Si quieres hacer un cambio comienza hoy. Eso decía Yogui Bhajan quien trajo la kundalini yoga al occidente. Era una propuesta anti-procrastinación: ¡Comienza hoy! Un amigo nos cuenta que dejó su trabajo para dedicarse completamente a aquello que le apasiona; o podemos decir también, a aquello que le divierte. Prefiero pensar de esta segunda forma. Pero ya sea por pasión o diversión, se ha tomado una decisión, incluso radical, que cambiará su vida.
He escuchado muchas veces decirse: “Yo soy así, no voy a cambiar”. Aferrándonos a una identidad única e invariable. Es una actitud bastante cómoda, tanto que no podríamos juzgar a quienes no quieren hacerlo, porque corresponde a un proceso personal y laborioso. Cada uno con su vida podemos pensar, pero ¿y si estos cambios nos ayudan a vivir mejor? Cuando nos adherimos a una idea, descansamos en ella, la convertimos en una reposera en la cual nos establecemos y hablamos desde su confort. Los cambios drásticos que realizamos tienen como fundamento principal el mejorar nuestras vidas. Como cuando se decide cambiar de género, por ejemplo. O cambiar de creencia. A los diez años vi a mi prima cambiar todos los posters de Silvio Rodríguez que cubrían los cuatro costados de su pieza, por los de Nirvana. O vi a un gran amigo que se convirtió de la Católica a Curicó Unido. Para el Pbro. John Henry Newman lo que ocurre es un asentimiento, es decir, el convencimiento respecto de algo, una aprobación íntima de la conciencia que perdura en el tiempo. Hasta cierto tiempo en realidad, hasta que ocurra nuevamente otra creencia si es que así fuese. Newman sabía de esto pues se convirtió del anglicanismo al catolicismo, aun cuando tenía muchos seguidores en el evangelio que luego lo despreciaron.
“El hombre convencido contra su voluntad, no queda convencido” dice Newman, y agrega que mientras mejor nos conozcamos, mejor serán los convencimientos de nuestras creencias. Si no nos conocemos nos auto engañamos. Esa es una de sus propuestas. Para cambiar de género tuve que conocerme bien, saber lo que quería, y haber entendido cuál era mi voluntad. Este es un cambio que requiere mucho coraje, pero no por ello son cobardes quienes no gustan de cambiar. He oído decir: “A estas alturas ya no puedo cambiar”. También tiene mucho de terquedad. El problema, socialmente hablando, es que entonces todo lo demás tiene que cambiar menos yo.
El británico Derek Parfit, ganador del Premio Shock (el Nobel de la Filosofía y la Lógica) es un investigador de la Identidad Personal; nos dice que el «Yo» está sujeto al presente, que no es el mismo que en el pasado, ni será el mismo en el futuro, porque no hay una sustancialidad que lo sostenga en el tiempo, solo hay una memoria que puede unir el pasado con el presente, pero que es falible, y que incluso, puede ser interrumpida (amnesia o episodios inconscientes). Mírese usted hacia diez años atrás ¿podría decir que es la misma persona? Hasta nuestro cuerpo puede cambiar, más hoy que puedo cambiar mi nariz o el color de mis ojos, qué decir del cabello. Justamente el sábado pasado me fui a cortar el pelo llevándome una grata sorpresa al ver revistas en la mesa de espera. De inmediato tomé una, la más social y completa que había ahí: Revista Cosas de marzo del 2019. La atendí y lo pude notar: era otro Chile preocupado por asuntos mucho menos politizados y casi que más ingenuo. Éramos otro país antes del estallido social y la pandemia. Como si estos dos fenómenos hayan significado un umbral que atravesamos.
Volví a casa y revisé otras revistas antiguas que reflejaban el Chile noventero. Observé la campaña de las presidenciales del 99´, curiosamente el candidato de entonces Joaquín Lavín tenía como slogan “Viva el cambio”, con el cual casi vence a Ricardo Lagos que fue electo con un ajustado 51,3%. La promesa del cambio cautivó a muchas personas, y es que pareciera que cambiar es una esperanza cuando la realidad disgusta. Electoralmente hablando, no disgustó tanto en ese entonces.
¿Nos estará disgustando nuestra realidad actual? Hoy es una reflexión tanto nacional como personal. Lo importante es que ante el disgusto existe la posibilidad de cambiar. Si el cambio permite esperanzas entonces el camino se alumbra. Mi amigo Psic. Alejandro Toledo dice que si visualizamos nuestro sistema personal de creencias, lo ponderamos y tomamos una decisión consciente, podemos apreciar qué es lo que quiero cambiar y para qué quiero cambiar aquel patrón. Creo que la conciencia, o la adquisición del sentido, es quien permite la voluntad para trabajar el cambio. Tal como se menciona en el poema “Si” de Rudyard Kipling: “Si puedes llenar el implacable minuto / con sesenta segundos de diligente labor / tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella / y lo que es más: ¡serás un Hombre, hijo mío!” Cambiemos un Hombre por un Ser humano, o una Persona en definitiva, de tomo y lomo.
Franco Caballero Vásquez