Esporádicamente sale en alguna conversación, la tragedia de los incendios rurales de 2017 y como que ya ese tema es del pasado. En la práctica, ese no es un tema del pasado, es un tema de urgencia del presente y de gran riesgo para el futuro.}
Recordemos algunos datos: El Maule sufrió una perdida cercana a las 260 mil hectáreas de vegetación, de las cuales, unas 90 mil correspondían a empresas de actividad silvícola medianas y grandes; y la diferencia a pequeños propietarios rurales. Una perdida inmensa, con total imposibilidad de recuperar por ellos mismos, pues no ha habido ayuda estatal ni menos participación de la banca, pues los mismos propietarios se quedaron sin respaldo que ayude de garantía.
Muchas de esas superficies, hoy tienen una gran regeneración natural, con una cantidad de plantas que supera en 100 veces lo normal para una hectárea, es decir, donde debería haber unas mil plantas por hectárea, hoy hay cien mil. Esto significa que en esos lugares no saldrá nada productivo para el propietario en ningún aspecto, ni como producto, ni como protección ambiental o beneficio social. Solo hay un gran riesgo de que esos sectores se transformen en un polvorín y generen incendios de muy difícil control, con consecuencias nuevamente trágicas.
En resumen, en nuestra región, hay un gran abandono de decenas de miles de hectáreas.
Entonces es urgente hacer algo útil, en beneficio de los más de ocho mil pequeños propietarios afectados. ¿Qué hacer? Por un lado, ayudar a generar manejo de las miles de hectáreas que hoy tienen esa amenazante regeneración natural, la que si se hace luego, en lugar de tener ese polvorín, se podría transformar en bosques productivos con directo beneficio para sus pequeños propietarios.
Por otro lado, plantar árboles, millones de árboles, en esos suelos hoy descubiertos de vegetación y en evidente proceso de erosión. ¿Qué arboles?, la respuesta es simple: “el árbol adecuado, en el lugar adecuado, con el propietario adecuado”.
Pero para plantar árboles, se necesitan disponer de esas plantas y en Chile hoy, colocando toda la capacidad de viveros disponibles, no alcanza para todo lo requerido. Ejemplo: para plantar las 90 mil hectáreas antes indicadas, se requerirían 90 millones de plantas. No hay esa disponibilidad en Chile. Entonces, el punto es mas simple aún, necesitamos crear viveros, muchos viveros en las diferentes comunas.
Todo lo anterior, es bastante fácil escribirlo en una columna de opinión. Pero es bastante más difícil llevarlo a la práctica, en especial por la cantidad de recursos que ello implica, pues cada hectárea lograda, podría hoy llegar a costar unos tres mil dólares y algo más (en los casos más caros). El asunto entonces es, armar el plan. El desafío es mayor, pero ¿Por qué no hacerlo? Nos cuesta mirar para el mundo silvícola, pero hoy los objetivos son superiores. Ojalá nuestra región llegue a una mirada de integralidad y sea ejemplo nacional.
Leonardo Vergara