El título ha sido prestado, sin autorización, por García Márquez. Y si bien su historia está inmejorablemente escrita, esta humilde Columna veraniega es de absoluta actualidad, al menos hasta saber de nuevos antecedentes. El caso es que, el miércoles recién pasado, muy temprano en la mañana, un grupo de 4 supuestos policías, arrestaron a un inmigrante venezolano, desde su actual domicilio en Santiago. Más tarde nos enteramos que los policías no eran tales, que el inmigrante venezolano era técnicamente un refugiado político y, lo más importante, que el arresto era, en verdad, un secuestro.
Hasta el momento sabemos que el secuestrado era uno de los cientos de miles de venezolanos que, más forzados que voluntarios, han debido hacer de Chile su refugio contra la opresión. También sabemos que el aludido había sido miembro del Ejército de su país y que, hace unos siete años, acusado de integrar un grupo ilegal que complotaba para desestabilizar al gobierno de su país, había sido degradado y expulsado de las filas. También sabemos que, encarcelado en la tristemente célebre cárcel de Ramo Verde por casi un año, logró escapar y, más tarde, obtener el estatus de refugiado político en nuestro país.
Las diversas hipótesis que pretenden aportar una explicación a la serie de hechos reseñados más arriba son, todas, material literario para un cuento o argumento cinematográfico, por lo menos. En todas ellas hay visos de violencia, mucha política, implicancias internacionales y, sobre todo, intriga y misterio. O sea, el material del que están hechas las páginas de la buena literatura y los guiones del mejor cine. Sólo que, lamentablemente, estamos ante un hecho real, preocupante y delicado para muchos. ¿Qué habrá pasado? ¿Cuál será, más acertadamente, la explicación más plausible y cercana a la verdad?
Algunos dicen, apegados a la práctica e historial de la dictadura venezolana y las homólogas caribeñas y centroamericanas, que se trata de un secuestro realizado por los servicios de inteligencia de aquel país, con el propósito de hacer regresar, forzadamente, a un disidente que, a ojos de Maduro, es un traidor a la patria bolivariana. Ningún traidor puede escapar del largo brazo de aquellas dictaduras, es el mensaje, claro y “pleno, como la luna llena”, como diría Chávez. Las implicancias diplomáticas de esta tesis son tan complejas como graves. Que un servicio de seguridad extranjero, con sus agentes de inteligencia, actúen en territorio nacional, no puede ser minimizado.
Otros, más elaborados, señalan que el secuestro, porque todos coinciden en calificar de esa manera lo ocurrido, habría sido “externalizado” a alguna banda del crimen organizado que actúe en Chile hoy día. Es que la manera moderna de actuar de algunos servicios de inteligencia es, en las sombras, pactar convenientes alianzas con grupos delictuales que no se hacen problema alguno, previo pago, para efectuar ciertos “trabajos sucios”. No se compromete la actuación formal de agentes del Estado, se evita tediosos trámites burocráticos y, especialmente, se obtiene resultados tan rápidos y eficientes como sólo pueden hacerlo quienes no están constreñidos por la ley o la moral. Así, habría que preguntar detalles a representantes del “Tren de Aragua”, a “Los Gallegos”, “Los Orientales” y otros semejantes.
Habría, incluso, una tercera opción: que tras el secuestro habría una intención extorsiva de algún grupo delictual, que no habría actuado por encargo, sino por propia iniciativa, presumiendo que el ex militar, o sus cercanos, tengan acceso a recursos con que responder a una eventual petición de rescate. O sea, una expresión un poquito más elaborada, que la cotidianeidad de los secuestros que ya estamos habitualmente sufriendo en el país.
Como el Lector apreciará, cualquiera de estas hipótesis, y otras que la imaginación pueda elaborar, se construyen a partir del desconcierto, la carencia de información cabal y la expectación que una situación así provoca en una sociedad que preferiría que casos como este aparezcan en sus lecturas veraniegas, y no en los noticieros de televisión. Ni en este Diario.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho