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NO SIENTO NADA por Juan Carlos Pérez de la Maza

Sin requerir de tantos aparatos, muestras y parafernalia, mi mujer, con su sola intuición, ya me venía diciendo desde hace tiempo, que yo no siento nada. Insensible, me dice. Es que ocurre que me he contagiado el virus. Y mediante exámenes, observaciones e interrogatorios varios, los especialistas me han declarado como “asintomático”, es decir, que los síntomas que debiera sentir, no los siento. O sea, igual que mi mujer, ellos también me declaran un insensible.

¿Tendrán razón mi mujer, que me conoce de tantos años y los especialistas, que han estudiado tanto, cuando me califican como insensible? No lo creo. Más bien estimo que es al contrario del diagnóstico de ambos. Porque la verdad es que sí siento, y mucho. Sólo que otras cosas, más profundas que un dolor de cabeza o un resfrío, que a fin de cuentas sólo afecta a uno.

Siento, para empezar, que la pandemia que nos asola ha servido para perfilar, mejor que muchos estudios sociológicos, el carácter de los diversos ejemplares humanos que habitamos el país. Hemos podido distinguir entre los histéricos, que piensan que el apocalipsis ya llega y corren a esconderse; los racionales, que hacen caso a todas las recomendaciones de mascarillas, vacunas y demás medidas; los prescindentes, que creen que el virus no les afectará simplemente porque no; y los irresponsables, que no se vacunan ni usan mascarillas, porque padecen una severa deficiencia mental de conciencia y solidaridad.

Siento, también, cómo sopla a mi lado el viento de la Historia. Cómo la vida nos ha permitido pararnos en medio de este vendaval de crisis simultáneas: política, institucional, económica, sanitaria y ecológica. Pocas generaciones han vivido momentos así. No es que sea bueno, que no lo es, pero en cada crisis anida una oportunidad de cambio y crecimiento. Los caminos de la Historia (y de la vida) son así. En el tiempo por venir, cuando hallamos superado todas o algunas de estas crisis, habremos cambiado. Siento que superar estos magnos desafíos nos fortalecerá.

Siento, en otro plano, que la pandemia me ha permitido observar la generosidad de algunos y la mezquindad de otros. Entre los primeros, aquello que forman parte del sistema de salud, cuya abnegación y sentido del deber profesional ha sido encomiable. Entre los segundos, esos que han visto en la emergencia la ocasión de obtener dividendos políticos, gremiales e, incluso, económicos. A los primeros, ya habrá tiempo de reconocerles y agradecer. A los segundos, ya vendrá el momento en que pierdan los votos, el dinero o los “like” que tan despreciablemente obtuvieron.

Siento, más bien lo siento, por los millones de educandos, desde preescolares hasta universitarios, que han tenido un proceso formativo con 2 años irregulares. Se ha hecho lo que se ha podido, por cierto, pero hay consenso en que ha sido insuficiente. Las diversas modalidades han intentado, en la medida de lo posible, “parecerse” a un proceso educativo regular, pero han quedado postergados muchos de aquellos aprendizajes que requieren presencialidad o inmediatez. El bache, innegable, habrá de subsanarse con la prontitud y responsabilidad indispensable en una tarea tan trascendental como la educativa. La “generación de la pandemia” lo requiere.

Siento, por último, que la pandemia se ha llevado antes de tiempo a miles de compatriotas, y muchos más allá afuera, que de no mediar este infausto virus aún estarían con nosotros. Cada día escucho la cifra de fallecidos y siento que nuestra capacidad de asombro, de condolencia y empatía, pareciera ser insuficiente para tanto dolor y tanta pena.

Por eso, Srs. especialistas en salud y Sra. cónyuge, están Uds. equivocados. No soy asintomático porque sí siento, tanto o más que algunos, todas las crisis que nos están ocurriendo. Siento la pandemia, que nos enferma y arrasa; siento la devastación institucional, que se redacta ante nuestros ojos; siento el medioambiente, que se reseca y extingue y, sobre todo, siento la partida de tantos que nos hubiera gustado que estuvieran aquí cuando, por fin, salgamos adelante.

Juan Carlos Pérez de La Maza

Licenciado en Historia

Egresado de Derecho

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