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MÁS POPULARES QUE JESÚS por Juan Carlos Pérez de la Maza

¿Habrá un mejor ejemplo de soberbia que la frase dicha por John Lennon en 1966, cuando señaló que los Beatles eran “más populares que Jesús”? Podría justificársele diciendo que es natural que los jóvenes se sientan diferentes a quienes les antecedieron. Forma parte de la evolución, personal y social, que las nuevas generaciones se definan por contraste con sus mayores. Hay una necesidad, casi biológica, de vestir, hablar y pensar diferente a los padres. Sin embargo, una cosa es sentirse diferente y otra muy distinta es creerse superior.

Es que, en los últimos tiempos, observamos casi a diario estos desplantes de superioridad entre muchas de las autoridades gubernamentales. La nueva generación, que llegó a las altas esferas del poder político impulsada por una mezcla de reivindicaciones sociales y violencia callejera, creyó ser la llamada a satisfacer todas las expectativas y curar todos los males, que sus predecesores jamás lograron. Armados hasta los dientes nada más que de voluntarismo, sin conocimientos ni saberes suficientes, sin experiencias ni destrezas demostrables, con candorosa convicción dijeron ser los llamados a marcar una inflexión en la Historia. Nada menos. Y así les ha ido. De soberbia en soberbia, de yerro en yerro, de disculpa en disculpa.

La Ministra Siches fue la primera. Cuando insistía reiteradamente en llamar “Wallmapu” a la Araucanía y tuvo que disculparse con los argentinos. Una semana después, cuando denunció el caso de un supuesto avión con inmigrantes expulsados que se habría tenido que devolver con ellos, y el gobierno de Piñera lo habría ocultado, debió disculparse por la información incorrecta. Y hace una semana, cuando afirmó que algunos diputados se habrían “pegado en la cabeza” porque no recordaban antecedentes del estado de excepción, debió disculparse por la frase desafortunada y porque tuvo una interpretación que ella no quería.

El Presidente no lo ha hecho mejor. En Estados Unidos, mientras criticaba a ese país por no estar presente en la reunión sobre Protección de los Océanos, debió hacer una “pequeña rectificación”, cuando le dijeron que el representante de aquel país estaba sentado a su lado, en la misma mesa. Y unos días antes, en la Cuenta Pública, dijo que había criticado injustamente, “pero de buena fe” el manejo de la pandemia en el gobierno de Piñera.

El Ministro Jackson dijo esta semana que su escala de valores y principios dista de las generaciones que le antecedieron. Al día siguiente se disculpó. El Ministro Grau (de Economía) afirmó que la inflación podría dar beneficios a las pymes. Se disculpó más tarde. El Ministro Marcel (de Hacienda) compró flores sin boleta. Se disculpó al día siguiente y ofreció devolver las flores. La Ministra Yarza (de Salud) denunció supuestas torturas en un Hospital de Valparaíso. Luego se disculpó señalando que con esa denuncia no quiso hacerle daño a alguien. La Ministra Vega (de Desarrollo Social) afirmó en un programa de televisión que en Chile hay presos políticos. Días más tarde se disculpó señalando que lo que hay son presos por delitos cometidos en un contexto político. El Ministro García (de Obras Públicas) se disculpó por no haber coordinado suficientemente a su ministerio para evitar gigantescos tacos en las carreteras, durante Semana Santa. La Ministra Ríos (de Justicia) no se pronuncia respecto de si Celestino Córdova es un preso político o un homicida. Más tarde aclara que, para ella y el Ministerio, es un preso común. La Ministra Vallejo (Segregob) tuvo que asumir el “error administrativo” de denominar “Gabinete Irina Karamanos” al grupo de profesionales, pagados por el Estado, que asesora a la pareja del Primer Mandatario. El Ministro Valenzuela (de Agricultura) protagoniza un video (de 2020) en que amenaza e insulta a un trabajador de un predio al que él había ingresado sin autorización. Ofreció disculpas en 2022. La Ministra Benado (de Deportes) ofreció disculpas a los empleados de un anterior trabajo, que le acusaron de maltrato laboral. La lista podría seguir.

Si errar alguna vez, reconocerlo luego y disculparse, podría ser honesto y hasta meritorio, errar continuamente es ineptitud, incapacidad y torpeza. A quien yerra y se disculpa una vez se le llama honesto. A quien se equivoca dos veces, y se disculpa en ambas, se le dice humilde. Pero a quienes desaciertan muchas veces, aunque se disculpen, se le llama ineptos.

Juan Carlos Pérez de La Maza

* Licenciado en Historia

Egresado de Derecho

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