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LA MODISTA DE LA CONSTITUCIÓN por Juan Carlos Pérez de la Maza

Imagine que la Sra. que lee esta Columna quiere lucir un vestido nuevo en la primavera que se aproxima. Por supuesto, tiene otros, pero estima que ya no son adecuados, que están un poco pasados de moda, que el color no le sienta y, la verdad, ya no le gustan. Entonces, invierte en telas, hilos, botones y demás, y encomienda a la modista del barrio que le confeccione uno a la medida de su gusto. No le saldrá barato, pero la Sra. estima que lo necesita, lo quiere y lo merece. Pero, llegado el día de la entrega, el vestido no le agrada para nada. Los colores ni botones combinan, el diseño no es el que pidió, tampoco las terminaciones ni la manera en que le queda. La modista, afligida, ofrece ajustarlo un poco por aquí, cambiarle algo por allá y se compromete a, una vez que lo luzca, hacerle los cambios que requiera. Todo, con tal que lo acepte. Pero la Sra. ya no cree en promesas de urgencia y desespero. El vestido es rechazado.

La historia anterior, pese a lo anticuada que pudiera ser (¿existen modistas aún?) pretende ser una regular metáfora del proceso constitucional que termina en 3 semanas. Porque la sociedad chilena decidió, en 2019, que requería de una Constitución nueva. Que reemplazara la antigua y se adaptara a estos tiempos y necesidades porque, decían en aquel momento, “Chile cambió”. Así, elegimos los “modistos” constitucionales quienes, con mucha ira y poco estudio, emprendieron la tarea de confeccionarnos un proyecto de nueva Constitución. Sin embargo, diseñaron lo que, a todas luces, no es lo que queríamos. Sea que se excedieron en ofrecer derechos, olvidando los deberes, sea que desarticularon en vez de unir la sociedad chilena, los afanes refundacionales de la Convención crearon un “modelito” muy diferente a “lo que siempre soñé”, como dijo, con pocas ganas y menos convicción, la ex presidenta Bachelet, cuando se negó a encabezar la campaña del Apruebo, intuyendo la derrota.

Por eso, porque es inminente el rechazo, la semana que termina nos mostró la patética imagen de connotados dirigentes del socialismo democrático y del otro, que discurrían, discutían y corrían en círculo, tratando de arreglar el vestido en cuestión. Prestos a aseverar y prometer que, una vez aprobado el proyecto, le someterán a cambios, reformas y ajustes por doquier, no advirtieron que, con su desespero, sólo consiguen confirmar lo que la inmensa mayoría ciudadana ya sabe: que el “vestido” en cuestión es un esperpento que ni se aproxima siquiera a nuestros deseos, que incitaría aún más la discordia social y nos impondría un régimen estatista muy lejano a los anhelos de los chilenos.

La experiencia que, como sociedad, obtendremos de este proceso constituyente frustrado, también podría aproximarse a la metáfora del comienzo. Porque la hipotética Sra. que anhelaba un vestido nuevo, no lo tendrá esta primavera. Sus ansias, justificadas, le llevaron a elegir mal a los “modistos”. Inexpertos, soberbios y sectarios, no pudieron, supieron ni quisieron redactar una Carta Magna comprensiva, acogedora y representativa de los chilenos.  Mas, que el traje en cuestión resultara un adefesio, no debiera ser razón para renunciar a tener uno. Si esta etapa del proceso no lograra el cometido, no debiera frustrar las esperanzas de perfeccionar nuestra institucionalidad. El anhelo de un marco constitucional que se haga cargo de subsanar imperfecciones, impulsar una modernización inclusiva y comprensiva, no excluyente ni disgregadora, debiera persistir.  Sin embargo, la nueva etapa constituyente que, estamos seguros habrá de iniciarse el lunes 5, debiera hacerse cargo de que el “traje a la medida” fue rechazado por haber sido un intento aficionado, que despreció nuestra tradición histórica y confundió los antojos y las ansias de unos pocos, con la legítima voluntad popular mayoritaria.

La soberbia de unos “modistos” aficionados no debiera alejar las justas esperanzas de millones de chilenos que, queriendo un traje nuevo, no están dispuestos a aceptar cualquier vestido, sino uno que se ajuste a sus deseos, a su naturaleza y sus requerimientos. Por eso, rechacemos el mamarracho y las promesas de remiendos que se nos ofrece, y empecemos, con mejores modistos, a confeccionar el vestido nuevo que Chile merece.

Juan Carlos Pérez de La Maza

Licenciado en Historia

Egresado de Derecho

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