Me niego a caminar por la calle chocando con todos por mandar o leer mensajes.
Me niego a hablarle al celu como quien le habla a una tostada con mantequilla.
Me niego a usar manos libres y parecer idiota que le habla al viento.
Me niego a activar mi ubicación para que las apps sepan dónde estoy.
Me niego a subir al bus y mirar cualquier cosa que no sea el paisaje.
Me niego a la selfie, al palo de selfie, al filtro de selfie.
Me niego a contestar llamados de números desconocidos, privados o call centers centroamericanos que me ofrecen cosas que no quiero.
Me niego a que mi estado sea para el público y no sólo para los que ocupan un lugar en mi corazón.
Me niego a silenciar al grupo. Porque si no quiero escucharlo; ¿para que formo parte de él?
Me niego a ser de los que toman un café con un amigo y miran más al celular que al amigo.
Me niego a compartir memes y a responder con memes.
Me niego a perder el tiempo mirando reels mientras la vida pasa por mi lado.
Me niego a tener “amigos” que en realidad no son mis amigos.
No me mal interpreten, adooooro las tecnologías. En serio… Las adoro nivel Magister, Diplomado y Post titulo en la tontera.
Pero quiero caminar por la calle oliendo el estallido amarillo de los aromos… Sentarme en la plaza a mirar a mi hija que anda en bici. No sacarle fotos en las que anda en bici, ni grabar videos en los que anda en bici.
Quiero estar en una consulta médica y hojear revistas o ver matinales. Conversar con la señora del lado y saber que le duele.
No ver como la mamá del Brayatan le pasa los monitos que lo anestesian o como la gente se escuda en la red para ofender, mentir o tratar de demostrar con fotos su “estado de profunda alegría permanente”, como quien no domina el dicho: «dime de lo que presumes y te diré de lo que careces»…
Me declaro oficialmente el Grinch de las tecnologías sin trasfondo.
De las tecnologías que desconectan en vez de conectar.
De las que nos hacen más autómatas y menos humanos.
¡¡¡Paren las redes sociales que me quiero bajar!!!
