Guste o no, mucho de nuestro acontecer cultural, social y político, sigue pautas españolas. Sé que a algunos independentistas atrasados no les debe gustar algo así. Seguramente argumentarán que nuestro destino lo vamos escribiendo nosotros, sin mayor influencia extranjera; que la independencia ya tiene dos siglos y que la soberanía nacional es un asunto asumido hace rato. Pero la evidencia va por otro lado. Es cosa de observar, con cierta atención, para descubrir que nuestros movimientos culturales, estilos artísticos, y demás manifestaciones del espíritu, van a la zaga de lo que los españoles viven unos cuantos años antes. Y esto no sólo ocurre en las corrientes, estilos o expresiones culturales. Lo dicho también es válido para las tendencias sociales más variadas, desde la moda hasta la estructura familiar, el comportamiento sexual o la fe religiosa. Seguimos a España, nos guste o no.
Y en política, pareciera que es cosa de observar el devenir de la península, para ver nuestro futuro, desfasado apenas unos cuántos años. Y a veces, menos. El movimiento de los indignados, que derivó allá en PODEMOS, una amalgama de grupos unidos por sus ideales de izquierda, más o menos extremos, por su anticapitalismo y su ánimo de cambiarlo todo, por estos lados se plasmó en nuestro conocido Frente Amplio. Las figuras carismáticas, abundantes en críticas, pero faltas de experiencia, que rebosaron en ciertos momentos en la política española, a saber, Pablo Iglesias, Iñigo Errejón y otros gurús descorbatados, y que vivieron sus momentos de esplendor hace ya casi una década, se repiten en Chile en los líderes estudiantiles que hoy nos gobiernan. Aquellas figuras, allá en España, tras perder una tras otra las elecciones de los últimos 5 años, hoy sobreviven uniéndose como pueden con otras fuerzas exóticas o locales. Y sus prohombres se dedican a divulgar sus buenas nuevas en tierras latinoamericanas, donde todavía hay quienes les escuchan. ¿Será ese el destino de nuestros propios y abundantes gurús? ¿Los veremos difundiendo sus valores superiores y su ética iluminada, por lejanas tierras?
Hoy España, simplificando un poco las cosas, presenta un panorama político que podría resumirse como sigue: hay una fuerza socialista democrática (el PSOE) que gobierna desde la centro izquierda y que tiene una trayectoria y experiencia de años, conteniendo los arrebatos de otra fuerza, mucho más a la extrema izquierda, hoy llamada SUMAR, variopinta coalición de progresistas, feministas, ecologistas, antiliberales y plurinacionalistas (¿les suena conocida?). Y, en el otro lado del espectro, tremendamente polarizado por lo demás, ubican los españoles al Partido Popular, el PP, una fuerza de derecha más tradicional, madura y con experiencias de gobierno, que se ha visto desafiada en los últimos años por el surgimiento de VOX, un partido político de derecha tradicionalista, nacionalista y populista, que ha logrado un ascenso poderoso.
Y es en ese panorama, reitero que simplificado, que el Presidente del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez, quiso jugarse el todo o nada, adelantando las elecciones generales para el próximo domingo 23, pretendiendo detener una suerte de oleada derechista opositora. La estrategia, sin embargo, a juzgar por las encuestas, no le estaría rindiendo el resultado esperado. Si todo sigue como se presenta hasta ahora, a una semana de los comicios, habría en España un cambio de gobierno. No sólo de nombre del Presidente o del partido de gobierno. Habría un fuerte cambio del rumbo que ese país ha seguido estos últimos años. La decisión soberana de los españoles, para la que habremos de esperar hasta el próximo domingo, pareciera ser el hastío de una administración que no resuelve lo fundamental y, por el contrario, se dedica a implementar políticas a contrapelo de lo que la mayoría desea. Allá ellos, podríamos decir. Lo que resuelvan es asunto suyo y no nos compete. Sin embargo, si asumimos que mucho de lo acontecido en España, más temprano que tarde se replica en Chile, especialmente en política, sería bueno que pusiéramos atención en el proceso electoral ibérico. No vaya a ser cosa que, por acá, a tantas leguas de distancia, se nos ocurra, en un par de años, darle al timón un giro semejante.
Habría sido bueno que el Presidente Boric se quedara unos días más en España y observara aquellas elecciones. No todo el tiempo se puede mirar el futuro con tanta nitidez.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho