Al decir de un amigo que sabe de estas cosas, el fútbol más entretenido es aquel de la categoría que hoy se denomina Primera B. O, mejor aún, si los contrincantes pertenecen a la Segunda División. Dice él que nada es más entretenido que observar los denodados ánimos que se despliegan en la cancha, no siempre empastada, en que se enfrentan jugadores que no son estrellas, y ellos lo saben, pero que guardan la secreta esperanza de llegar a serlo. Alguna vez.
Supondrá el Lector las razones que trajeron a mi memoria las opiniones de mi amigo, considerando que el deporte, y el fútbol en particular, no ha estado nunca entre mis aficiones más queridas. Y la política sí lo está. Por eso, cuando a inicios de la semana que termina, un variado grupo de conspicuos y entusiastas ciudadanos concurrieron al Servicio Electoral a inscribir sus nombres como candidatos a la Presidencia de la República, viendo el listado, no pude evitar recordar las opiniones de mi amigo. Porque los aspirantes eran nueve y conformaban una gama tan granada, tan soberbia, gallarda y belicosa, que ninguno merecía salir antes de tiempo de la pugna. Sin embargo, Ud., yo y la ciudadanía informada, sabemos que no todos van a ser Presidentes. No esta vez, al menos. Dos de ellos no alcanzaron a pisar la cancha siquiera. Por eso, como en el cuento de los perritos, esta Columna sigue con los siete que quedaron.
Se hace necesario distinguir en estos siete, como en el fútbol, aquellos que integrarían una suerte de divisiones: los que podrían estar en Primera A, los que francamente están en la Primera B y los que, con sincera pesadumbre, debo señalar que sólo les alcanza para la Segunda División. Paso a hacer la clasificación, advirtiendo que lo hago lleno de prejuicios, parcialidades, escrúpulos, caprichos y mala información. Y que puedo equivocarme. Y la culpa, como me tiene enseñado mi mujer, sólo será mía. Por eso, por mi culpa, por mi culpa y por mi gran culpa, estoy dispuesto a admitir mis yerros y, en pública contrición, tragarme mis palabras si alguien de Segunda, se instala en La Moneda desde marzo.
Los de Primera División, hechas las prevenciones y en orden alfabético (único acto objetivo de esta columna) serían: Gabriel Boric y Sebastián Sichel. Nada más. Y nada menos, porque estoy seguro que en primera vuelta nadie ganará la Presidencia. Su encuentro será trascendental, pero sin gracia. Se apegarán a las reglas, serán responsables y no harán piruetas asombrosas. Tendrán demasiada conciencia de la magnitud de su disputa para arriesgar el partido en una temprana contorsión. Reservarán sus mejores jugadas para el segundo tiempo.
Un poco más sazón, seguramente, tendrá la campaña de la Primera B, en que pongo otros dos candidatos: José A. Kast y Yasna Provoste. Sus esperanzas son harto mayores que los números que hasta hoy marcan. Por eso, para acercar sus resultados a sus metas, harán unas cuantas maromas para atraer votos del respetable público, declaraciones impactantes, giros arriesgados y jugadas que desafiarán la gravedad y otras cuantas leyes. Será entretenido verlos.
Pero, sin duda, el espectáculo lo brindarán los demás candidatos. A los que he clasificado sin piedad, pero con respeto, en la Segunda división. Eduardo Artés, Marco Enríquez-Ominami y Franco Parisi. Su campaña sí que será sabrosa. Sin miedo a perder votos (el que nada tiene, nada teme), pero con ansias de aprovechar los minutos en cámara, desplegarán un arsenal de fintas increíbles, cachañas prodigiosas y gambetas improbables. En los debates serán maestros del dribling esquivando precisar cifras, datos y fuentes como nadie. Fingirán dolores indecibles por imaginarias faltas que les cometieron. Serán víctimas, casi mártires, en la cancha electoral.
Pero, sobre todo lo anterior, los candidatos de Segunda o de Primera B, buscarán su mejor ángulo para dar la ansiada entrevista que les permita, por unos momentos, imaginar que son estrellas, que todos les mirarán y corearán su nombre cuando anoten aquel gol que les lleve al triunfo y al balcón de La Moneda.