De pronto pensé: La Fe no es religiosa, tampoco es atea. Está al medio de ambas, por tanto, si es que lo fuera sí sería religiosa, y al mismo tiempo también atea. Creer en una religión o no creer en una, responde a una ideología. Sin embargo, la Fe o la Esperanza no responden a una ideología, sino que son motivaciones que se sostienen, que voluntarizan la disciplina, la energía corporal necesaria como para poder vivir y hacer las cosas. Aquello que te levanta a diario, muchas veces con tanta fuerza y otras con tan pocas. O aquello que te conduce por el estacionamiento del Jumbo con el precepto de encontrar un espacio venciendo la predisposición de no hallarlo. Las religiones tanto normativas como humanistas (E. Fromm) definen muy bien la Fe, pero mi favorita es la definición bíblica: “Es pues la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” Hebreos 11:1.
Nos motiva y enciende nuestra energía cuando se incrementa con algún proyecto, el cual nos hace levantarnos más temprano, y hasta nos duchamos con agua helada, felices, pues estamos enfocados. Es algo más que una idea, es una experiencia que cambia estilos de vida, hábitos, genera disciplinas respecto a ello. Estos proyectos pueden ser buenos o malos para la sociedad, eso dependerá de la ética del sujeto, porque si bien nos formamos mediante valores éticos para subsistir en armonía colectivamente, hay propósitos individuales que buscan beneficios personales, que en algunos casos poseen valores que van en contra del bien común. Los “buenos” valores comenzaron enseñándose en la familia, por eso me gusta tanto la serie “La pequeña casa en la pradera”, donde el bien era enseñado por los padres, libres de institucionalidades, a la purita, bien natural, con harto sentido común para sobrevivir como comunidad. Luego fue enseñado por la Iglesia mediante el sistema educativo, luego por la Educación, y luego… bueno ¿y hoy? ¿Quién los enseña? No creo que los celulares.
Hay otros niveles de Fe tan profundos que resisten los temores de la muerte, como la fe en Dios, construida por la religiosidad. Por otra parte, la experiencia mística espera el asombro o la revelación cuando acabe el camino, porque no puede asegurar la verdad de la existencia, así entonces se declara ignorante, abierta a todas las religiones, y sostenida en la espiritualidad. De esta manera distinguiríamos la Fe como una facultad humana, que independiente de su fuente, tiene en la religión y en la espiritualidad sus más grandes impulsores.
Ahora ¿dónde ponemos la Fe los chilenos? ¿En la selección nacional? ¿En la Teletón, en el Festival de Viña? No digo que esté mal, para nada, solo lo digo por conocernos. De hecho, no creo que pongamos nuestra fe en la selección, sino que en la Roja. Aquella inentendible pasión y diversión que profesamos algunos por un simple juego como el fútbol; sino imagínese usted como estaríamos ahora si participáramos del mundial, aunque para como están los precios de la vida mejor que no fuimos, además que lo de Qatar 2023 ya ni siquiera es capitalismo, sino que Plutocracia (Google define como “Forma de gobierno en que el poder está en manos de los más ricos o muy influido por ellos”). Ningún brillo. En el planeta ya no podemos darnos estos gustos. El dueño del PSG de Francia es catarí, y sus hermanos cada uno tiene otro club. Bueno, en el contexto de nuestro tema, nuestros hermanos argentinos están llenos de esperanza en quizás sea la última oportunidad de sacar a su Messi campeón. Aquí podemos notar una diferencia, los vecinos tienen más Esperanza que Fe, porque esta última se supone que es una seguridad, una certeza. Sería la Fe una fuerza, una energía que aumenta o disminuye, según más o menos seguridad se tenga.
¿Pero cómo podemos asegurar algo que va a ocurrir? ¿Cómo se puede estar tan seguro de algo? Quizás hoy es pedir mucho, pero conformémonos con un poco menos, total “con un poco de amor yo me salvo” (Silvio) Pensemos en el ENTUSIASMO. Ya con eso podemos recuperar un poco la ética perdida. El entusiasmo es bueno, contribuye a la alegría, al contento, batalla contra el ranking que pone a Chile en el único país latinoamericano que aparece en el top 15 de países con mayor consumo de antidepresivos en el mundo. Y no es porque la Roja ande mal, o porque haya inflación, pero independiente de las creencias ¿hemos perdido entusiasmo?
La depresión es un enemigo de la Fe, ya no se levanta el cuerpo por tan poco. Si nuestras condiciones sociales son complejas que han llevado al aumento de la delincuencia, la violencia escolar, el desinterés por asistir a clases, o las nuevas variantes de Covid como “perro del infierno”, nos otorgan una tierra fértil para las reflexiones de conceptos como estos. Sin embargo, recupero al científico jesuita Teilhard de Chardin: estos problemas “son una crisis de crecimiento” al fin y al cabo, la esperanza es lo último que se pierde, o “porque no tenemos nada lo queremos todo”, las soluciones están en nuestras manos.
Franco Caballero Vásquez