El lunes 24 de octubre cumple 77 años desde su fundación en San Francisco, California, liderada principalmente por el expresidente norteamericano Franklin Roosvelt, fundamentada en las nociones de derecho internacional de Hans Kelsen, para garantizar la paz universal y estable. Kelsen es un jurista austriaco defensor de la democracia y opositor a los sistemas presidencialistas, como se refleja en su crítica a la Constitución chilena de 1925 por ser muy rígida, diciendo lo siguiente: “La nueva constitución chilena es producto de aquel movimiento antiparlamentario que hoy se propaga también en Europa… Ya la forma de nominación del Presidente a través de elecciones directas y la fijación del período de seis años dan muestra de la forma de organizar la democracia chilena a través de una República presidencialista. Con todo, la constitución incluye una serie de disposiciones que conducen desde ahí hasta muy cerca de las fronteras de aquello que hoy se acostumbra a denominar una dictadura” (Extracto que Wikipedia utiliza de ejemplo para mencionar la obra de Kelsen). Este argumento nos podría servir para hilar la idea del presidencialismo y el patrón de fundo en Chile, pero no es lo que nos convoca, por ahora.
La Organización de Naciones Unidas (ONU) nace fundamentada en Kelsen el año 1945, como reacción a las dos guerras mundiales con el propósito de solventar la paz y la seguridad a nivel mundial, fomentar las relaciones entre los países, pudiendo, además, colaborar en la resolución de las problemáticas universales, al mismo tiempo que rigiéndose por leyes globales mediante el Estatuto de la Corte Internacional de Justicia, fundado en la misma instancia. Su sede está en Nueva York, Estados Unidos, con una naturaleza extraterritorial, así como las embajadas. Tres años después de su fundación la ONU establece la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) sentando las bases de un nuevo orden internacional o un “ideal común para todos los pueblos y naciones” permitiendo una lógica soberana hasta en la más mínima empresa o agrupación nacional.
Sus miembros son prácticamente todos los países “importantes” del mundo desde China, Rusia hasta el Reino Unido, Estados Unidos, Francia, Egipto, Arabia Saudita, India, etc. De los 197 países que reconoce la ONU, 193 son miembros. Es decir, que en definitivas cuentas la ONU es el orden mundial. Su naturaleza jurídica universal le permite regular los Estado-Nación estableciendo un poder que resta autonomía a estas entidades nacionales.
Para el filósofo italiano Antonio Negri, la ONU es el sujeto político que gobierna el mundo (“Imperio” 1990). Plantea que esta organización mundial no tiene centro territorial de poder, es descentralizado, tiene una identidad híbrida, sus jerarquías son flexibles y sus producciones económicas, políticas y culturales se superponen, se infiltran generando un crecimiento de sí misma. Por esto es que Negri ve en ella el imperio actual. Agrega que este opera sobre todos los registros del orden social uniendo lo económico con lo político generando un orden capitalista, sobredeterminando las potencias imperialistas del mundo.
Por otra parte, la repartición de los DDHH que dictamina la ONU está desigualmente distribuida. La globalidad permite atender el fenómeno migratorio, en el que los migrantes, que son la 5ta población más poblada con 230 millones de personas son víctimas de la diferenciación de Derechos Humanos que existe entre uno y otro país, generando una “anarquía internacional” al establecerse la ley de la nación más fuerte, esto indica que unos países tienen más DDHH que otros (“La comunidad dislocada” Penchaszadeh, 2017) generando hostilidad hacia quienes no están reconocidos por alguna comunidad política. Aun así, los DDHH para Negri son las armas pacíficas más poderosas del orden mundial, al conducir “guerras justas” sin armas, sin violencias y sin fronteras, haciendo evidente la diferencia en naciones que justifican con los DDHH acciones cuestionables, ante otras que no les queda más que padecerlos.
La Asamblea General de la ONU ha resuelto adoptar un plan de sostenibilidad llamado Agenda 2030, que busca regular los programas de desarrollo mundial prevaleciendo la atención de los más necesitados para cumplir con su gran meta: Poner fin a la pobreza en el mundo, erradicando el hambre y asegurando los recursos alimenticios (www.un.org). Además, busca: garantizar una vida sana, lograr igualdad de género, educación de calidad, democratizar el acceso al agua y a la energía, adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático, promover la paz y posibilitar los accesos a la justicia. Esta agenda representa un acuerdo multilateral entre gobiernos, compatibilizando las políticas nacionales en pro del comercio internacional y el resguardo por el bienestar global.
Franco Caballero Vásquez