Fue Gustavo Ross Santa María, ministro de Hacienda en el segundo gobierno de Alessandri Palma, quien dijo que Chile es como un enorme tren, con muchos carros llenos de recursos, pero al que faltaba una locomotora que le impulsara y le diera ese empuje inicial, estímulo que permitiría al país avanzar por sendas de desarrollo y prosperidad.
Es que en estos días de tanta tragedia, el destino quiso sumar una más a este caluroso devenir veraniego, llevándose la vida de quien fuera uno de los más destacados estadistas de los últimos 50 años de nuestra Historia. Y, en medio de tanto recordatorio, tanta ceremonia y, especialmente, tantos ritos republicanos, recordé a aquel economista que, hace casi un siglo, consiguió que Chile se sobrepusiera a la gigantesca crisis que embargaba al mundo. Él, Ross Santa María, decía lo que puse al inicio, que el país requería de una locomotora que le impulsara nuevamente.
Sebastián Piñera, en sus primeros años en la política, recibió el apodo de “locomotora”, un merecido sobrenombre que le retrata de cuerpo entero. Su innegable inteligencia superior, la que muchas veces le hacía pensar más rápido que lo que podía hablar; su energía desbordante, que en tantas ocasiones le empujaba con impaciencia temeraria; su memoria prodigiosa, que le hacía exhibir un manejo de datos, cifras y detalles asombroso; todas esas cualidades, y muchas más, explican la razón de aquel apodo.
Y, como siempre he creido que la Providencia pone a las mejores personas en los lugares precisos, estoy convencido que este fue el caso del Presidente Piñera. ¿Quién mejor que él, para encabezar la reconstrucción de buena parte del país, destrozado por el terremoto de 2010? Sirve recordar, siempre, que fue él, en los minutos iniciales de su primer gobierno, quien encabezó, con la energía, la inteligencia y la convicción que le caracterizaban, esa gigantesca tarea. Organizó equipos, estableció metas (al ministro Lavín, por ejemplo, exigiéndole normalizar el año escolar en 45 días, y poner en clases a 1,2 millones de niños y jóvenes cuyos establecimientos se habían derrumbado) y supervisó hasta los detalles más mínimos de una labor que permitió que antes de la llegada del invierno, los damnificados tuvieran un techo sobre sus cabezas y los desempleados un trabajo con el que enfrentar la adversidad.
Más tarde, e insisto en la Providencia, fue este Mandatario quien, con persistencia casi obstinada, prometió a las 33 familias y a todo el país, que rescataría de las entrañas de la tierra, a aquellos mineros atrapados. Y, cuando tantos presagiaban una tragedia de la que el Presidente debía alejarse, él nuevamente formó equipos, buscó recursos y favoreció inventivas que, al fin, trajeron a la superficie y a la vida, a aquellos sufridos hombres. Una gesta increíble, inolvidable y elocuente, admirada universalmente. Y que sirvió, una vez más, para retratar el talante del estadista que, en aquellos años, gobernaba Chile.
Y, mucho más cercana a nuestro tiempo y nuestro recuerdos, la eficiencia, la valentía y la convicción con que su gobierno enfrentó la pandemia que asolaba al mundo en 2020. Chile dispuso de recursos, armó equipos y adquirió vacunas antes que muchos. Puso en marcha una gigantesca operación de salud pública, nunca vista en Chile y admirada a nivel internacional. Cuando muchos otros países se debatían en el drama de la “última cama”, los cementerios abarrotados y el temor angustiante, el nuestro enfrentaba la tragedia como pocos, con vacunación universal, con aportes económicos estatales para sobrellevar las cuarentenas y con la confianza de saber que, quien estaba a cargo, era la mejor persona para ese cometido.
La reconstrucción tras el terremoto, el rescate de los mineros, la superación de la pandemia son, apenas, pinceladas de un retrato muchísimo más amplio. Una semblanza como la que Sebastián Piñera merece, sólo podrá ser hecha en las paginas de la Historia del país y en las mentes y corazones de los millones de chilenos que vivimos en los años que él, cual locomotora, empujaba, conducía y guiaba nuestro país, al desarrollo que soñamos.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho