Dijo el Senador Núñez: “… vamos a tener que privilegiar la presión social y ciudadana en las demandas sociales”. En la misma oportunidad agregó que el gobierno “tiene que ver qué cosas puede hacer por la vía de decretos, que no conlleven proyectos de ley”. Y luego, como decían los siúticos, “ardió Troya”.
Nadie podría acusar al Senador aludido, miembro del Partido Comunista, de ser infiel a la doctrina más clásica de su partido. La movilización de masas es un componente esencial de cualquier estrategia y táctica política de dicho partido, sea en Chile, sea en cualquier lugar del mundo. Desde Lenin hasta hoy, la manifestación del “poder popular” ha privilegiado la calle como un escenario fundamental. Por lo tanto, que un representante de esa tienda política llame a esta forma de expresión, no debiera sorprender a nadie. Y menos al actual gobierno, que llegó al poder impulsado, precisamente, por esas movilizaciones ciudadanas.
El contexto de las declaraciones comentadas se enmarca en la progresiva convicción, a la que han llegado muchos en el oficialismo más extremo, de que las grandes transformaciones prometidas (“Boric va a cambiarlo todo”) no se cumplirán. Las reformas previsional, a la salud e incluso la tributaria, pareciera que no fructificarán. Y si llegaran a realizarse, será en una dimensión tan “deslavada”, que aquellos extremos no se sentirían satisfechos. Por eso, en un último intento antes de caer en el frenesí electoral que se nos viene este año y el próximo, el Senador decide instar al gobierno a echar mano de “la calle” reeditando la estrategia señalada, amén de hacer una suerte de finta al Legislativo y disponer las reformas anheladas mediante simples decretos.
El caso, que ha dado que hablar y comentar bastante, ha permitido revelar, una vez más, las llamadas “dos almas” que anidan en el corazón de la actual administración. Por una parte, aquellos nostálgicos de las movilizaciones sociales de fines de 2019, el “estallido social” como algunos denominaron a aquellos meses tumultuosos, en que se mezcló en partes desiguales, demandas legítimas, aflicciones verdaderas y descontento comprensible, con una innegable utilización oportunista, delincuencia desatada y destrucción irracional. Para estos, fueron tiempos provechosos. Encumbrados en esas movilizaciones, llegaron al poder que tanto anhelaban, situando uno de sus pies en La Moneda, pero manteniendo el otro en la calle. Mientras, la otra alma oficialista, más democrática, racional y equilibrada, considera que octubre y los meses siguientes de 2019 fueron tiempos de quiebre, anómalos y excesivos, que interrumpieron la conducta institucional y la convivencia democrática que jamás debiera ser traspasada ni menos quebrantada. Es por eso que las declaraciones de Núñez generaron tanto impacto y tantas respuestas, no tan sólo de la oposición que eran esperables, sino del propio sector gubernamental. El “socialismo democrático” en voz de la propia Ministra Tohá, dejó clara su vocación, rechazando la convocatoria y reafirmando los caminos institucionales que ellos representan. Pero el otro sector, exaltado como pocas veces, respaldó el llamado a la presión social y a disponer las reformas por fuera del Congreso. Si la institucionalidad no lo permite, pues a saltarse esa barrera, parecieran decir, con reminiscencias de un pasado aciago que no quisiéramos repetir.
Intentando hilar más fino en esta trama, las declaraciones comentadas permiten vislumbrar un poco el futuro que algunos imaginan. Así, observo que la izquierda extrema pareciera haber agotado la confianza que al comienzo depositó en este gobierno. Ya no cree posible alcanzar las profundas transformaciones que sueña, en el acotado lapso que resta a Boric. Y, a la vez, advierte como inminente que, en el futuro inmediato, sus pies, ambos, estarán en la calle y, desde allí, intentará continuar con su insistencia revolucionaria, maximalista y refundacional. A la vez, el caso permite visualizar que la otra izquierda, más moderada y democrática, se ha desprendido, espero que definitivamente, de aquellos ideales rupturistas y turbulentos que alguna vez le encandilaron, prefiriendo hoy transitar por caminos más graduales, consensuados y serenos, impulsando transformaciones más institucionales que callejeras.
* Licenciado en Historia. Egresado de Derecho.