Desde un hotel en Atenas, donde llegaron a bordo de un avión FACH proveniente deIsrael tras una exitosa evacuación junto a su esposo, Gemita Medina habló con Diario Talca y relató la dramática experiencia de vivir un conflicto armado. Su mensaje es enfático: “los problemas no se solucionan con guerras” (por Hernán Espinoza Jara)
Gemita Medina y su esposo, Rafael Hasbún Tarud, de profesión médico, planificaron sus vacaciones con el objetivo de visitar el Medio Oriente y habían salido recientemente desde Chile, con destino a Israel. Lo primero era visitar Tel-Aviv, para luego recorrer “tierra santa”, así como el área de Palestina, además de Cisjordania y Egipto, esperando culminar con un crucero por el río Nilo. Luego, el destino era Europa.
De hecho, el día que estalló el conflicto armado llevaban no más de 48 horas en Israel. “No alcanzamos a conocer nada. Teníamos pagado hoteles, taxis y reservas en el crucero. El 7 de octubre despertamos temprano en el departamento que habíamos arrendado, porque nos acompañaban mi cuñado y su esposa, cuando percibimos un ruido muy raro”, dijo.
“Como una no está acostumbrada a reconocer los bombardeos, nunca pensamos lo que en realidad estaba pasando. Además, no estábamos preocupados de ver la televisión o los teléfonos. Así que salimos a la calle porque teníamos que arrendar un auto. Salimos a la calle y nos sorprendió que no había nadie y todo estaba en silencio”, añadió.
Gemita explicó que “ese día ellos celebran un episodio histórico. Ya habíamos entregado el departamento y caminamos por la calle, a orillas del mar, en Tel-Aviv, buscando dónde alojar. Y encontramos un local abierto donde había dos mujeres argentinas que viven en Israel. Ellas nos preguntaron si sabíamos lo que estaba pasando y nos explicaron que el país estaba en guerra”.
“Fue el primer impacto. Desde ese minuto, entendimos todo y nos cambió la vida. Primero, porque comenzamos a percibir los ruidos a lo lejos y entendimos que eran bombazos. Pero sabiendo que había guerra, el ánimo te cambia completamente. Así volvimos a la calle y caminamos rápido buscando un hotel, hasta que lo encontramos”, precisó.
Al llegar al hotel, la situación era caótica. Muchos pasajeros con sus maletas esperando ingresar y hablando varios idiomas. Después de registrarse, Gemita, con su esposo y el matrimonio que los acompañaba, se instalaron en la terraza, buscando relajarse un poco de la tensión que habían vivido, recordando que el objetivo eran las vacaciones.
“Pero todo se cortó abruptamente, porque comenzaron a sonar las sirenas de alarma de bombardeo en plena ciudad. En Chile nunca hemos escuchado eso. Es una sirena estruendosa. Como que nos paralizó. Nos quedamos mirando sin creer en el horror que estábamos viviendo. De pronto, todos salen corriendo, bajando las escaleras, gritando que bajáramos al bunker. Familias enteras corriendo, con sus niños llorando y gente adulta mayor. Entramos y se cerró la puerta metálica. Algo terrible”, precisó.
Lo peor es que, al poco rato, los autorizaron a salir pero no alcanzaron a permanecer más de diez minutos afuera cuando volvieron las alarmas y tuvieron que correr al mismo bunker. “En una hora, tuvimos que entrar tres veces. Y así fue toda la noche. Una experiencia horrorosa. Mi cabeza, mi mente y mi corazón es una pena por todo lo que vivimos”, indicó.
Gemita reflexiona que “por lo vivido, mi humilde mensaje para todas las autoridades del mundo y a nuestro país que nunca lleguemos a una guerra. Es algo terrible. Un joven del hotel nos contó que habían matado a sus amigos en la fiesta que fue atacada, donde murió mucha gente. De ahí nuestra vida cambió, porque estás con la angustia de saber que cada sirena es porque estaban matando gente en alguna parte”.
“Después llegaron los militares al hotel con sus armas para revisar a todos los pasajeros, por si había algún infiltrado. Es complicado. Estuvimos dos días allí, a cada rato bajando al búnker. En una de las noches, sentíamos muy cerca las bombas que explotaban. Es algo que no hay que vivirlo para sentir el terror y la pena por saber que otros están sufriendo y muriendo”, precisó.
El proceso de salir de Israel fue toda una travesía. Gemita, su esposo y el matrimonio que los acompañaban, primero se comunicaron con el consulado de Israel. Escribieron un correo con sus nombres y RUT para pedir que los incorporaran en los viajes del avión FACH para salir de la zona del conflicto. La respuesta fue inmediata.
“Nos escribieron casi de inmediato. Pero en forma individual a cada uno. Así supimos que al día siguiente salía un vuelo humanitario. La organización de la Cancillería chilena, de los consumados en Tel-Aviv y en Atenas, todos fueron espectaculares. Y la FACH estuvo increíble. Lo difícil fue llegar al aeropuerto, porque mientras recorríamos la ciudad en el taxi sentíamos las bombas”, agregó.
Gemita explicó que ella, su esposo y el otro matrimonio, alcanzaron a ser incorporados en el segundo grupo para salir de Israel. “Nos recibió la gente del consulado y no nos abandonaron hasta que estuvimos arriba del avión de la FACH. Incluso nos tomamos una foto de todo el grupo en el aeropuerto con la bandera chilena. Nos despedimos muy agradecidos”.
“La emoción de ver un avión FACH en el aeropuerto es un sentimiento de que Chile nos fue a buscar. Esa fue nuestra sensación con mi esposo. Otra gente decía que somos los sobrevivientes de un conflicto tan grave. Cada uno dijo algo al subir. Nos estaba esperando la tripulación. Nos recibieron con una calidez increíble porque sabían que estuvimos esperando toda la noche sin dormir por el temor a un ataque. Al entrar al avión, tenían puesta la bandera chilena y fue como sentir a nuestro país”, afirmó.
El viaje se prolongó por casi dos horas. En el camino, el grupo descansó y después de aterrizar en Atenas, lo primero fue aplaudir a la tripulación de la FACH y entonar la canción nacional. “Tras bajar, nos despedimos y nos recibió el cónsul de Viena que había llegado para ayudar en la recepción de los chilenos. Nos pasaron lista y nos subieron a dos buses. No venía nadie lesionado o con problemas de salud”, precisó.
“Después nos preguntaron y nos dieron opciones para viajar a Madrid, quedarnos en Atenas o viajar de vuelta a Chile. En Atenas nos trajeron a un hotel de lujo totalmente gratis. Allí pudimos tomar desayuno y descansar. Allí mismo tuvimos una reunión con el consulado y se coordinaron soluciones caso a caso, porque mucha gente había perdido sus pasajes”, precisó.
“Quiero destacar la excelente recepción que tuvimos en Atenas. Yo, desde el primer momento tuve comunicación con mis hijos y con mi club rotario. Ahora vamos a ver qué hacer, porque tenemos esperanzas de seguir con las vacaciones. Mi mensaje es que los problemas no se solucionan con guerras o con violencia, porque agredir al otro nunca será una solución. Lo primero es valorar la vida y que los políticos piensen primero en el bien común”, concluyó.
Hablando a su nombre y de su esposo, Gemita agradeció al agregado militar en Atenas, Eduardo Cuadra; a la embajadora de Chile en Grecia, Marisol Pérez; al cónsul en Atenas, Manuel Lara; al consulado de Chile en Viena; así como a la secretaria del consulado de Atenas, Macarena Miranda; Anastasia Katsikari, funcionaria de la embajada en Atenas; y Andrea Quezada, quien recibió al grupo de chilenos a su llegada al aeropuerto en Atenas.