En septiembre de 2019, el autor de este artículo finalizó una exhaustiva investigación iniciada más de un año antes, que tuvo como objetivos encontrar información biográfica sobre los oficiales del Batallón Talca, sargento mayor Ruperto Vergara y el subteniente Gabriel Armas, así como de la entonces desconocida María Font o Fort viuda de Rivera.
Un<a vez finalizada, con el material encontrado se pensó editar un libro que, lamentablemente, la revolución octubrista truncó indefinidamente. He aquí la reseña de una desconocida mujer, que, a diferencia de otras destacadas en la historia de Talca, identificadas por cultivar la poesía -como Stella Corvalán-, la pintura -es el caso de Valeria Donoso-, la escultura -tal cual Olga Ojeda- o la narrativa –Marta Jara-, practicó la filantropía como filosofía de vida, dando lo mejor de sí a los demás con abnegación, entrega personal y espíritu de servicio. Así es, porque María Fort o Font Cádiz refulgió con luz propia en una sociedad que vivenció la Guerra del Pacífico en carne propia, y cuyo nombre y figura hasta hace poco habían pasado inadvertidos para la historia local.
Hallazgo de una fotografía
María Fort Cádiz Rivera nació en Valparaíso en 1842. Sus padres Ramón Fort y doña Carmen Cádiz, llegaron a residir a Talca cuando ella era una pequeña niña de un año. Curiosamente, en todos los documentos encontrados, no figuraba su apellido materno. Por ende, reconstruir parte de la existencia de esa notable mujer ha sido y es un gran desafío y, a la vez, todo un acierto. La primera pieza de ese complejo puzzle historiográfico comenzó cuando los profesores e investigadores nacionales, José Altamirano y Pablo Ugarte, encontraron una añosa fotografía en los archivos de la Biblioteca Nacional.
A partir de ese momento, se dieron a la tarea de indagar la identidad del personaje femenino, que exhibía un vestido de finales del siglo XIX, amén de una mirada serena pero inquisidora, y ostentaba en su pecho tres medallas por servicios prestados a la causa chilena (una de ellas, la del lado derecho, otorgada en Valparaíso). Aquella imagen encontrada solo hacía referencia a una mujer: “M.c. de Rivera” (siglas y apellido), y adjunto a ella otro símbolo, una letra y un número: r1128. Con esos antecedentes se dieron a la tarea de desentrañar aquel acertijo, el que comenzó a dilucidarse apenas se abordó el desafío de determinar de quién se trataba. De esa manera, ambos estudiosos concluyeron que el código r1128 correspondía al número asignado al Registro Civil de Talca.
Con esos antecedentes, el articulista que suscribe solicitó una copia del Registro de Defunciones de esa ciudad, página 190, del 26 de diciembre de 1933. En ese documento se consignó el fallecimiento, el 25 de diciembre de 1933, a los 91 años, de María Fort Cádiz, viuda de Juan Ramón Rivera, en su domicilio de calle 2 Sur N° 1064, a las seis con 30 minutos, en Talca. Natural de Valparaíso, sin profesión. La causa de su deceso: arteriosclerosis. Fue sepultada privadamente en el Cementerio Municipal de la ciudad, de lo que un breve obituario publicado en una de las páginas del diario La Mañana del 27 de diciembre de 1933, dejó constancia:
“Ha dejado de existir la señora María Fort v. de Rivera. Sus restos fueron sepultados privadamente en el cementerio de esta ciudad el día 26 del corriente mes. Quedamos muy agradecidos de todas las personas que nos acompañaron. La familia y sus amigos”.
Su olvidada y fría tumba situada en el primer patio de la necrópolis talquina, exhibe una escueta placa en la que se lee: “A la noble y heroica actitud durante la Guerra de 1879 de María For de Rivera + 26 diciembre 1933. Edad 91 años”.
Al parecer, sus exequias no habrían sido un acontecimiento multitudinario, sino un modesto cortejo de un grupo reducido de personas (no se encontraron antecedentes en diarios de época consultados). Empero, en el sitio wikicharlie.cl se asevera que “a su muerte la ciudad entera estuvo de luto, con las banderas a media asta, inclusive las del regimiento, por órdenes del propio comandante. Los veteranos de la Guerra del Pacífico encabezados por el capitán Manuel Parot, le rindieron un pequeño homenaje, agradeciendo sus desvelos y cuidados”, sin citar la fuente de tales asertos.
Cantinera y protectora
Una vez constatada de manera irrefutable que la fotografía correspondía a María Fort Cádiz viuda de Rivera, heroína talquina de la Guerra del Pacífico, se pudo reconstruir una síntesis biográfica. En ese contexto, se sabe que María Font Cádiz contrajo matrimonio con Juan Ramón Rivera Moya, oficial de línea del Ejército, y quien en la Batalla de Chorrillos combatió con el grado de capitán ayudante del Regimiento Buin.
Mortalmente herido, falleció poco después. Entonces María tenía 38 años, y sin haber estado presencialmente en combate allá en el norte, le cupo una brillante participación desde Talca. Es indudable que la pérdida de su marido fue uno de los mayores dolores de su vida, el que intentó sobrellevar ayudando a los bravos guerreros de la Guerra del Pacifico talquinos. De esa manera, cuando el Batallón Talca regresó a su ciudad natal, el 23 de mayo de 1883, encabezado por su comandante, el coronel Alejandro Cruz Vergara, tomó la iniciativa junto a otras señoras de la sociedad local, de ayudar cuidando soldados heridos en los hospitales, hospicios y hasta en su propia casa. Numerosos testimonios dan cuenta que brindó cariño y hospedaje, regalando parte de su escaso dinero, tanto para que se alimentaran como para cancelar honorarios a otras personas por cuidar a esos abnegados veteranos de guerra.
Participó activamente en numerosas acciones filantrópicas, ayudando a recuperarse a decenas de soldados chilenos y talquinos de sus heridas, cuidándolos y dándoles cobijo en su hogar, a medida que regresaban del escenario bélico. Fue nombrada cantinera casi al final de la guerra, transformándose en una Florence Nigthingale talquina, ya que numerosos combatientes recibieron su atención y cuidados. Hoy sus restos descansan en un nicho olvidado del Cementerio de Talca, lejos del mausoleo de los veteranos de la Guerra del Pacífico, que es donde se piensa deberían estar, porque gracias a su abnegación descendientes de numerosas generaciones de talquinos y connacionales hoy pueden caminar tranquilamente por el suelo patrio y dar testimonio de su generosidad.
SU MARIDO
Juan Ramón Rivera Moya fue un destacado militar que nació en la Villa San Agustín de Talca el 31 de agosto de 1842. Hijo de Lorenzo B. Rivera y María Moya, en sus primeros días de escolar se educó en colegios locales. Posteriormente, en 1859, ingresó al Ejército a las filas del Regimiento de Línea Buin N°1, en el período de la Revolución de 1851, que hizo en Talca el caudillo político Ramón Vallejos contra el gobierno de don Manuel Montt. De ese modo, hizo las campañas de la Guerra con España (1865-1866) y las de Arauco hasta 1867, siendo uno de los fundadores de Mulchén, San Carlos de Purén y Curaco, pueblos situados en pleno corazón de la Araucanía.
Casado con doña María Fort Cádiz, en 1879 emprendió la campaña a Perú y Bolivia con el grado de capitán, destacándose por pelear bizarramente en Pisagua, San Francisco, Los Ángeles y Chorrillos (toma del cerro San Juan), rindiendo gloriosamente la vida en esa última batalla en la que sirvió como capitán ayudante del Regimiento Buin (recibió una herida mortal bajo su hombro izquierdo). El siguiente extracto de las memorias del corresponsal de guerra Eduardo Hepmel -integrante del círculo más cercano al general Manuel Baquedano-, relata su encuentro con el capitán talquino en el lugar donde fue mortalmente herido. “17 de enero 1881 Chorrillos.
Proseguimos la marcha en dirección a las casas de San Juan, por el mismo camino que había tomado la División Sotomayor. Al dar la vuelta por la falda de un morro elevado y donde ya flameaba una bandera chilena, sobre los cañones peruanos, encontramos bajo una ruca improvisada, al capitán ayudante del Buin, Juan Ramón Rivera Moya, gravemente herido, un poco más abajo del hombro izquierdo, asistido por dos soldados. El general Manuel Baquedano, que había tenido anteriormente la ocasión de conocer al bravo capitán talquino, en la expedición de Moquegua y en la Batalla de los Ángeles, donde también se había distinguido por su valor y bravura, se acercó a él y después de felicitarlo a nombre de Chile y en el suyo propio agrego: ‘Siento infinito su herida capitán y espero pronto sanará’.
– ‘Esto no es nada mi general’, contestó, incorporándose, el valiente Rivera. ‘Qué importa la vida si podemos dar glorias a nuestra patria…’. Estas palabras nacían de lo más íntimo del alma, del más acendrado patriotismo… y yo me pregunto: ¿Cómo no vencer con hombres con este temple? ¿Cómo no vencer con hombres que al borde de la tumba solo piensan en su patria y han hecho desde este principio, la abnegación de su vida y de su sangre en aras de su misma patria recuerdo y adoración de todos sus momentos?” (Benjamín Vicuña Mackenna).
Documentos que evidencian el reconocimiento de viuda del capitán Juan Rivera y el correspondiente pago de un montepío anual.