Es fundamental estimular a los hijos e hijas, desde el vientre materno y a través de ambos progenitores. Las madres no deben asumir el papel de cuidadoras principales; los padres deben participar activamente en el cuidado de los niños y niñas, ya que, en conjunto, son los primeros formadores de sus hijos antes de la educación formal.
La participación de ambos progenitores impacta positivamente en el rendimiento escolar, generando un vínculo parental afectivo y seguro que fomenta la confianza en sí mismos y la seguridad en sus capacidades y habilidades. Además, el estímulo positivo que reciben se convierte en una herramienta esencial para desenvolverse en el mundo, sin importar la edad.
La buena relación con ambos padres se enriquece cuando incluye el juego, la diversión y los buenos momentos, sin descuidar la formación. Recordemos que el juego es innato, necesario y constituye una vía de aprendizaje característica de los seres humanos.
La familia constituye, indiscutiblemente, el núcleo central básico y el primer espacio de crecimiento y socialización, en cuanto a necesidades básicas, convivencia e interacciones. En ella se establecen los vínculos afectivos más importantes, así como la incorporación de valores, pautas, normas y hábitos propios de su grupo social y cultural. Es en este entorno donde se desarrollan las principales actuaciones en sociedad y se reciben manifestaciones de protección, afecto, cuidado, estimulación y oportunidades para el aprendizaje y el desarrollo integral.
Por ello, se sugiere pasar tiempo de calidad con los niños y niñas: leer, jugar, contar cuentos, dibujar, bailar, hacer chistes, pasear y cantar, actividades que resultan fructíferas para su desarrollo en múltiples aspectos.
Dra. Sandra Castro Berna
Académica
Escuela de Educación Parvularia
Universidad Católica del Maule (UCM) sede Curicó
