Hoy, la tecnología nos presta la inmensa posibilidad de ir donde uno quiera, en viajes virtuales que entregan tanta información como la que uno quiera. No obstante, conocer la región en terreno por cada uno de los cientos de rutas (algunas más conocidas otras más recónditas), cada lugar, poblado y villorrio (más allá de hablar de comunas), conocer a la gente de cada lugar, nos permite irnos armando de una cantidad de experiencias de vida, de gestión, de arraigo local, cultural y todo lo anterior, totalmente de la mano con la actividad productiva de ese punto, localidad, sector o zona.
Es así como nuestra región, justamente, se presenta como una zona de extraordinaria actividad en múltiples rubros, lo que la hace muy singular dentro del país.
Maule, en cifras generales, posee cuatro grandes áreas productivas que son el motor de la región: Las vitivinicultura, con un 6% de la superficie productiva regional, es decir unas 46 mil hectáreas; la fruticultura con un relevante 7%, unas 55 mil hectáreas; la agricultura de alimentos con un 22%, esto es, unas 167 mil hectáreas; y la silvicultura con un 65%, alrededor de 1.245.000 hectáreas, de las cuales, unas 580 mil son de vegetación nativa, unas 495 mil de plantaciones productivas (post incendios 2017) y unas 170 mil de suelos de aptitud forestal, erosionándose y que no han sido recuperados post incendios. Siendo estos datos aquellos más relevantes, pero que, sin duda, hay mucho más, como la minería y pesca, entre otros rubros productivos.
Maule posee una fuerza laboral que supera las 700 mil personas y con una tasa de ocupación por sobre las 450 mil. De ese total, el mundo rural representa más de un tercio, casi llegando al 40%, sin considerar -por cierto- que existe una gran cantidad de servicios y otros rubros que están de una u otra forma ligados o dependiendo de los centrales antes indicados, como una parte importante del comercio, servicios financieros y transporte, además de otros.
Un punto muy interesante en nuestra región es que posee una extensa red de caminos (con mejores y no tan mejores estándares) que, en general, nos mantienen conectados.
A lo anterior hay que agregar que cada rubro productivo tiene sus propias culturas e idiosincrasias, lo que implica un gran sentido de pertenencia a cada persona, respecto de cada sector, zona y labor que ejecuta.
Se trata, sin duda, una región potente, pero no ajena a los riesgos, que la puedan hacer perder su condición. Hay que mejorar mucho en algunos aspectos, evidente que sí, pero si se logra mantener con su actual potencialidad, será más fácil, más rápido y más efectivo para la totalidad de sus habitantes. Sigamos potenciando al Maule, todos, sin distinción, pero también para todos, sin distinción.
Leonardo Vergara