En “Aventuras de un testigo privilegiado”, Orlando Sáenz revisa una larga vida. “Lo que me hizo apartarme del régimen militar fue la consolidación de la dictadura personal de Pinochet, el problema de los derechos humanos y la implantación del tratamiento de choque en la economía”, precisa (Mario Rodríguez Órdenes. Fotografía: Edison Araya=)
De brillante dirigente estudiantil de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica, Orlando Sáenz Rojas (1936) paulatinamente se fue convirtiendo en una figura clave en un momento muy complejo de la historia de Chile. Los años de la Unidad Popular, en que Chile se fue polarizando a un extremo que llevaría al quiebre social, y en definitiva, a una tragedia colectiva todavía no superada. En “Aventuras de un testigo privilegiado” (Erasmo Ediciones, 2023), Sáenz recorre un largo caminar, que interesará a quienes deseen profundizar en la historia de Chile reciente.
Don Orlando, se acaban de cumplir 50 años del golpe militar de 1973. ¿En ese momento había alguna alternativa?
“Desde fines del verano de 1973, ya no quedó otra alternativa. Y así llegó el muy voceado golpe militar del 11 de septiembre de 1973, cuyo episodio más trágico fue el suicidio del mandatario. Todo ese período para mí estuvo envuelto en una febril actividad, pero también de un continuo choque de sentimientos. Me alegraba el éxito que estábamos logrando con la destrucción de la alternativa totalitaria marxista para nuestra querida patria, pero me dolía el ocaso de nuestra democracia y las tragedias personales que acompañarían el doloroso tránsito. En particular me acongojó la dramática muerte de Salvador Allende, con el que había compartido muchos episodios”.
¿Por qué cree que se radicalizó tanto la situación?
“Porque el gobierno de Allende no escuchó lo que la ciudadanía le había dicho claramente con el paro de octubre y continuó adelante con su programa como si nada hubiera pasado”.
Desde la Sofofa, ¿siempre tuvo una postura tan opuesta a Allende?
“Ese período tan complejo lo divido en tres etapas. La primera la llamo período defensivo y de diagnóstico y va desde el 2 de junio de 1971 a la reunión secreta de principios de septiembre de 1971. El segundo de esos lapsos es el que llamo La Guerra y cubre desde septiembre de 1971 hasta el gran paro nacional de octubre de 1972. El tercer período es el que identifico como La Agonía y va desde mediados de noviembre de 1972 (fecha de término del gran paro de octubre) hasta la caída del régimen de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973”.
Y su propia postura, ¿en qué momento se radicalizó?
“Mi postura se radicalizó a principios de septiembre de 1971, cuando tuve las pruebas de que el gobierno no pretendía otra cosa que implantar la dictadura del proletariado. Pero en el período defensivo y de diagnóstico tuvimos una postura muy clara”.
¿En qué consistía?
“Consistía en reconocerle al régimen de Salvador Allende el derecho a desarrollar un programa de Gobierno que había ofrecido al pueblo como candidato a la presidencia y que estaba muy difundido en el folleto llamado de las 40 medidas, el que circulaba por todas partes. No solo debíamos reconocer ese derecho, sino que deberíamos ayudar al gobierno a implementarlo, puesto que era parte de un mandato legítimamente aprobado según nuestra institucionalidad. Pero esa política se mantendría únicamente hasta que tuviéramos pruebas suficientes y certeras de que las intenciones del régimen eran otras y enfocaban en implementar en Chile el modelo de dictadura a la cubana. Mis críticos llamaban a eso la prueba de la blancura de Sáenz y la repudiaban por considerarla una pérdida de tiempo. Yo pensaba igual, pero consideraba que el juicio a priori no correspondía y que era necesario demostrarlo antes de declarar una oposición cerrada”.
¿Qué esperaba después del 11 de septiembre de 1973?
“Esperaba el cumplimiento del programa inicial del movimiento militar que preveía un plazo máximo de tres años y nunca la dictadura sin término de Pinochet”.
¿Qué razones lo hacen apartarse del régimen militar?
“Lo que me hizo apartarme del régimen militar fue la consolidación de la dictadura personal de Pinochet, el problema de los derechos humanos y la implantación del tratamiento de choque en la economía. Así fue como en junio de 1974, me convertí en un ciudadano como cualquier otro con la diferencia de que comencé a criticar públicamente algunos aspectos del gobierno hasta el límite de mi discreción, cosa que hice mediante columnas regulares en publicaciones que todavía podían circular en el país”.
Pinochet le pide que no abandone el gobierno, ¿qué razones le dio y que le respondió usted?
“Pinochet no sabía la profundidad de mis razones para apartarme y entonces creía que era una simple rabieta mía. Yo le di las razones que antes señalé”.
¿Por qué señala que Allende fue una persona difícil de juzgar?
“Allende era una persona difícil de juzgar porque, desde el punto de vista de mi ética era un villano, pero desde el punto de vista de la ética marxista, podía ser un gran prócer”.
¿En qué circunstancias conoce a Miria Contreras, la “Payita”?
“En 1960 después de egresar de la Escuela de Ingeniería Civil de la Universidad Católica. Pretendía dedicarme de lleno a terminar mi memoria de título durante 1960. Pero como el hombre propone y Dios dispone el profesor jefe de mi memoria me urgió para que trabajara con él en Ropert Ingenieros. La sociedad tenía un pequeño taller de estructura metálicas en Quilicura y la sede central se hallaba en uno de los edificios laterales del Banco de Chile, en un quinto piso. Esa oficina disponía de un privado, una pequeña secretaria y un amplio recinto donde estaba mi escritorio… Por supuesto que el privado lo ocupaba don Enrique Ropert y la secretaría estaba a cargo de su esposa Miria Contreras, a la que todo el mundo llama ‘Payita’…”.
¿Lo impactó Payita?
“Era una mujer de 33 años, mucho menor que su esposo y dueña de una avasalladora personalidad. No era tan bonita como atractiva. En ese tiempo yo estaba de novio con Liliana, quien solía pasar a buscarme al final de la tarde. En una de esas visitas conoció a la ‘Payita’ y le debe haber caído muy bien, porque se encariñó con ella y lo demostró haciéndonos un regalo de matrimonio completamente desproporcionado hacia alguien que llevaba apenas un par de meses en su empresa como subalterno. Al regresar de nuestra luna de miel, nos enteramos que el matrimonio Ropert había decidido irse a vivir a Francia. El cambio me desilusionó, porque mi nuevo patrón no tenía la envergadura profesional de su hermano mayor. Hasta que renuncié en agosto de 1961 para aceptar una oferta de Maestranza Cerrillos Limitada”.
Entiendo que durante años poco supo de la Payita…
“Pasaron nueve años de muy intenso y satisfactorio trabajo en Maestranza Cerrillos, en el que hice una carrera muy exitosa puesto que, al terminar 1970, ya era socio gerente de la empresa. De los Ropert escuché que habían vuelto a Chile tras un par de años en Francia y, hacia el final de la década, empecé a escuchar reiterados rumores de que la ‘Payita’ se había convertido en amante del candidato presidencial, el senador Salvador Allende, quien a finales de ese año se convirtió en presidente de la República”.
Tras el crimen de Edmundo Pérez Zujovic, usted se reúne con el presidente Allende en La Moneda y, de paso, se encuentra con la “Payita”…
“En la misma tarde del crimen, fui uno de los presidentes de ramas de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) que nos enfrentamos al presidente Allende en La Moneda”.
¿Cómo encontró al presidente Allende?
“El presidente Allende estaba muy alterado y con atropellados argumentos se empeñaba en demostrarnos que su gobierno y su base política nada tenían que ver con el complot que había acabado con la vida de don Edmundo. En medio de sus argumentos, decidió mostrarnos un informe preliminar de la Policía de Investigaciones, el que daba cuenta que ya tenían pista de los extremistas que habían perpetrado el atentado. Con ese objetivo, apretó un timbre de su escritorio y entró a su oficina la ‘Payita’ portando el documento solicitado. Ella paseó tranquilamente la vista por sobre todos nosotros y, sin dar la menor señal de reconocimiento, se retiró después de entregarnos copias del famoso informe que, naturalmente, pretendía dejar sin fundamentos nuestras airadas protestas”.
¿Lo sorprendió que no lo haya reconocido en La Moneda?
“Al día siguiente, al llegar a la Sofofa, mi secretaria Alicia Midleton me hizo saber que la secretaria del presidente de la República, había llamado dos veces, porque necesitaba hablar conmigo y había dejado un número privado para que la ubicáramos. Por cierto que la llamé de inmediato para oírla decir: ‘Discúlpame por no haberte reconocido ayer, pero me pareció que habría sido embarazoso para los dos. Pero quiero que sepas que soy tu amiga de siempre y que me encantaría poder almorzar contigo hoy día, en mi oficina’. Por supuesto que acepté y verdaderamente creo que compartí un bocado con ella en una oficina adjunta a la presidencial y dudo mucho que Salvador Allende lo hubiera sabido. En ese encuentro, acordamos de mantenernos en contacto en caso de que cualquiera de los dos lo estimara aconsejable. En la conversación me contó cómo había conocido a don Salvador y cómo había aprendido a admirarlo y amarlo”.
El proceso constitucional que ha vivido Chile ha sido muy complejo. ¿Qué explica esa incapacidad para ponernos de acuerdo?
“Hoy día no existen posibilidades de acuerdo entre todos los chilenos porque una parte considerable del país se atiene a intransables ideales revolucionarios y todo el resto está dispuesto a hacer eso imposible”.
¿Qué camino queda para superar las grandes diferencias que existen en el país?
“Lo que le queda a Chile para superar esas grandes diferencias es un largo proceso de reeducación que erradique las ideas trasnochadas del marxismo”.
¿Como califica el momento que vive el país?
“Lo calificó como un momento extremadamente delicado”.
¿Cómo considera que lo está haciendo el gobierno del presidente Boric?
“El gobierno de Boric es, por muy lejos, el peor que se haya establecido en Chile”.
¿Cuál cree que es el principal desafío que tiene Chile en la actualidad?
“El principal desafío inmediato de Chile es evitar que el país se termine de desvencijar durante el plazo de gobierno que le queda a Boric”.
Siendo un cultor del ajedrez, ¿cómo fue su sorpresa al conocer a Robert Fischer, en 1966, y que le dijera que sería el próximo campeón del mundo?
“Lo creí una afirmación producto de la fanfarronería. No me la tomé en serio en ese momento. Sucedió en una visita a Sarajevo donde me alojaron en un hotel llamado Europa. El inmueble estaba completamente desocupado, pero con todo su personal funcionando. Una noche en que me quedé a comer allí, sólo había tres mesas ocupadas en el amplio comedor: la de un desgarbado norteamericano, la de una pareja que supe que era de cineastas y la mía”.
Ese gringo desgarbado era Robert Fischer…
“Efectivamente. A la mañana siguiente estaba sentado en el lobby. De repente alcé la vista para enfrentar al norteamericano del comedor de la noche anterior, el que con algo de perentoriedad me preguntó sobre la materia que trataba el libro que tenía en mis manos. Esa consulta generó una conversación. ‘Soy ajedrecista y el próximo año seré campeón del mundo’. Esa fue la despampanante afirmación con que se presentó e inició el diálogo… Más tarde preguntando, me comentaron que ese gringo era un ajedrecista estadounidense que había sido invitado a Sarajevo. Y efectivamente era Robert Fischer que fue campeón del mundo. Durante la breve conversación me preguntó si Valparaíso estaba en Chile, cosa que le interesaba saber porque una vez, preguntándole a su madre quién había sido su padre, ella le respondió vagamente que un marino de Valparaíso, de modo que él podría tener algo de chileno”.
Don Orlando, ¿en qué momento de la vida se encuentra?
“Estoy en una etapa en que quiero rememorar mi vida, porque me queda muy poco y porque quiero dejar una herencia de lo que he sido testigo. Los 50 años son una oportunidad de trasmitir una verdad. Mi verdad. Ojalá mis compatriotas, todos mis compatriotas, todos los que puedan, conozcan la verdad, conozcan la verdad de unos ojos que tratan de ser muy imparciales. Yo cuento lo que vi, lo que oí, lo que ocurrió”.