Hoy está en discusión el destino del espacio que alberga la antigua cárcel de Talca, ubicada en el corazón de la ciudad. Existe consenso local en la idea de utilizarlo para levantar un proyecto con significado y uso ciudadano. Sin embargo, esto se ha puesto en cuestión producto del hacinamiento que experimenta el sistema carcelario en Chile. Según el último boletín anual de Gendarmería, nuestro país posee 205 personas privadas de libertad por cada 100.000 habitantes, una de las cifras más altas de América Latina. Esta es una situación que no nos puede dejar indiferentes.
Pero este no es el único edificio que ha querido sacarse del centro de la ciudad. Las Escuelas Concentradas, un recinto público de educación, ubicado en una zona privilegiada, estuvo al borde de ser demolido por las autoridades municipales de turno y solo fue salvado por una lucha comunitaria que llevó años. ¿Cuál era la lógica de sacar del casco histórico un recinto educacional tan importante? Entre sumas y restas, el argumento era que una escuela no necesita estar en el centro de la ciudad. Algo muy simbólico, que nos habla del lugar que la educación pública tiene en la sociedad de hoy, cuando debería ser garantía de integración y cohesión social.
Si estamos de acuerdo con que es bueno para Talca que la antigua cárcel dé paso a un espacio cívico, público, abierto a la heterogeneidad, estaremos de acuerdo con que una escuela pública, en el corazón de la ciudad, que da la posibilidad para que niños y niñas de diversa procedencia (y sus familias) se encuentren, también es un valor que es necesario resguardar.
Espero que el empeño que se está poniendo en recuperar el terreno de la cárcel, sea el mismo que se ponga para que otros espacios públicos de la ciudad, entre ellos, las Escuelas Concentradas, sean recuperados y puestos al servicio de un proyecto de sociedad donde sea necesario construir menos cárceles.
Francisco Letelier Troncoso
Sociología UCM