Hace unos días la presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum, informó que el Rey de España no estará entre los invitados a la ceremonia de cambio de mando que tendrá lugar el 1 de octubre en aquel país. La situación ha sido interpretada como un desaire diplomático mayúsculo, toda vez que el Monarca español, como Jefe de Estado, siempre ha estado presente en estas ceremonias, no sólo en México, sino en la mayoría de los países hispanoamericanos.
El actual rey de España, Felipe VI, asistió como Príncipe de Asturias, a la toma de posesión de los presidentes Felipe Calderón, en 2002 y Enrique Peña Nieto en 2008. Y, ya como Monarca, concurrió a la toma del mando de López Obrador en 2018. Eso, en México. Pero, además, el actual rey español ha asistido como tal a otras 17 ceremonias similares entre los años 2018 y 2024, incluida la chilena en 2022. Y, si consideramos su presencia como Príncipe heredero del trono español, totaliza nada menos que 69 cambios de mando latinoamericanos. O sea, se podría decir que es un invitado casi ineludible. Excepto ahora, en México.
La presencia del monarca español en estas significativas ocasiones ha sido, siempre, considerada como una forma simbólica de afirmar los vínculos históricos que unen a su país con las naciones americanas. Además, esa presencia genera una suerte de hilo conductor, frente a tantos cambios de mando en estos países. Por último, la ausencia de ese alto invitado en alguna de dichas ceremonias ha servido para resaltar ciertos puntos políticos (no asistió a la toma del mando de Bolsonaro, ni Bukele, ni Maduro).
El actual conflicto diplomático se generó cuando, a pocos meses de asumir la presidencia de México, López Obrador envió una carta a Felipe VI en la que pedía que el Jefe de Estado español reconociera los «errores» cometidos por los conquistadores hispánicos, admitiera su responsabilidad histórica por esas ofensas y ofreciera las disculpas o los resarcimientos políticos que convinieran. Más tarde, y pese al firme rechazo del Gobierno español al tenor de la carta y las pretensiones que contenía, el Mandatario mexicano insistió en numerosas ocasiones en la exigencia de que España, representada por su Rey, pidiera perdón por la conducta de aquellos conquistadores en el siglo XVI. Demás está decir que la misiva nunca obtuvo una respuesta y, tampoco, se ofrecieron las disculpas que el mexicano exigía. Y, en ese contexto, llegamos a la actualidad, en la que la flamante presidenta electa decide no invitar al Monarca, basándose en la no respuesta de la citada carta y la ausencia de las disculpas que en ella se pedían.
¿Corresponde que, transcurrido 500 años, se exija disculpas por el actuar de aquellos conquistadores, inmersos en un contexto social, religioso y cultural tan diferente al actual? ¿Es prudente juzgar y condenar hoy, con nuestros valores y principios, conductas tan lejanas? ¿Se puede andar por el mundo exigiendo disculpas a los hijos por los supuestos pecados de los padres? Una actitud como la descrita, ¿no nos conduciría a enjuiciar a todos nuestros antepasados, hasta llegar al propio Adán? De adoptar el anterior comportamiento como pauta nos llevaría a una cacería histórica sin fin. Los actuales italianos, entonces, deberían pedir perdón por los excesos cometidos por las centurias romanas en la conquista de Hispania, de la Galia o de Britania. Los franceses, alemanes y otros, debieran disculparse por las violentas invasiones con las cuales sus antepasados galos y germanos derribaron el Imperio Romano. Y los árabes de hoy tendrían que ofrecer disculpas por la sangre española derramada cuando sus abuelos invadieron la península en el siglo VIII. Y los turcos, y los chinos, y los mongoles y… así hasta casi el infinito.
A propósito de la exigencia mexicana, convendría no olvidar que los mexicas (aztecas) practicaban unas campañas militares horrorosas contra sus vecinos para capturarles, esclavizarles y sacrificarles (antropofagia incluida) en homenaje a sus dioses. Por eso, creo que, así como ningún padre está exento de pecado, ningún hijo está obligado por aquella culpa. Mejor pensar en el futuro, en nuestro próximo cambio de mando y a quienes nos gustaría invitar.
Juna Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho