Dicen que a las palabras se las lleva el viento, lo cual les confiere una levedad que no se condice con otros refranes propios de la sabiduría popular. Pero, lo cierto es que desde que el lenguaje verbal fue creado, probablemente hace varios millones de años, no ha cesado de acumular componentes, variantes y poderes. Es que las palabras son poderosas. Con ellas no sólo podemos describir la realidad sino, según Maturana y otros, también pueden crearla. De ahí la trascendencia de las palabras, su correcto uso y, especialmente, la sutileza de su elección.
El programa de gobierno propuesto a la ciudadanía en 2021 por el, entonces, candidato presidencial Boric, prometía condonar las deudas que muchos jóvenes y adultos mantenían con el sistema de financiamiento de la educación superior, el denominado Crédito con Aval del Estado. Miles, más bien cientos de miles de deudores, estimaron que la promesa era suficiente aliciente como para votar por ese candidato. Sacarse de encima esa deuda era enormemente atractivo. Condonar una deuda puede hacer una tremenda diferencia en la situación económica de cualquiera. Hay promesas electorales poderosas, pero cuando se promete un alivio económico concreto (el CAE, la Deuda Histórica y otras ofertas similares), esa promesa es irrefrenable. Tanto que, apenas electo el joven Presidente, una de las súplicas que le hacían quienes acudían en romería a verlo a “la Moneda chica” antes que asumiera, era que no se olvidara de la promesa de condonar el CAE. Y, mientras tanto asumía, fueron miles los que dejaron de pagar, a la espera de la condonación. Tal era la fe que le tenían al recién electo Primer Mandatario, que miles se transformaron en morosos libremente. No por descaro, sino por testimonio de fe.
Pero, si bien las palabras pueden construir realidades, las finanzas también lo pueden hacer. Y el Ministro de Hacienda siempre se mostró cauteloso y recatado frente a lo prometido. Y la promesa se postergó. Y volvió a postergarse. Y, ahora, a la espera del discurso del sábado 1° de junio, cuando el gobierno pareciera estar harto exiguo en resultados que exhibir en su tercera Cuenta Pública, se decidió echar mano a la antigua promesa que tantos votos le atrajo. Y se revivió la oferta. Sólo que, ahora, cambiando sutilmente las palabras. Igual que en las obras de Orwell, en que las palabras mutan y adquieren significados diferentes, el gobierno emplea unas nuevas. Parecidas, pero diferentes.
Por eso, ninguna autoridad ministerial ha vuelto a hablar de condonación por estos días. Ahora, desde Interior, Educación o la vocería, al unísono, hablan de una “solución” al problema. Y se desecha, por intrascendente, discutir la sutileza del cambio lingüístico. No obstante, el Lector y cualquier persona con comprensión básica del lenguaje entenderá que no es lo mismo una condonación (liberación de una deuda, otorgada gratuitamente por el acreedor a favor del deudor) que una solución (arreglar, componer o reparar una dificultad). Así de claro. Cuando el programa del, hoy, Presidente prometía “…condonación universal de las deudas educativas”, lo que esos miles de deudores-votantes entendieron (y por eso marcaron aquella preferencia) era que Boric, una vez Presidente, eliminaría sus deudas. Nunca se les pasó por la mente que el programa dijera “… no será borrón y cuenta nueva”, como se señaló ahora. Es que la “solución” ahora prometida, podría no ser igual que la condonación. Si es que se llega a concretar, porque, además, la mentada solución sólo se dará a conocer, en sus detalles, en septiembre. Y, a partir de entonces, comenzará el largo trámite legislativo que, sin duda alguna, tardará muchos meses y cruzará toda la campaña parlamentaria del año próximo.
Por todo esto, vislumbro que, el próximo año, tendremos candidatos que, ahora sí, prometerán condonar la famosa deuda del CAE. Con esa palabra. Y subrayada en sus programas. Pero, así como el subrayado se puede eliminar y a las palabras se las puede reemplazar, es posible pensar que esa promesa también podría mutar. Total, ya sabemos que toda promesa, y en especial las hechas antes de una elección, está formada por palabras. Y, a estas, se las puede llevar el viento.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho