Sé que a algunos conspicuos miembros del actual gobierno la palabra concertación les provocaba urticaria y otras irritaciones semejantes. También sé que muchos de ellos iniciaron su carrera política, para algunos harto breve, criticando “los 30 años”, que los más radicales llegaron a calificar como los peores de la Historia chilena reciente. Y pese a que gustan de los colores, que exhiben en el pelo, en pañuelos y en otras ubicaciones, abominaban del simbólico arcoíris con que se representó aquella coalición política. Pero, toda esa crítica acérrima pareciera que fue sólo una moda. Y, como tantas modas, no más que una actitud pasajera. Porque, de a poco, la porfía de los hechos les está haciendo renegar de sus propósitos sepultureros de la Concertación. Y, con pocas ganas y harta necesidad, uno tras otro han ido aceptando que los antiguos próceres concertacionistas no estaban tan equivocados en sus posturas moderadas, errados en sus transformaciones “en la medida de lo posible” y engañados en su actitud de diálogo más que de intolerancia.
Cualquier observador atento pudo percibir que, en sus inicios, esta administración carecía de la necesaria coordinación o concierto. Las descoordinaciones, en esos primeros meses fueron evidentes. Y no es que hayan disminuido. Por estos días hemos presenciado las declaraciones disímiles del titular de Educación y del Interior, a propósito de la suspensión de clases por el “funeral narco” en Valparaíso. Hace poco no lograban ponerse de acuerdo la Ministra Vallejo con el Subsecretario Monsalve, acerca del conocimiento, o no, de los antecedentes de los indultados por el Presidente. Y así, la lista de ejemplos de descoordinaciones, o sea de carencia de concertación, es bastante extensa. La única diferencia radica en que, pareciera, hoy existe conciencia de eso. Y por ello es que el Primer Mandatario está intentando resolverlo, reviviendo aquella antigua coalición política. O, al menos, volviendo a situar en las esferas del poder a figuras protagónicas de la, otrora, denostada Concertación.
Todo esto a propósito del cambio de Gabinete de hace unos días, en el que observamos la partida de tantas figuras iluminadas, de aquellos que iban a cambiarlo todo, los que querían sepultar al neoliberalismo y a la Concertación, por ser esta última una suerte de “cómplice pasiva” del primero. Más aún, el cambio de tono, de actitud, se pudo observar en las personas designadas en las Subsecretarías y, en las próximas semanas, dicen, todavía se notaría más en los cambios en las Seremías a lo largo del país. La idea que subyace en las últimas decisiones gubernamentales proviene, supongo, del necesario análisis que debe haberse realizado al cumplir el primer año de mandato. Y los ajustes, que no han terminado aún, buscarían remediar las fallas evidentes. Hasta ahí, todo bien si pensamos que un gobierno más coordinado es más eficiente y, esperamos, más provechoso para los gobernados.
Sin embargo, en política no siempre los cambios son sinceros. Muchas veces son, más bien, acomodos tácticos, circunstanciales más que estructurales. Por eso, ante el creciente poder que acumulan Ministros como Tohá, Marcel y van Klaveren, cabe preguntarse si el Presidente ha cambiado genuinamente de parecer y, hoy, acepta que la mesura y la prudencia transformadora de los mandatos de Aylwin, Frei o Lagos, es mucho más ventajosa y fructífera que el “vamos a quemarlo todo” o el “vamos a meterle inestabilidad al país” de algunos de sus antiguos camaradas de partido, calle o coalición.
En el devenir político de nuestro país han existido grandes conglomerados que, basados la reflexión madura y en un actuar sensato, contribuyeron grandemente al desarrollo nacional. La Fusión Liberal Conservadora, la Alianza Liberal o el Frente Popular. Pero, a la vez, han existido otras que, imbuidos de un afán radical y refundacional, se quedaron en el mero impulso intransigente y exaltado. Esos conglomerados políticos, de cuyo nombre no quiero acordarme, han pasado sin gloria, pero con mucha pena, a la tumba que quisieron cavar para la cordura, la madurez y la concertación.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho