El Presidente Boric se reunió hace unos días con el ex Presidente Ricardo Lagos. La entrevista, que debe haber durado no más allá de unos treinta minutos, sorprendió a muchos, excepto a quienes observamos con especial atención la estrategia que el gobierno está queriendo implementar a partir de los próximos días. Es que el gobierno está convencido de que, si no consigue el apoyo de aquellos a quienes tanto criticó, el destino de esta administración será, apenas, observar cómo el triunfo del rechazo lleva al olvido sus planes refundacionales.
El Frente Amplio chileno se fundó sobre la base de ser una instancia crítica de la izquierda tradicional, de la Concertación y de todo lo que se había hecho desde 1990 en adelante. Para los juveniles próceres de aquel conglomerado, nada de lo obrado en las presidencias de Aylwin, Frei Ruiz-Tagle o Bachelet (y menos aún en las de Piñera) valía la pena. Esas tres décadas fueron, en opinión de los jóvenes dirigentes universitarios que formaron el heterogéneo Frente, años perdidos. Por eso, su desprecio por aquel pacto político y el ninguneo a todas las figuras del centro y la izquierda tradicional. Les dedicaron discursos ofensivos y les trataron de viejos miopes, insensibles e inoperantes. Hay testimonios de todo esto.
Los que hoy están en el gobierno, llegaron a él con un discurso que iba mucho más allá de la necesidad de renovación. Más, incluso, de una revolución. Hablaban de una refundación. Cambiar las bases mismas en que se sustenta, hasta hoy, la sociedad chilena. Ya no habría pueblo sino “pueblos”, nunca más una nación, sino “naciones”. Hubo afiebrados que cuestionaban la bandera, el himno nacional y todo aquello que recordara una sociedad democrática que progresaba mediante conversaciones y acuerdos. Nunca más negociaciones ni “cocinas”. Y todos quienes simbolizaban aquello, merecían el desprecio de estos jóvenes furibundos. Conceptos como tradición o chilenidad eran tan ofensivos como usar corbata.
Ricardo Lagos fue uno de sus blancos predilectos. Autoritario, paternalista, de convicciones firmes y decir rotundo, simbolizaba mucho de ese Chile que había que refundar. Nada bueno había en él ni en su gobierno, decían los muchachos que pasaron de la universidad al Congreso. Tampoco había nada bueno en los partidos políticos de la izquierda democrática (esta denominación es buena, porque deja fuera al Partido Comunista, que nunca ha sido democrático). Ni radicales, ni socialistas ni pepedés. Menos aún demócrata cristianos, aunque miraran a la izquierda (¿qué será de Yasna Provoste?). El reciente desprecio de no querer invitar a los ex Presidentes a la ceremonia de entrega del proyecto constitucional sirve de resumen de la opinión que tienen muchos frenteamplistas respecto de estas figuras del pasado reciente. Y ocurre que, ahora, Boric se reúne con el ex Presidente Lagos, pronunciando palabras de mucha mesura e, incluso, de reconocimiento: “hace bien escuchar y aprender de quienes nos antecedieron”.
Este cambio de postura respecto de la figura de Lagos y, por extensión, del pasado aquel de los 30 años ¿será una actitud sincera, un genuino cambio de apreciación, una nueva valoración de lo logrado en aquellos años concertacionistas? El Mandatario ya nos tiene acostumbrados a los cambios repentinos, sean de vestuario personal, de actitud ante las policías o de opinión ante los retiros previsionales o el control de armas. Pero esas, lo sabemos, han sido mudanzas estratégicas, de conveniencia política, variaciones condicionadas por la contingencia. Por eso, es legítimo preguntarse si, esta vez, ha cambiado sinceramente de opinión respecto de Ricardo Lagos, de la Concertación y aquellos 30 años, o sólo es la estrategia del momento, el acercamiento con aquella centro-izquierda que, otrora, vilipendió y ahora necesita para intentar torcer la derrota electoral que podría reducir a la insignificancia su proyecto refundacional, maximalista e intolerante.
Es bueno que reconozca, aunque tarde, que Chile no comenzará el 4 de septiembre, ni empezó en 2019 ni en 1990. Chile se ha configurado con aportes de muchos, más valiosos que 30 pesos, más extensos que 30 años y a los que dedicaron mucho más que 30 minutos.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho