“Siento, luego existo”, de Juan Casassus es una publicación clave para comprender los complejos tiempos que vivimos y cómo a través de la educación se puede producir un cambio profundo (por Mario Rodríguez Órdenes)

La fecunda vida intelectual de Juan Casassus Gutiérrez se ha orientado a la filosofía, sociología y educación. En “Siento, luego existo” (UAH Ediciones, 2022) examina treinta años de investigación de las emociones desde la filosofía, las neurociencias y la psicología, para mostrarnos que las emociones son cognitivas y que cada persona las va construyendo a través de su experiencia vital.
El mundo del racionalismo tan propio del siglo XIX y XX está cediendo a paso acelerado al mundo de las emociones, que participan en nuestras vidas para protegernos, abordar problemas y darles sentido. La educación nos orienta en ese camino, que abre perspectivas que antes, en el mundo racional, se dejaban de lado. “Somos seres fundamentalmente emocionales”, precisa Juan Casassus, durante la conversación con Diario Talca. Actualmente es académico de la Universidad Alberto Hurtado y director de la Fundación Escuela Emocional.
Juan Casassus Gutiérrez (Santiago, 1943) es fundador de la Escuela de Educación Emocional. Se ha dedicado a explorar la naturaleza de la conducta y las interacciones humanas, desde la perspectiva del mundo emocional. En esta exploración ha desarrollado desde 1998 la educación emocional y el enfoque de la Conciencia Emociona y la Comprensión Emocional (CECE). El fundamento de la CECE es la comprensión del papel que tiene la energía emocional en sus interacciones con la mente y cómo ésta impulsa a la acción.
En su trabajo reconoce la influencia de sus maestros John Dunne, Thich Nhat Hanh, Marshall Rosenberg y Eric Baret. Casassus es filósofo de la Universidad de Notre Dame, Estados Unidos; sociólogo de la Universidad Católica de Santiago de Chile y doctor en sociología de la educación de la Universidad René Descartes de París. Entre su vasta obra destacamos: “La Escuela y la (des) igualdad” (LOM, 2003), “Camino en la oscuridad” (Debate, 2013) y “Educación / Escritor críticos” (Fondo Editorial UMCE, 2016).
Juan, tras la pandemia ha quedado en evidencia la fragilidad de la vida.
“Un efecto relevante de la pandemia ha sido que hemos tenido que vivir en un contexto más restringido, con mucho menos libertad y acompañado de penurias económicas y tensiones en la convivencia. No estábamos preparados psicológicamente para vivir así, y por lo tanto se ha acumulado mucho estrés, temores de infección, con manifestaciones de ansiedad, depresión y otras experiencias aún más radicales. Esto ha llevado a las autoridades de todo el mundo en el campo de la educación y la salud a preocuparse de cómo enfrentar los temas emocionales asociados a la salud mental”.
¿Seguimos viviendo de espalda al mundo emocional?
“La situación post pandemia (aunque aún no estamos liberados de ella) ha puesto en relieve el tema de las emociones. Lo vemos especialmente en el tema de la educación donde existe un proyecto de ley en trámite que asocia la educación emocional a la educación integral. Estas son noticias positivas, pero aún no es reconocido el papel de las emociones en la vida humana. Después de todo, son más de 2500 años de tradición en los que se ha anatemizado a las emociones. Las emociones han sido vistas como la dimensión animal de los humanos, dimensión que tiene que ser controlada y reprimida por la dimensión ‘racional’ del ser humano. Afortunadamente, hoy se ha avanzado mucho en la investigación acerca de las emociones y considerar las emociones se ha vuelto más accesible. Sin embargo, van a pasar muchos años antes de que el público en general pueda acceder al verdadero rol de las emociones en nuestras vidas. Hoy el tema emocional está más presente, pero desafortunadamente hay demasiados mitos en nuestra comprensión de ellas”.
¿A qué mitos se refiere?
“Me refiero a temas que aún hay gente que cree que hay emociones positivas y sobre todo emociones negativas, a que están insertas en nuestros genes y que por lo tanto son innatas, y controlan nuestras vidas, y no podemos hacer nada al respecto, sino tratar de controlarlas; a que la gente piensa que son irracionales, cuando si se examina de cerca, son más racionales que el pensamiento. Y así podría continuar identificando los mitos que nos tienen atrapados en creencias acerca de las emociones que son muy dañinas”.
¿Por qué ha producido tanto daño no preocuparse de las emociones?
“La mente humana tiene dos funciones: sentir emociones y tener pensamientos para conocer y actuar en el mundo. El desconocer las emociones nos limita nuestra manera de conocer y actuar en el mundo. Por los mitos que hay acerca de las emociones, (negativas, irracionales, etcétera) nos hemos limitado en nuestra manera de estar en el mundo. Por ejemplo, si crees que hay emociones negativas, como digamos el miedo, y estás de acuerdo con las consignas de que no hay que tener miedo y que hay que pensar positivamente, te estás poniendo en peligro, porque niegas lo que te está ocurriendo y aquello que hace que sientas lo que sientes. Específicamente, el miedo es una gran emoción que es una señal que te está diciendo que hay un peligro y que tienes que hacer algo al respecto. ¿Te fijas? No preocuparse de las emociones es no querer reconocer lo que está ocurriendo en la realidad”.
Las dramáticas experiencias vividas por la humanidad en el siglo XX, como lo fueron las guerras mundiales y las tragedias de Hiroshima y Nagasaki, ¿no fueron suficientes para lograr el gran viraje que necesitamos?
“El tema emocional no es algo marginal, sino que es algo que está en el centro de la vida humana, y es algo muy complejo. No son algo banal. Lo que demostró el siglo XX era que es muy peligroso centrarse solo en la racionalidad propia del pensamiento, y no en la racionalidad propia de las emociones. Al inicio del siglo XX se hablaba de que ese sería el gran siglo de la racionalidad (del pensamiento) y bien describes la irracionalidad de lo que ocurrió. Pero lo que ocurrió, fue una realidad de una intensidad emocional enorme. Y si quieres profundizar un poco, lo de Hiroshima y Nagasaki está muy ligado al mundo emocional. Por lo que dicen los historiadores, la emoción de la vergüenza es muy muy importante en la cultura japonesa. Por ello, a pesar de que había mucha evidencia de que ellos habían perdido la guerra, por la emoción de la vergüenza, no se podían rendir. Tuvo que ocurre el desastre de que cayeran las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki para que las autoridades japonesas se rindieran”.
Juan, ¿por qué el cambio radical pasa por la Escuela?
“Hay muchas razones, pero desde mi punto de vista, la más importante es que el cerebro de los humanos es algo en construcción. No nacimos con un cerebro pequeño. Nacimos con un cerebro en formación y aunque ello dura toda la vida, estamos particularmente abiertos a conocer el mundo desde que nacimos, pasando por el periodo pre escolar hasta la adolescencia. La formación, la educación de la mente (y del cerebro) que es la tarea principal de la educación (pero que se ha dejado de lado) es el proceso mediante el cual hacemos un modelo del mundo y es a partir de ese modelo, que actuamos en la realidad. Entonces, si queremos tener una idea de quiénes somos, y cómo conocemos, de manera que sea funcional con la preservación de nuestras vidas, incluyendo en ello el soporte de la vida que es el planeta, es principalmente en la educación donde se hace eso. Si la educación no lo hace, de esto se harán cargo otras instancias como son, por ejemplo, las redes sociales”.
Usted desde los años 90′ del siglo pasado viene investigando el proceso y habla acerca de la matriz profunda que puede permitir los cambios y que denomina clima emocional del aula. ¿Qué es lo que permite el clima emocional del aula?
“Si, el clima emocional del aula es lo que resulta del sistema de relaciones entre los alumnos, entre los alumnos y las/los profesores, y lo que le ocurre a cada uno en estas interacciones. Un clima donde existen vínculos que se nutren cotidianamente, hace que las y los estudiantes se sientan reconocidos y aceptados. Con ello se desmantelan las posturas defensivas, se genera seguridad y apertura al aprendizaje. Una persona instalada en la defensiva no está abierta al aprendizaje”.
La reforma educacional que atraviesa la educación chilena, ¿va orientada en ese sentido?
“Las reformas educacionales chilenas de los últimos 30 años han incluido una dimensión transversal y una disciplinaria. Sin embargo, la dimensión transversal que últimamente ha incluido algo de emociones, ha sido dejada de lado, en favor de las disciplinas. Especialmente por el SIMCE que se concentrado en estas últimas. Recientemente, se han incluido cuestionarios de clima emocional en el SIMCE. Esto es un avance. Y como mencionamos antes, la administración actual ha estado hablando de la importancia de lo que ellos llaman lo socioemocional. Desde mi punto de vista, este es un avance, pero un avance que tiene peligros, pues la teoría que subyace lo ‘socioemocional’ es una perspectiva conductista, que está basada en principios científicos superados por la investigación contemporánea, que vehicula los mitos mencionados antes, y que tiene como objetivo pedagógico (no declarado) controlar la conducta de los alumnos (pero ello tampoco se va a lograr porque los supuestos están errados)”.
¿Qué aportes ha podido hacer la Fundación Escuela Emocional?
“La Escuela de Educación Emocional ha hecho muchos aportes. Por ejemplo, hemos formado mucha gente, tanto a nivel de magister, y de diplomado online como el que hacemos actualmente en la Universidad Alberto Hurtado. Como Fundación trabajamos desde hace años en todo tipo de escuelas, hemos desarrollado el método CECE (Conciencia Emocional y Comprensión Emocional) que es el marco teórico del proyecto de ley de Educación integral y Educación Emocional”.
Esta comprensión del mundo emocional la tuvieron en un momento los antiguos profesores normalistas. Los profesores que ahora se están formando en las universidades, ¿tienen comprensión de la importancia de las emociones?
“Nuestra comprensión del mundo emocional es una visión que le es propia a los humanos. Por lo que he podido conversar con los profesores normalistas, ellos están muy imbuidos del espíritu humanista, aunque no necesariamente, tienen una comprensión teórica del tema. Y respecto a la segunda parte de la pregunta, me temo que no es el caso. En algunas universidades se ha empezado a considerar el tema, pero salvo en aquellas que mi equipo hace clases, la manera de enseñar el tema sigue la tradición conductista que ya ha sido superada”.
El camino para los grandes cambios es largo. ¿Qué podemos visualizar a corto plazo?
“Bueno, el camino para los grandes cambios a veces es largo, pero no siempre. Por ejemplo, el movimiento feminista, que tiene una trayectoria relativamente corta en Chile, ha estado produciendo grandes cambios en poco tiempo. En el caso de las emociones, esto puede ser largo o corto. Esto va a depender del conocimiento y convencimiento que tengan las autoridades. Desde el más alto nivel hasta el nivel de los directivos en las escuelas. Si ello ocurre, esto podría resultar en corto plazo. Pero, en términos generales me temo que las prioridades de la actual administración están en otro lugar, y también, creo que los mitos están muy arraigados. Pero en términos específicos, puesto que el tema de las emociones está presente en el discurso de la administración actual, bien podría ser que un DAEM (o DEM) se decida hacerlo, ello se puede hacer en el corto plazo. Veamos si se puede juntar la suficiencia energía y coraje para que se produzcan los cambios”.
La nueva Constitución, en lo relativo a la educación, tiene que considerar el mundo emocional como determinante. ¿Qué debería incluir en sus normas para ir en ese rumbo?
“Yo diría que la Constitución no se hace en un vacío existencial. Vivimos un periodo donde la Inteligencia Artificial está dominando y apoderándose de la vida humana y eso me parece que es imparable. Resulta que las maquinas (robots, computadoras, etcétera) no sienten, son binarias, y consecuentemente no tienen emociones. Los humanos somos los únicos que tenemos emociones. Entonces, una Constitución es un documento que regula la convivencia de los humanos debe considerar la preservación de las sociedades humanas y para ello proveer una educación integral. Una educación integral no es una suma de disciplinas, sino una integración de lo humano. Esto es una educación de mente y cuerpo, y vimos que lo que contiene la mente son dos cosas: emociones y pensamientos”.
¿Qué puede hacer un profesor del Maule, que está en un colegio rural para alcanzar el clima emocional del aula que se requiere para los grandes cambios?
“Dos cosas. Una que defienda su humanidad en la relación con su trabajo y sus alumnos, y que se forme, ojalá en la teoría constructivista de las emociones y en la metodología CECE”.
¿Tiene confianza en que vendrán tiempos mejores?
“O vienen tiempos mejores, o no estaremos por mucho más tiempo en el planeta”.
