No es mi intención analizar los sistemas políticos que conviven en el mundo, ni suscribir a alguno de ellos, solo pretendo comentar un evento y evocar algunas peculiaridades de la historia.
España es una monarquía constitucional, como lo son Bélgica, los Países Bajos, Suecia, Dinamarca, Noruega y el Reino Unido. Es decir, el rey reina, pero no gobierna; quien lo hace, es el presidente del Gobierno o el primer ministro. El rey, como jefe de Estado, no tiene atribuciones políticas directas, quizás indirectas, representando internacionalmente al Estado, moderando y arbitrando en los periodos de crisis, señalándose que es una figura unificadora que representa la unidad nacional.
El 31 de octubre coincidiendo con su cumpleaños 18, Leonor pasó a ser mayor de edad prestando juramento de fidelidad a la Constitución española, lo mismo que ocurrió, en su momento y a sus respectivas constituciones, en Los Países Bajos, Noruega, Bélgica y Dinamarca.
En aquellos países hay personas que no están de acuerdo con la monarquía, pero soy un convencido después de conversar con muchos de ellos, que solo es un decir “de la boca para afuera”; todos coinciden que la monarquía renta mucho más que los gastos en que incurren. Un dato, España es visitada anualmente por 60 a 80 millones de turistas. Sí, como leen. Supongamos ahora que la mitad de dichos turistas visitan el palacio real y los demás castillos de España y adquieren los artículos que se relacionan con la monarquía, es de imaginar la cantidad de euros que engrosan las arcas fiscales. Eso mismo ocurre en todos los países nombrados.
Quienes hayan visto el juramento de Leonor, tomado por la presidenta de las Cortes, repararon que se realizó ante la presencia del presidente del gobierno, impecablemente vestido acorde al protocolo -dicho sea de paso, Pedro Sánchez es uno de los políticos españoles mejor vestidos a lo que ayuda su estampa-. En lo personal, eso me agrada, desconfío de aquellos que se disfrazan para acercarse al pueblo.
Llama la atención la preparación de la joven Leonor, habla 4 idiomas, cursa el primero de tres años en las diferentes ramas de la defensa nacional, luego debe optar por una carrera universitaria; su preparación quedó en evidencia en sus discursos, especialmente su dicción; como quisiéramos que nuestros jóvenes emularan en algo dichas cualidades. A mis alumnos, les señalo una y otra vez, que más de alguno o alguna, va a ocupar cargos relevantes en la república, por lo que deben preocuparse desde luego, estudiando para ser líderes del mañana, no solo instruidos, sino que además cultos; deben ser la primera línea, pero no de la violencia ni de la delincuencia, sino que de las ideas, de las propuestas. Les agrego que deben dominar, al menos dos idiomas fuera del nativo.
A propósito de juramentos, escuché a la periodista y escritora Pilar Eyre, recordar que el Justicia que tomaba juramento a los reyes de Aragón, usaba la siguiente fórmula: “Nos, que somos tanto como vos y todos juntos valemos más que vos, os hacemos reyes de Aragón, si juráis los fueros y si no, no”.
La fórmula contiene un principio fundamental: los mandantes (pueblo) detenta el poder, que lo delegan, conforme a sus prerrogativas, a un mandatario; que el pueblo mandante vale más que el mandatario y que éste detentará el poder delegado en la medida que respete la Constitución a la que juró fidelidad, y que si no cumple con ello, debe irse. Que simple, deberíamos copiar la fórmula.
El señalado juramento, la historia lo resume en la frase: “Por encima del hombre, ni el rey”.
Hay gobernantes, que sin ser reyes actúan como monarcas de los antiguos regímenes absolutistas. Se dicen demócratas, pero devienen en tiranos, aplaudidos por muchos que dicen ser contrarios a las monarquías constitucionales, qué inconsecuencia.
El reino de Aragón me hace recordar el lema de un escudo, tergiversado con el tiempo, “tanto monta monta tanto Fernando como Isabel”. Su origen está en “tanto monta cortar como desatar”, que significaba que los medios utilizados para resolver un problema no son importantes frente a la solución de éste, como lo demostró Alejandro al cortar el nudo gordiano.
El lema de los reyes católicos, demostraba igualdad de poderes, entre Fernando e Isabel, un anticipo a la igualdad de géneros. No era más Fernando que Isabel, ni Isabel era más que Fernando, eran iguales en poderes y autoridad; ¿fue así?, a mi parecer, no. Creo que fue más ella que él.
Rodrigo Biel Melgarejo
Abogado
Profesor Universidad de Talca