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LA INSORPORTABLE LEVEDAD DEL S.I.P. por Juan Carlos Pérez de la Maza

Llamo así, S.I.R., al Sistema Institucional Republicano, un entramado complejo de entidades que, a través de nuestra Historia, han tenido un rol relevante en la estructuración, conformación y devenir de nuestro país. Y que, desde hace un tiempo, no hacen sino atenuar, disminuir y contraer dicha relevancia, en perjuicio de ellas y, mucho más grave, en desmedro de la solidez que la sociedad chilena requeriría, para sobrellevar estos tiempos revueltos.

Advierto que este fenómeno se inició antes de la Convención Constitucional. Hace décadas. No obstante, a partir de la instalación del órgano redactor, este declive no para de amenazar la trascendencia que algunas instituciones republicanas han tenido en nuestra Historia.

Comencemos por el Congreso, más antiguo que la propia Presidencia de la República. Institución señera en la conformación del orden republicano que, en las últimas décadas, ha mostrado un notable descenso en la valía intelectual de sus miembros, en la calidad de su labor y en la excelencia que la ciudadanía espera de sus representantes. No es necesario abundar demasiado en ejemplos. Baste mencionar que por allí pasaron políticos de la talla de Manuel Montt, José Manuel Balmaceda, Arturo Alessandri, Pedro Aguirre Cerda o Eduardo Frei Montalva. Pero también fueron parte del Congreso intelectuales de la estatura de Benjamín Vicuña Mackenna, Valentín Letelier o Pablo Neruda. El liderazgo, la visión política y la perspectiva histórica notable de gente así, hoy se echa de menos. Y es probable que eso haya incidido en la pérdida de importancia de una institución otrora tan significativa. Y quizás eso permite explicar, también, el empeño de muchos por cambiar su estructura, alterar sus funciones y disminuir sus requisitos de integración.

Por otra parte, el ascendiente de la Iglesia y del Ejército en la conformación del “Estado en forma” ha sido sustancial en nuestra Historia. Sin abonar ni clericalismo ni militarismo, resulta innegable la influencia de ambas instituciones en esa conformación, estemos o no de acuerdo con sus resultados. No obstante, sería muy aventurado afirmar que hoy pudieran ser capaces de hacer siquiera sugerencias. Las dolorosas acusaciones que pesan sobre miembros de ambas instituciones, trascienden los casos particulares y dañan severamente la preeminencia que alguna vez tuvieron esas entidades. La Iglesia no ha logrado articular una defensa de la libertad educacional, del derecho preferente de los padres a elegir la educación de sus hijos, o la defensa de la vida frente al aborto libre. El Ejército, perplejo ante las acusaciones de conductas ilícitas a algunos de sus más altos mandos, soportará sin reclamos ni quejas, presumo que más estoico que conforme, los cambios que la Convención y las nuevas autoridades quieran inferirle.

Esta creciente levedad que advierto en numerosas instituciones, no afecta sólo a las señaladas. Otras, tales como los partidos políticos, los colegios profesionales, las entidades sindicales, las asociaciones empresariales o las universidades, también han mostrado ese declinar de su fuerza modeladora de la sociedad chilena. Antaño, bastaba una simple declaración pública de apoyo, una clara señal de discrepancia, una convocatoria a rechazar o apoyar una determinada cuestión, para enmendar o refrendar el rumbo de la República. Hoy, en cambio, numerosas instituciones han reducido hasta la insignificancia aquella preponderancia. Lo que opinen los partidos políticos, la Iglesia, las entidades gremiales o las Fuerzas Armadas es, casi, irrelevante. El mundo contemporáneo pareciera otorgar mucha más importancia, más peso e influencia, a las opiniones expresadas en las redes sociales, en los estudios de opinión pública o los programas de televisión. El problema de ello es que, por la naturaleza misma de las fuentes donde son recogidas esas expresiones, estas son “líquidas”, maleables, cambiantes. No hay en ellas un sustrato que permita da continuidad y estabilidad a meras opiniones, de las que, además, nadie se hace cargo ni respalda.

A medida que esta progresiva levedad se vaya extendiendo, en desmedro del rigor de instituciones de larga data, mayor experiencia y solidez estructural, la institucionalidad republicana seguirá resintiéndose y semejándonos a países que producen bananas y malos ejemplos.

Juan Carlos Pérez de La Maza

Licenciado en Historia

Egresado de Derecho

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