Las posibilidades del presente consideran la opción por estar mejor de lo que estamos. Algunos autores ven esta consideración como una forma de creatividad, para otros es la manera de trabajar por la libertad, mediante la organización del futuro cuando la opción por estar mejor es colectiva. Pensar en aquello que no ha ocurrido y que podría ocurrir amerita una independencia, y un espacio relevante para la alegría, sobre todo al permitirnos labrar la obtención de lo que soñamos. De esta forma, nos alcanzamos como sujeto social verdaderamente libre. La intención por mejorar, en cuanto preservarse como sujeto existente se torna garantía del futuro, multiplica el devenir a través del impulso por crecer. Es el «conatus» de Spinoza, que al reconocer conscientemente el instinto del apetito se expresa como deseo.
La opción por la alegría, por el entusiasmo, donde el órgano del timo es el timonel del actuar cuando es el corazón de las emociones, reactualiza la imaginación y aquello que se sueña. Entre el «conatus» y el deseo producen imaginación dice Negri, una que permite experimentar el futuro diseñado por el anhelo. Idear lo inexistente ofrece posibilidades de realidad. El tercer capítulo de la serie Cosmos con Carl Sagan que está en youtube, menciona un libro que me gustaría leer, escrito por el reconocido astrónomo Johannes Kepler en latín: “Somnium”, traducido como “El sueño”, el primer libro de ciencia ficción dice Sagan, de 1634, donde se permite la libertad para establecer viajes oníricos hacia la luna. Silvio Rodríguez dice una frase en el video clip “El sol no da de beber” que de pequeño me ha impactado: “Para mí la realidad no solo es lo que respiro, escucho, veo, toco, la realidad también es lo que imagino, la realidad es lo que ansío”. Quizás Silvio consumía Spinoza. No me devanaba los sesos, pero ahora entiendo mejor que es parte de la avanzada idea por recuperar la naturaleza humana.
La imaginación -como subjetivación de lo público- abre los candados de los acuerdos políticos, deroga las normas establecidas, establece la organización del infinito. ¿Habría que cerrar alguna posibilidad de que algo es imposible para la imaginación? Si nos permitimos soñar a tal punto, podríamos idear por ejemplo una ciudad como expresión auténtica de lo que realmente somos, o un país constituido por la inmanencia de sus constituciones. ¿No es acaso esta una idea alegre? En la cuarta parte de su Ética Spinoza dice: “Nadie puede desear ser feliz, obrar bien y vivir bien, si no desea al mismo tiempo ser, obrar y vivir, esto es, existir en el acto” pg. 202. No conservarnos nos vuelve impotentes y castrados de voluntad. En tanto, en este filósofo del siglo XVII, no habría que pensar estas ideas en el sujeto individual, sino que colectivo porque las afecciones son naturales e inherentes, posibilitando la imaginación del sujeto grupal, políticamente en la idea de Estado como el timo nacional, aquel organismo de entusiasmo y deseo para preservar en la existencia común. Judith Butler lo aclara mejor cuando dice que “perseverar en el propio ser” significa vivir en un mundo que promueve el valor de la vida de los demás y de la propia. Si no nos afectáramos por lo que ocurre con otros sujetos atómicos, podríamos pensar en la individualidad como principio natural.
La filosofía política presenta una bifurcación teorética entre dos posturas: las normas hacen las formas de vida, o las formas de vida hacen las normas. No es difícil sospechar en cuál de las dos opciones mora la libertad, puesto que las formas de vida al verlas como productoras de normas, a consecuencia de su propia existencia, ejercen una inclinación por manifestar la colectividad como condición natural de nuestra especie, esto quiere decir que somos constituyentes antes que constituidos, ya que las inter-acciones son inherentes en la composición social. La libertad radicaría pues en el alcance colectivo, más que en la realización individual, y la imaginación sería un recurso libertario cuando existimos colectivamente.
Franco Caballero Vásquez