En la semana recién pasada, la formación de profesores vuelve a protagonizar un debate acerca de la mejora de los sistemas educativos: el alza del puntaje mínimo en la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES), de 502 a 626 puntos promedio en las pruebas obligatorias de Competencia Lectora y Competencia Matemática 1. Mejorar la calidad de los futuros docentes es una necesidad indiscutible. Sea en términos de eficacia, de calidad, de equidad o de justicia social, lo que hacen y también lo que no hacen los profesores parece decisivo en lo que acontece en las escuelas. Sin embargo, una política educativa y una discusión que desatienda en forma simultánea los distintos frentes del problema entre ellos, el del ejercicio profesional corre el riesgo de obviar la complejidad estructural que caracteriza al sistema educativo y explica la situación por la que atraviesa el trabajo de los profesores en el presente.
Si superamos la tendencia a reducir la docencia a una cuestión de vocación (deseo o llamado interno a enseñar), para pensarla en términos de profesión, el trabajo docente está fuertemente tensionado en sus dimensiones pedagógicas – didácticas, y también convivenciales pues implica sostener relaciones con estudiantes, pares y familia en un contexto con fuerte crisis de socialización y sentido que genera dos consecuencias: la disminución de su atractivo y la temprana deserción de profesores noveles. Los procesos y contextos laborales en lo que desarrollan su labor y las condiciones organizacionales que ofrecen las escuelas en la actualidad condicionan el bienestar social del profesorado.
En ese escenario, el Sistema de Reconocimiento y Promoción, creado por la Ley 20.903 si bien asegura la progresión de los docentes, valorando la trayectoria, experiencia y competencias en cinco tramos de desarrollo (Inicial, Temprano, Avanzado, Experto I y Experto II), incluido un tramo provisorio denominado Acceso, tarda 12 años para alcanzar el tramo Experto II y con ello, acceder a una renta comparable con otras profesiones. Además, la docencia sigue siendo una profesión con una imagen pública erosionada en la que el profesorado debe lidiar con las críticas recurrentes a su desempeño y una autopercepción de status más bien baja que no motiva a seguir mejorando.
En consecuencia, incrementar el puntaje de ingreso a las carreras de pedagogía probablemente sea el punto de partida a una discusión respecto a potenciar la formación inicial. Ahora bien, considerando que se trata de una profesión en la que el profesorado debe responder de manera flexible a las nuevas necesidades educativas que surgen de un contexto social, político, económico y científico en constante cambio, se hace ineludible ampliar la mirada hacia las condiciones que rodean el ejercicio de la docencia en la actualidad si el propósito es mejorar la calidad de la educación y no reducir la discusión solo a variables relacionadas con el puntaje para quienes deseen ingresar a carreras de pedagogía.
Dr. Gerardo Sánchez
Director
Departamento de Formación Inicial Escolar
Facultad de Ciencias de la Educación
Universidad Católica del Maule