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Los costos de ser taxista en tiempos de aplicaciones digitales 

Cristian Albornoz es dirigente nacional de los colectiveros y taxistas. Con más de 20 años de experiencia en ambos gremios, sabe de lo que habla. Después de las movilizaciones de este año, por el alza de los combustibles y los problemas de seguridad, dice sentirse desilusionado. Poco y nada se ha sacado en limpio de las conversaciones con las autoridades (Texto y foto: Rodrigo Contreras Vergara)

Después de trabajar 20 años en los colectivos, Cristian Albornoz se cambió a un taxi gracias a un cupo que le dejó su padre.

Cristian Albornoz San Martín vivió muy de cerca las movilizaciones que los colectivos y taxis de Talca realizaron a mitad de año, exigiendo a las autoridades una solución a los problemas generados por el alza de los combustibles.

En calidad de director de la Coordinadora Nacional de Taxis y Colectivos, Albornoz se sentó en la mesa junto al delegado presidencial y a la seremi de Transportes. Los escuchó. Los miró a la cara. Opinó. Se alcanzó a ilusionar. Se habló de mejorar el tema de la seguridad, también de un mayor control a quienes trabajan con aplicaciones.

Albornoz quería que se replicara el bono que les entregaron el 2021, en plena pandemia. Pero transcurridos algunos meses, llegando a fin de año, las conversaciones, asegura el dirigente, quedaron en nada.

Estuvo 20 años trabajando en los colectivos. Hasta que su padre, Juan Albornoz Figueroa, le dejó el cupo de un taxi. Se estaciona en la Plaza de Armas, junto a la tradicional caseta y el letrero que le reserva espacio a cinco o seis taxis básicos.

“Mire -me explica- si cargo 20 mil pesos de combustible me descuentan 5 mil entre impuesto específico e IVA…Los ingresos han bajado prácticamente a la mitad…”.

Las cuentas no cuadran. Si antes gastaba 15 mil pesos al día, ahora son 25 mil. Y calcula que el alza en los costos diarios debe andar por los 7 mil pesos, lo que multiplicado por los días trabajados al mes da un total aproximado de 200 mil pesos menos en su sueldo, solo por alza de los combustibles. Y mientras tanto debe seguir apoyando a su hijo universitario que viaja todos los días a Curicó.

“Las mesas de trabajo ya no me sirven”, se queja Cristian, haciendo referencia al infructuoso diálogo con las autoridades locales. “Estamos un poco molestos”, acota. Si hasta viajó a Santiago a dejar una carta petitorio a la Subsecretaría de Hacienda. Pero nada. Así y todo, optó por no participar de la reciente movilización que protagonizaron los camioneros.

SEGURIDAD 

Recuerda que no hace mucho tiempo llegó un matrimonio que había sido asaltado en la micro. Venían asustados buscando un taxi para devolverse a su casa. Le dijeron, además, que no confiaban en las aplicaciones ya que no sabían quiénes eran los conductores y a dónde los podían llevar. En otra oportunidad se acercó una persona que venía saliendo de un banco frente a la plaza, también asustado, porque temía que lo hubieran “marcado”. Le dijo que, por seguridad, la mejor opción era tomar un taxi. Lo llevó a San Clemente.

“Ahora está desatada la delincuencia. Antes se podía andar tranquilo, dejar el auto en cualquier parte. Hoy no, andamos todos inquietos…”.

Todas estas historias se comentan en los grupos de whatsapp en los que participa. Uno de colectiveros, con 73 personas y otro de taxistas, con 35.

Hace unos 10 años, trabajando en un colectivo, lo asaltaron en la 8 Sur con 34 Oriente, antes que el sector estuviera más poblado. Lo atacaron y le fracturaron la clavícula. En otra ocasión lo amenazaron con un cuchillo. En total, lo han asaltado tres veces.

Está complicada la cosa. Los asaltos a la locomoción colectiva es cosa de todos los días. Se nota molesto Cristian Albornoz. También desilusionado. Los camioneros lograron algunas cosas. Las micros tienen una subvención. Pero los taxis y los colectivos “no tenemos ningún beneficio”. Y eso que, insiste, “somos un ingreso importante para el fisco” con el impuesto específico. Y agrega que “no entiendo por qué sigue subiendo la bencina…”.

Un joven se acerca empujando una silla de ruedas con una mujer adulta mayor. Pregunta si el taxi está libre. Sí, le responde Cristian. El joven le pide que se acerque más a la vereda para poder subir a la señora. Cristian abre el maletero para acomodar la silla de ruedas. Un par de fotos antes de marcharse.

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