Dicen que muchas de las herencias del conocimiento humano llegan por la oralidad, sobre todo aquellas que han sido ciertamente negadas. Así cuenta el Zohar por ejemplo, que tuvo que entregar su conocimiento cabalístico de manera oral para que pudiera sobrevivir hasta resguardarse en las escrituras posteriores. La oralidad ha permitido sostener pensamientos alternativos a la dictaminación del poder, hallando en la música un espacio de expresión antisistema. Esto es lo que me hace pensar “La canción de Judas”, la primera canción de la ópera rock Jesucristo Superstar (1973) que inicia y da el sustento a esta obra humanista acerca de Jesús, el Cristo. Sus primeras palabras son: “Mi mente clara está / Por fin descubrí donde todos vamos a parar / Si quieres desnudar / al hombre del mito, verás, solo al hombre quedar”. Así comienza esta obra de arte musical que en cada semana santa, quizás en simultánea a la película Jesús de Nazareth (1977) de Zeffirelli, retumba gozoso en los parlantes de las familias laicas.
Jesús no es un mesías, es un libertador dice Judas. Y claro, no está mal recordar en semana santa que la religión vino después, nadie puede ruborizarse por eso. Pero ¿no es lo mismo ser un mesías que un libertador? Ambos dan libertad, aunque para Judas es diferente, porque para él un mesías es una profecía ideológica, por tanto Jesús sería víctima de la vehemente espera profética que se levantó en aquel entonces. Esto podría pensar Judas, quien además culpa a Jesús de haberse dejado tentar por la presión profética, demostrando una debilidad vanidosa y enceguecida como quien se pone el anillo de Tolkien. “Oye Cristo yo te quiero advertir / que recuerdes que debemos vivir” “No lo olvides / yo lucho por la libertad” Esa libertad de Judas es la del libre pensamiento, la que no se restringe a los dogmas religiosos, sino a la espiritualidad encontrada, la verdadera libertad del laicismo. La sospecha de Judas es laica, quizás gnóstica. Su premura desnuda el velo de la profecía popular que anhelaba un mesías.
Jesucristo Superstar debemos consignarlo a sus autores T. Rice y A. L. Webber, quienes manifestaron que la obra estaba creada desde la perspectiva de Judas para atender la psicología y humanización de Jesús, muy propio del hippismo de esos años que revalorizó al nazareno al abrir nuevas reflexiones que nunca pasan de moda como la contradicción Jesús e Iglesia. Y no se trata de ser marxistas para poner en la mesa la contradicción que establece el autor de El capital (1867) respecto a que no se puede ser cristiano y capitalista al mismo tiempo, pero me parece sano para nuestros tiempos recuperar las virtudes del pasado y purificarlo al sacarle institucionalidad a la figura de Cristo para enaltecer lo verdaderamente importante de todo este embrollo que son los valores.
Para Judas no importa si Jesús es hijo de Dios o de un carpintero, si acaso es el mesías o un libertador, pues lo relevante es si acaso podrá combatir con la palabra la desigualdad social del momento. En esta perspectiva humanista el protagonista, que es Judas, ve a Jesús con cariño e intenta alumbrarle el camino de la liberación por sobre el religioso que considera esclavizante. “Yo recuerdo cuando todo empezó / te llamábamos hombre y no Dios / y te juro / aun cuentas con mi admiración” dice la traducción al castellano de Álvaro Cerviño. Jesucristo es un ser admirable, sin dudas. El primer hippie decían los hippies, un comunista dicen los comunistas, un yogui dicen los yoguis -los que decían que practicaba la kriya de Sodarshan- pero nuevamente lo único que merece atención es el ejemplo de su actitud. Incluso si para los más escépticos no haya existido, la documentación de sus acciones y relatos de su forma de vida es icónica, reveladora, humanista y profundamente social. En ese sentido Marx no estaba equivocado. Jesús era un hombre de su pueblo, fiel a su autenticidad y por supuesto que no estaba alienado. Aunque todas estas palabras en realidad poco importen en un mundo en extremo alienado como el de hoy, pero nosotros que seguimos ocupando la escritura y la lectura, que no perdemos la memoria y mantenemos atenta la reflexión podemos encender velas, abrir las palmas y respetar la imagen de todos quienes puedan encarnar lo crístico, es decir, el equilibrio entre lo bueno y lo malo para conducirse en conciencia auténtica y pulcra. Esto supondría establecer el cielo en las mentes como dice el título original de “La canción de Judas”, que por lo demás, está basada en la canción “¿Tenía Judas a Dios a su lado?” de Bob Dylan.
La humanización de Jesucristo, independiente si fue por ley divina o un hombre que aprendió de la medicina de los esenios, que si acaso fue el profeta que tanto esperaban en aquel entonces o un iniciado como dice Édouard Schuré, si fue hijo de Dios o un avatar, hinduistamente hablando, lo que nos queda es el hombre, porque desde la perspectiva de Judas esa es la única manera de alcanzar e igualar sus valores. Creo que tener presente su imagen en semana santa por TVN con la transmisión de la película de Zeffirelli o por Radio Imagina con esta obra maestra llamada Jesucristo Superstar, nos permite tener presente valores tan importantes como el afecto por los otros y tantos más.
Franco Caballero Vásquez