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«Los niños de la Colonia Dignidad» por Gabriel Rodríguez

Novela de Lola Larra es un libro que estremece y no deja indiferente. Un viaje al abismo del mal y de la impunidad. Una historia que no debemos olvidar (por Gabriel Rodríguez Bustos)

De todos los delitos que acumuló Colonia Dignidad el abuso de los niños es tal vez el más horroroso.

La Corporación Sociedad Benefactora y Educacional Dignidad tendrá por objeto prestar ayuda a la niñez y juventud necesitadas mediante su educación física y moralmente sana dándoles instrucción moral, escolar, técnica y agrícola a fin de que puedan labrarse una vida digna”. Estatutos de Colonia Dignidad, Artículo 3.

Sprinters. Los niños de Colonia Dignidad”, de Lola Larra, aborda una vez más un fenómeno mundial: la secta alemana que llegó a la pre cordillera de Parral en 1961 para supuestamente ayudar a los niños y jóvenes necesitados y que se convirtió en un gueto lleno de alambradas donde se practicaba la pedofilia, la esclavitud, la tortura y donde se perpetraron al menos una cincuentena de asesinatos.

La novela desarrolla un original argumento: una periodista radicada en España viaja a Chile para escribir el guion de una película sobre el enclave alemán. Durante un año se entrevista con colonos, ex colonos y jóvenes abusados por Paul Schäfer. E inicia una extraña relación con Lutgarda, una colona que insiste en vivir en el predio y desea ser enterrada allí. Lutgarda esconde un terrible secreto y persiste en permanecer en el lugar, a pesar de haber sido violada y seguir sometida a los nuevos jerarcas que administran el misterioso recinto.

El guion de la película se centrará en la fuga de dos jóvenes, su amistad y la lucha de las madres por revelar los abusos pedófilos del “Tío Permanente”. Pero el proyectado largometraje es cancelado por falta de financiamiento, cuestión bastante común. La periodista sólo anhela regresar a España y continuar con su vida. Pero Lutgarda la mantiene atada al drama de la Colonia, con sus crímenes y su fachada.

UN FENÓMENO MUNDIAL

“En el caso de Dignidad había muchos monstruos sueltos, muy a la vista, en la superficie. En eso tenía razón mi amigo productor cuando decía que tenía todos los ingredientes para una película. Era fácil reconocerlos con apenas leer los titulares de las noticias que se habían publicado en España sobre ella: conexiones con el nazismo, colaboracionismo con la dictadura de Pinochet, un confuso y desconocido modelo de secta, oscuras redes internacionales relacionadas con el tráfico de armas y un último y todavía más, si cabe, escandaloso elemento: la pedofilia”.

Colonia Dignidad no es, ni será la primera secta que provocará escándalos, ni conducirá a crímenes. Pero es sin duda la que reúne la mayor cantidad de delitos a lo largo de 40 años sin que los organismos fiscalizadores del Estado, ni la justicia, investiguen y hagan respetar los derechos de niños, niñas y ciudadanos chilenos y alemanes. La perfecta fachada de la secta incluía un hospital que por años funcionó al margen de toda fiscalización y financiado por el Estado de Chile y una escuela. Ambas instituciones sirvieron para secuestrar y esclavizar niños varones y mujeres, todos ellos sometidos a los abusos de los Jerarcas y del líder Paul Schäfer.

Un tema que ha dado argumento para varias películas, series y documentales. Y que seguirá siendo objeto de estudios, investigaciones y libros. Se trata de indagar en un fenómeno siempre digno de estudio: la profundidad del mal, la manipulación religiosa llevada a la idiotez y la naturalización de la pedofilia en una comunidad.

Mientras más indaga la periodista en esta increíble historia, con mayor asombro querrá ir más lejos y develar al ser humano expuesto al ambiente retorcido, hipócrita y terrorífico de la secta de Schäfer. La novela incluye viñetas con ilustraciones y testimonios de ex colonos sobre la vida en ese lugar.

UNA TIERRA SIN LIBERTAD

“…sus habitantes vivían de la agricultura y la ganadería, y trabajaban en condiciones infrahumanas (y de forma gratuita) para su señor, el Tío Paul. En la colonia, el señor era omnipotente para decidir el destino de sus siervos. Los hombres y las mujeres no podían vivir juntos; ningún matrimonio se celebraba sin el consentimiento del líder, los hijos eran separados de sus padres. Nadie podía circular libremente fuera de las fronteras de la villa. Sus habitantes no poseían documentos de identidad. Tampoco tenían acceso a televisión, radio o prensa. Muchos eran tratados con fármacos, golpeados y castigados, e incluso se experimentaba con ellos en el hospital del recinto. Todos tenían que confesarse ante el Tío Paul, y delatar a sus compañeros”.

Lola Larra describe acertadamente el mundo insólito de Paul Schäfer y sus Jerarcas. Mundo que fue aceptado por décadas y defendido por muchos, incluyendo ex ministros, senadores, diputados, empresarios y un sector político del país que lo protegió frente a las denuncias de las madres de los niños violados.

Aunque se trata de una novela, no hay en ella ninguna especulación, ni ficción, que no tenga fundamentos en la lamentable realidad. De allí la fuerza narrativa de su historia. Aunque los personajes creados por la autora son ficticios, casi todos ellos tienen correlatos en la realidad.

EL PRIMER FUGADO 

No sabemos exactamente cuántos intentos de fuga protagonizaron los colonos mientras duró el reinado de Schäfer, capturado el año 2005 en Argentina. Probablemente fueron muchos. La mayoría  de los fugados terminaban capturados por los perros, los guardias armados o la policía chilena que los devolvía al enclave. Los colonos/as rebeldes recibían duros castigos, internados por meses en el hospital, sometidos a palizas, drogas y electroshock.

La primera fuga exitosa la protagonizó Wolfgang Muller en 1966, tras varios intentos fallidos. En Chile gobernaba Eduardo Frei Montalva. El joven alemán denunció las prácticas aberrantes de Schäfer y los Jerarcas. La prensa de la época le dio una enorme cobertura. Sin embargo, no hubo ninguna investigación de los organismos estatales, ni de la justicia, que permitiera poner fin a los delitos. Una Comisión del Parlamento concluyó que “no había irregularidades”. El único que insistió en denunciar sus aberraciones fue el senador Patricio Aylwin. ¿Qué hubo tras la impunidad del Tío Permanente y sus Jerarcas?

“En el año 1961, debido a denuncias de menores en Alemania, en la ciudad de Gronau, Paul Schäfer huyó a Chile y nos trajo en avión junto a otros tres o cuatro niños. Posteriormente fueron trasladados cerca de 50 niños más, vía Bélgica, pero no todos a la vez. Todos ellos fueron instruidos por él para que no declarasen ante la policía, amenazados de que, si hablaban, estábamos todos en peligro. Permanecimos breve tiempo en Santiago y compraron un predio a un grupo de italianos. Allí no había nada. Vivimos primero en carpas y nuestra primera tarea fue construir casas. La dirección de todo estaba en manos de Schäfer, nadie más se atrevía a asumir esa función. Ya en mi época comenzamos a construir nuestra propia cárcel con alambradas en los cercos. El control era para aquellos que querían fugarse. Varios hombres vigilaban”, Wolfgang Muller.

ESCLAVIZADOS 

“Yo use 14 años la misma ropa, un solo pantalón. ¿Cuántos parches tenía? No los conté, pero estaba parchado por todos lados. Y si trabajando o pescando me manchaba o me mojaba, no había nada para cambiarme”, Franz Baar, ex colono.

Recuerdo lo que me contó una vez Horst, otro ex colono: “Yo tenía un cepillo de dientes que me duró como 10 años, ya no tenía pelos”.

Mientras Schäfer manejaba un BMW los colonos y colonas se vestían con ropa usada que llegaba desde Alemania. Las familias de la secta que llegaron con Schäfer le entregaron todos sus bienes. Nunca más tendrían casa, ni nada que pudiera llamarse propio. Nadie sabe cuánta riqueza acumuló el enclave, pero establecieron empresas de todo tipo y llegaron a poseer 17 mil hectáreas.

Trabajaban 12 a 14 horas diarias. Jamás se les impuso para salud o previsión social. Hasta el 2005 sólo unos pocos conocían el dinero. Los niños comenzaban a trabajar a los 6 años. No celebraban cumpleaños, ni ninguna fiesta, salvo cuando recibían visitas importantes, entre ellas a Pinochet a quien le regalaron un BMW. Toda esa inmensa riqueza es producto del trabajo esclavo por cuarenta años y hoy muchos ex colonos no poseen nada.

“Él está arriba en el centro y manda todo. Después hay un grupo de unos 20 adultos, los jerarcas, más abajo los demás adultos, después los niños y, por último, están las mujeres. Este sistema funciona basado solo en el miedo y también gracias al espionaje mental y a la religión”, Wolfgang Muller.

LOS SPRINTERS 

No cualquier niño era sprinter (mensajero veloz). Sólo los elegidos por Schäfer. El pedófilo solía rodearse de cuatro niños que lo acompañaban todo el día. Era un privilegio acompañar el “jefe” en su BMW y comunicar sus órdenes. En la noche generalmente dormía con uno o dos de ellos. A veces los elegía en las duchas (bajo el actual restaurant de Villa Baviera) o simplemente los llevaba a su pieza y los duchaba en su baño privado. El criminal siempre portaba una pistola. Los informes médicos de los niños violados por Schäfer son categóricos. Es muy posible que en muchos casos usara drogas ya que muchas víctimas refieren tener recuerdos confusos de su paso por la pieza del “Tío Permanente”.

De todos los delitos que acumuló Colonia Dignidad el abuso de los niños es tal vez el más horroroso. Y el que permitió en 1997 que la justicia investigara y a la larga se persiguieran los delitos asociados a la secta. Nunca podrá el Estado, ni la sociedad, reparar el daño causado a cientos de menores y sus familias. Lola Larra desarrolla con delicadeza la arista más perversa de Colonia Dignidad. Un crimen del cual fueron parte sin duda los Jerarcas que acompañaban al delincuente, pero que muchos otros naturalizaron, permitiendo una impunidad de cuatro décadas.

LAS ARMAS 

La fabricación y tráfico de armas fue uno de los negocios más rentables del “Tío Permanente”. En contacto con ex oficiales nazis convertidos en traficantes internacionales y en un momento en que por el aislamiento internacional de la dictadura nuestro país tenía serios problemas para conseguir armamentos, los subterráneos de Colonia Dignidad se convirtieron en fábricas de armas y repuestos. La autora no elude este tema y hacia el final de su excelente texto incluye los inventarios que el ministro Jorge Zepeda realizó de tres conteiner encontrados en el enclave conteniendo cientos de granadas, bombas, pistolas, subametralladoras, bazukas, lanza cohetes, rockets y 167 kilos de explosivos, además de armas ocultas tras cámaras fotográficas y lápices.

ASESINATOS Y DESAPARICIONES 

Aunque no es parte del argumento central del libro, es imposible hablar de Colonia Dignidad sin mencionar su complicidad con el golpe de Estado, su total colaboración con la DINA y los servicios secretos de la dictadura, y su participación en crímenes de lesa humanidad reconocidos por ex colonos en varios documentales sobre este drama.

En la actual Villa Baviera funcionó una Escuela de Capacitación de agentes y durante varios años fue lugar de tortura y exterminio. Varios lugares, hoy declarados Monumento Nacional, fueron usados para detener ilegalmente a ciudadanos chilenos, someterlos a tratos crueles e inhumanos y asesinar a un número aún indeterminado para enterrarlos en fosas comunes en el oscuro bosque. Y posteriormente, en 1978, exhumarlos, quemarlos y arrojar sus últimos vestigios al río Perquilauquen.

Las actuales investigaciones judiciales han logrado determinar los lugares de inhumación, cremación y donde fueron arrojados al río. Pero no ha podido establecer los nombres de las víctimas.

Todo esto fue posible por la manipulación brutal de las mentes, la ignorancia y ausencia de espíritu crítico entre los seguidores de Schäfer, así como la indolencia de autoridades, gobiernos, fiscalizadores, policías y sistema judicial.

Un libro que estremece y no deja indiferente. Un viaje al abismo del mal y de la impunidad. Una historia que no debemos olvidar, para no repetir y para proteger siempre los derechos de niños, niñas y todas las personas a lo largo de nuestra extensa geografía.

LA AUTORA

Lola Larra (Claudia Larraguibel) nació en Santiago en 1968, creció en Caracas donde estudio literatura y luego se trasladó a Madrid. Ha sido redactora y editora en El País, Cinemanía, y Vogue. Es autora de varias novelas, entre ellas “Al sur de la alameda”. Es directora de Ediciones Ekaré Sur, sello especializado en literatura infantil.

“Sprinters. Los niños de Colonia Dignidad”, narra una historia que no debemos olvidar.
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