Un refrán español dice: “Lo que no logran las barbas, lo logran las faldas”, destacando la influencia que han tenido las mujeres, tanto dentro de la familia, como en la vida pública, de ello da cuenta la historia patria y la universal; Fresia, Guacolda, Inés de Suarez, Javiera Carrera, la divina Gabriela, Amanda Labarca, Adriana Olguín, Inés Enríquez, entre muchas otras; Isabel la Católica, Victoria, Isabel I e Isabel II de Inglaterra, Golda Meier, Indira Gandhi, Catalina la Grande, Margaret Thatcher, Evita y muchas más.
Cercanos al día de la mujer, les comparto la vivencia de una que perdió su vida por atreverse a lo impensado, recordando, además, a otras dos que abrieron camino en la judicatura chilena.
Hepatia de Alejandría, filosofa y la matemática más importante del siglo V d. c., motivo suficiente para que los estudiosos de la época viajaran hasta la ilustrada Alejandría a consultarla sobre esa abstracta disciplina. A pesar de aquello, burdamente se la representa “desnuda, con su cuerpo núbil, protegido por poco más que sus aleonados rizos sueltos” y se la define “como la más severa y mayor expresión de la belleza de la antigua Grecia”, ocultando que solo se vestía con la austera y discreta túnica de filosofo, toda vez que estaba dedicada por completo al estudio y a la investigación, omitiendo su aporte intelectual.
¿Qué motivó esa desinformación?
Hipatia se hizo amiga, confidente y asesora del gobernador romano Oreste; después de una represalia de éste a un grupo religioso que cometía atrocidades, no pudiendo atacarlo directamente a él, lo hicieron contra Hipatia, acusándola que los instrumentos que usaba en las matemáticas, eran armas del demonio; que no era filosofa, sino que una criatura del infierno y que había engatusado a Oreste, quien cayó en sus redes. En definitiva, la secuestraron, la mataron despedazando y quemando su cuerpo.
La castigaron por ser mujer e intelectual, y se la sigue castigando al representarla solo como una mujer bella, casi desnuda y no como la filósofa y matemática que fue.
En cuanto a las otras dos mujeres, los investigadores nos cuentan que: Matilde Troup Sepúlveda, se recibió de abogado el 6 de junio de 1892, habiéndose licenciado en derecho a los 16 años de edad, es la primera mujer que se recibió de abogado en nuestro país y la primera que postuló al cargo de secretario, notario y conservador de bienes raíces de Ancud; en su momento el Fiscal de la Corte de Apelaciones de Concepción, informó: “que si la ley prohíbe que una mujer sea testigo de un testamento solemne, con mayor razón le prohíbe que sea ministro de fe, no siéndole aplicable el principio de igualdad ante la ley”, por lo que dicha Corte rechazó la postulación.
Apelada la misma, la Corte Suprema, el 23 de septiembre de 1893, revocó la sentencia, afirmando: “(..) Que si bien las costumbres y el estado social de la mujer (…) la han mantenido constantemente alejada de la generalidad de las funciones públicas, (…) no lo son tampoco las consideraciones que puedan deducirse de su naturaleza física o de su condición moral o la conveniencia del Estado, (..) puedan servir de fundamento para negar un derecho reconocido”.
El año 1925, Claudina Acuña Montenegro, la quinta mujer en obtener el título de abogada en Chile, fue nombrada secretaria del juzgado de Santa Cruz, asumiendo el año 1936 como jueza de Curicó, constituyéndose en la primera mujer en ingresar a la judicatura.
En verdad, la legislación chilena no contenía ninguna norma que prohibiera a las mujeres acceder a la judicatura, lo que permitió el nombramiento de Claudina, resultando novedoso, hoy día, la explicación de la omisión legal: “No se creyó necesario, atendidas las costumbres sociales de la época, una inhabilidad especial para las mujeres, porque nadie puede pensar en darles puestos que se consideran de exclusivo desempeño del hombre”.
Albricias para nuestra Corte Suprema que el año 1893 le reconoció a Matilde su derecho a postular a notario, y a la mujer chilena a optar a cargos dentro del Poder Judicial, mucho antes que una mujer ingresara a los otros dos poderes del Estado; el año 1952 se nombró a la primera ministra de estado, doña Adriana Olguín de Baltra, en la cartera de justicia; y a la primera parlamentaria, doña Inés Enríquez Frooden, se la eligió el año 1951; es decir, 16 y 15 años, respectivamente, con antelación a esas designaciones ya ejercía en Chile como juez, una mujer.
Rodrigo Biel Melgarejo
Abogado
Profesor universitario