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LA GUERRA DE LOS DRONES por Juan Carlos Pérez de La Maza

Dejaremos de lado, por esta semana, el pedestre juego político chileno y nos ocuparemos de otro asunto, potencialmente más trascendental. ¿Recuerda el Lector los días previos a la invasión rusa de Ucrania? ¿Se acuerda que muchos analistas auguraban una guerra cibernética, con soldados biónicos, ataques híbridos, misiles hipersónicos, nubes de drones y armas dotadas de inteligencia artificial? Pues, tenían razón. Es que la revolución tecnológica está cambiando el concepto de guerra, casi sin darnos cuenta. Desde hoy y hacia el futuro, las guerras no se parecerán en nada a las de antaño. Estamos presenciando, desde el living de nuestra casa y a través del televisor, el inicio de una suerte de guerra del futuro, con escenas casi copiadas de las películas de ciencia y ficción y los videojuegos. Y los grandes protagonistas serán los denominados drones. Estos artefactos voladores se caracterizan por no contar con un piloto humano a bordo, ser controlados por medios inalámbricos y estar conectados a un dispositivo en tiempo real. No necesitan mucho terreno para poder levantar vuelo ni para su aterrizaje, siendo casi invisibles como para ser captados o capturados y así poder ser dirigidos a distancia, hacia objetivos militares vitales, más allá de las líneas enemigas. La ventaja de no tener piloto humano es que no le son necesarios los accesorios que requiere un avión (cabina, blindaje, asiento eyectable, control de presión y oxígeno, etc.). Todo esto permite reducir su peso y tamaño, favoreciendo con ello la maniobrabilidad, el alcance, la autonomía y una variedad de prestaciones.

A falta de otro nombre, por el momento habría que llamarle “guerra de los drones”, por el protagonismo que ha adquirido el uso de estos aparatos en el campo de batalla. El conflicto en Ucrania ha permitido observar cómo estos pequeños aparatos, con un valor ínfimo, se convierten en el terror de los blindados, pudiendo destruir carros de combate que cuestan millones de dólares. Hemos visto cómo, con pequeños drones navales, se ha logrado hundir unos enormes buques de guerra; cómo Ucrania ha podido alcanzar objetivos en territorio ruso muy lejos de sus posiciones, produciendo enormes daños en infraestructura civil y militar. Esta nueva guerra tecnológica ha permitido ver una imagen casi surrealista: aquel soldado ruso, de rodillas, rindiéndose ante un dron dotado de cámara. Y, por cierto, hemos visto como decenas de gamers casi imberbes, reconvertidos en soldados, a cientos de kilómetros del frente, han manejado estos aparatos con una destreza digna de mejor destino.

Los drones se han convertido en uno de los elementos esenciales para la resistencia ucraniana ante el gigante ruso, y su fabricación en la propia Ucrania se ha multiplicado enormemente, además de recibir cantidades importantes desde el exterior. A comienzos de este año Ucrania comenzó a invadir territorio ruso con verdaderas “nubes” de pequeños drones, enormemente veloces y difíciles de derribar, capaces de arrojar cargas explosivas sobre ciudades y pueblos que no están preparados para defenderse de este ataque de “mosquitos”. Hace unas semanas, el gobierno ucraniano admitió estar planificando la creación de la primera flota naval de drones del mundo, destinada a atacar a los enormes, y lentos, navíos rusos.

Frente a esta realidad, la reflexión que podría hacerse es que nada nuevo hay bajo el sol. Tantas veces hemos visto cómo el desarrollo tecnológico, en un comienzo pensado y destinado al mundo civil, se reconvierte al descubrirse su utilidad bélica. Desde la pólvora, pasando por los globos aerostáticos, los submarinos y los aviones, cada invención técnica o científica ha devenido en arma. Con los drones ha pasado algo similar. El conflicto bélico en Ucrania ha revolucionado el campo de batalla y la guerra en sí. La masiva utilización de estas nuevas “máquinas de guerra” en casi todo tipo de misiones, sea vigilancia, espionaje o distracción; y en casi todo tipo de escenario, sea terrestre, aéreo o marítimo, ha permitido dar un paso más (no quiero poner avanzar) hacia el futuro. Los drones han provocado grandes cambios que, seguro, serán objeto de estudio futuro para adaptar las tácticas y estrategias militares al uso de esta arma revolucionaria. Sin embargo, la realidad, triste y dura, es que hemos vuelto a comprobar que todo ingenio humano puede transformarse en arma y cualquier elemento, rudimentario o sofisticado, desde palos y piedras a drones del siglo XXI, servirán al hombre para hacer la guerra a su prójimo.

Juan Carlos Pérez de La Maza

Licenciado en Historia

Egresado de Derecho

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