raíces ni tiene en sus fundamentos la muerte de Dios que declara Nietzsche. Este filósofo afirma la vida y la voluntad de poder de la vida humana para su existencia terrenal. Al afirmar la muerte del hombre me refiero a que el homo sapiens que conocemos va lenta pero inevitablemente siendo reemplazado por un humano híbrido orgánico – mecánico, producto de las innovaciones científicas y tecnológicas. De no mediar alguna catástrofe de origen antrópico o natural la nueva especie mejorada podría ayudar a reducir la huella humana sobre la tierra, desplazándose por el universo encontrando recursos más simples para su reproducción y supervivencia”.
¿Dónde nos lleva el capitalismo?
“El capitalismo ha sido un modo de producción revolucionario por muchos siglos y lo sigue siendo en varias regiones del mundo. Son expresión de ello las formas productivas de mercado y capitalismo impulsadas en China por Deng Xiao Ping desde 1978, tras la muerte de Mao. El problema del capitalismo no está en que no dinamice la economía, sino en cómo lo hace, a costa de quienes y sus graves consecuencias a largo plazo. Ya sufrimos en Chile los resultados del capitalismo reciclado como neoliberalismo”.
¿Nos lleva, tarde o temprano, a la destrucción de la tierra?
“El 28 de julio recién pasado, en el Día de la Sobrecapacidad de la Tierra, la organización Global Footprint Network advirtió que a partir de ese día la humanidad consume a crédito al agotarse los recursos naturales del planeta. Este proceso va en crescendo y varía entre países. A más desarrollo capitalista más profunda su huella ecológica. Martin Rees, destacado cosmólogo y astrofísico británico, al ser consultado al respecto, declaró ser optimista en lo técnico pero pesimista en lo político. Los líderes políticos están preocupados de lo inmediato y contingente; no de los impactos a largo plazo. Comparto su opinión”.
¿Por qué tiene tanta fortaleza el capitalismo? “Las principales razones parecen ser: a) Se combina bien con la ideología liberal de amplia aceptación. b) Genera desarrollo de las fuerzas productivas y crecimiento. c) Es impuesto y defendido incluso con armas por sus beneficiarios más directos. d) Tiene alta flexibilidad y capacidad de adaptación, incluyendo su ensamble con otras formas de propiedad, regulación de mercados y administración. h) No ha tenido una competencia sistémica valedera y sostenible en el tiempo. China no es un país capitalista. Está integrado bajo una fórmula típica china, llamada shanzhai. Según Byung-Chul Han, filósofo surcoreano profesor en Berlín, shanzhai es el neologismo chino empleado para fake. Se aplica en todos los terrenos de la vida. Al principio sólo se usaba para productos de marca falsificados pero luego, dada la flexibilidad y adaptabilidad de los nuevos productos, el término dejó su uso peyorativo. El propio maoísmo chino era una forma de marxismo shanzhai por su capacidad de hibridación. El comunismo chino no ve ninguna contradicción entre capitalismo y comunismo”.
¿En qué sentido los avances tecnológicos ponen en peligro la existencia del hombre?
“El poder constructivo y destructivo alcanzado por las tecnologías emergentes es lo determinante, agravada por la disponibilidad relativamente generalizada que las pone al alcance de muchos, donde no se pueden descartar fanáticos y terroristas. También son más probables accidentes catastróficos. Debido a que son la base de la competencia económica, política, geopolítica y militar de las grandes potencias, en gran medida secreta, se hace muy difícil monitorear su desarrollo y regular su control”.
Un sentido ético, ¿puede ayudarnos a mantener el equilibrio?
“Ciertamente ayudaría, pero la ética necesita un terreno fértil para germinar. Una mayor escucha a la cosmovisión de los pueblos originarios, más cercanos y respetuosos de la naturaleza, puede ayudar como lo establece la propuesta de nueva Constitución. Por parte de la filosofía académica es poco lo que por el momento se puede esperar”.
José Miguel, ¿va a la deriva la sociedad chilena?
“Creo que el gobierno está bien inspirado y la nueva Constitución también. Pero enfrentamos situaciones difíciles de solución urgente. Espero que se cierre la puerta a Dominga por sus daños irreparables al medio ambiente, pero con apoyos reales a la comuna La Higuera una de las más pobres de Chile. Otro problema que hay que enfrentar de forma seria y con herramientas eficaces es la situación del pueblo mapuche. No puede pasar un nuevo gobierno sin darle real solución. Lo otro que requiere atención urgente es el problema de seguridad y violencia. El gobierno debe ser mucho más asertivo y categórico, dejando de lado el idealismo romántico, lo que no significa abandonar su proyecto país sino cumplirlo con decisión y firmeza”.
¿Considera que la eventual nueva constitución nos permitirá caminar juntos, en una sociedad más solidaria?
“Creo que sí. Hay que aprobarla y hacerle los ajustes que requiere de forma urgente. Unir a chilenas y chilenos en una sociedad más solidaria requiere mucha ingeniería social y política realista. La fractura de la desigualdad es profunda y tiene raíces estructurales. Superar las trabas del neoliberalismo no es fácil y no está claro cómo avanzamos a eso. Falta trabajo teórico, científico y analítico, que defina con claridad el presente y cómo avanzar a un Chile mejor y más al día”.
¿Por qué piensa que vivimos una revolución científica?
“La revolución científica concierne a las ciencias naturales. Se pueden destacar la física cuántica que introduce con fuerza la incertidumbre en el mundo subatómico; la microbiología que permite la edición genética; y las ciencias de la computación que combinada con la electrónica, la informática y las matemáticas dan lugar a la inteligencia artificial y la robótica. La gran diferencia con otras épocas de revolución científica como la copernicana es que hoy existe una industria del conocimiento con capacidad de experimento, procesamiento de información y creatividad enorme. Está a la base de la cadena productiva de las mayores industrias del mundo, aeroespacial y defensa, finanzas, química, farmacéutica, petróleo, electrónica, alimentos y drogas”.
¿Qué alcances tiene?
“Abarca todos los campos relacionados con las ciencias duras. A pesar de que nos va cambiando la vida diariamente, el impacto sobre las humanidades es todavía leve. Falta pensamiento histórico y filosófico que entre en profundidad en las grandes transformaciones. La tarea es entender el rol de los humanos en este vertiginoso devenir. Podría ser un buen tema para la filosofía”.
¿Cuál fue la lucidez de Laplace?
“No soy ni físico ni matemático para juzgar de su lucidez. Lo que llamó mi atención fueron las cartas de presentación con que lo presenta Stephen Hawking en su libro ‘Dios creó los números’. La primera es cuando dice que es quizás el mejor físico matemático de todos los tiempos. Lo otro cuando dice que la Mécanique céleste fue tal vez el logro supremo de Laplace. Le dedicó el tercer volumen a su ex alumno Napoleón, quien le comentó que a pesar de la vastedad del ensayo no había visto mención alguna de Dios, a lo cual el científico contestó ‘Señor, no hay necesidad de tal hipótesis’”.
¿En qué sentido el mundo de hoy es tan parecido al que vivió Laplace?
“Básicamente porque Laplace viene a cerrar un gran ciclo de revolución científica abierto por Copérnico que incluye a Galileo, Kepler y Newton y a grandes filósofos: Leibniz, Kant y Hegel. Nuestro mundo se parece al que surgió de aquel derrumbe, con una gran diferencia. La revolución actual no pretende derribar un gran muro que lo sujeta todo ni nace de unas pocas cabezas geniales. Ahora es producto de una industria ramificada de cientos de miles de científicos y técnicos, que le sirve de base a las mayores industrias del mundo que buscan novedades día y noche, acicateadas por una competencia despiadada. Hay muchos frentes donde cava esta minería frenética. El Bigdata en todas las disciplinas está cuestionado a fondo constantemente. Situación fantástica e inédita, pero en extremo peligrosa”.
La mecánica cuántica, por ejemplo, abre mundos todavía insospechados…
“Para mí la gran incógnita en este asunto es que la física cuántica descubre en la naturaleza subatómica un mundo donde reina la incertidumbre en tanto la física de cuerpos mayores es determinista. Dios no juega a los dados, dijo Einstein. Los físicos buscan con pasión una teoría que lo unifique todo, pero no la encuentran. ¿Es que la física subatómica aún no encuentra las leyes que gobiernan ese mundo y que permitirían pasar de lo probable a lo cierto? ¿O tal vez la física determinista podría alcanzar un estado más avanzado que probara la incertidumbre también en el cosmos?”.
José Miguel, ¿tiene claro que de haber escrito este libro en tiempos de la inquisición tal vez le habría costado la vida?
“No me había percatado de ello pero, desde ya, declaro mi inocencia. Sólo podrían acusarme de algo que he escondido hasta ahora y no habrían podido averiguarlo si no hubiera llegado esta última pregunta. Tengo hace años un libro flaquito, viejo, casi invisible, medio escondido en mi biblioteca, de un astrónomo, filósofo, teólogo, matemático y poeta muerto en la hoguera, condenado por la Inquisición con el cargo criminal de herejía: Giordano Bruno. El libro para mayor de mis pecados se llama De la Magia. Lo abro de vez en cuando, con gran cuidado. Nunca lo he terminado de leer”.