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«NO DEJAR EL JUEGO PARA CUANDO SEAN GRANDES» por Sandra Castro

El juego libre e intencionado es vital, ya que en los primeros años el cerebro es más flexible y absorbe mayormente las experiencias, es importante considerar a los bebés como personas que se están formando desde que nacen y que todo estímulo es favorable, para ello no dejar el juego para cuando “sean grandes y sepan jugar”

El juego será siempre el protagonista principal de la niñez, es una actividad imprescindible, jamás infértil, el niño(a) siempre está adquiriendo una experiencia, un aprendizaje y/o puliendo sus habilidades o destrezas, reporta gran satisfacción y ofrece innumerables oportunidades de aprendizajes, solos, en compañía y con el entorno.

Existen comportamientos en el niño(a) que podemos definir como juego, propios del desarrollo infantil, veamos algunos:

  • En los primeros meses el bebé comienza a jugar con su propio cuerpo (manos, dedos, pie) o con la persona más cercana (tomando sus dedos, cara y pelo), luego a agarrar y sostener juguetes u objetos, los golpea o deja caer. Cerca del año, intenciona pequeñas construcciones, favoreciendo el desarrollo motor.
  • A partir de los 2 años, el juego físico es el más fácil de reconocer, relacionado con acciones como saltar, correr, dejarse caer, jugar con pelota, y con otros se dan los forcejeos y golpes que contribuyen no solo al desarrollo motriz, sino a establecer vínculos de apego, habilidades emocionales y sociales.
  • Entre 2 y 3 años usa los objetos de una manera distinta, los transforma para representar otros elementos (un escobillón puede ser un caballo, una caja un castillo) a evocar un objeto ausente. Este juego simbólico aporta a la imaginación, creatividad, a su personalidad y autoestima.
  • Desde los 4 años se inicia progresivamente el juego reglado, primero con juegos de imitación, de reglas simples a consensuadas (el pillo, las escondidas, deportes, juegos de mesa), desarrollando la comprensión de seguir una regla, respetar turno, compartir, trabajar con otros, para adquirir habilidades sociales, ya que deja de jugar solo.

Dra. Sandra Castro Berna

Académica de la Escuela de Educación Parvularia

Universidad Católica del Maule sede Curicó

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