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Para revalorizar el trabajo

He pensado últimamente en lo que significa trabajar. Pandémicamente, puedo decir que he vivido un periodo de trabajo laboral con horario formal de oficina, también he vivido temporadas sin horario, ni ningún tipo de actividades, y otra con horarios y labores independientes. Hoy tras esos tres escenarios pienso en el trabajo y el tiempo implicado.

Me han llamado la atención juicios respecto a algunos oficios, que dicen que tal persona no quiere trabajar bajo al argumento de que no lo necesita hacer, aludiendo a que el IFE, los bonos del Estado más los retiros de los porcentajes de las AFP, permiten a la gente vivir sin tener que salir a trabajar. Ok. Será así o no, lo importante es pensar que quizás muchos han tenido la posibilidad de cultivar el tiempo de otra manera.

Considerando el aspecto de la salud mental, podemos pensar preguntas claves como la cantidad de horas que destinamos a diario para realizar nuestras actividades, o si acaso estamos ganando el tiempo o lo estamos perdiendo. Si pensamos en que lo estamos ganando es porque nuestro trabajo nos hace sentido, y si pensamos en que lo estamos perdiendo, quizás sea bueno replantear las actividades realizadas.

Si acaso tenemos la posibilidad de cuestionar las ocupaciones, si acaso el colchón financiero actual permitiese dicho escenario, se validaría la reflexión respecto a si nuestro trabajo nos hace sentido o no. Entendámoslo así.

Las semblanzas al deconstruccionismo hacen pensar en la relación de un elemento y su significado, lo que necesariamente produce una separación de ellos. Esa separación descompone el estudio y reflexión de un objeto para comprenderlo desde sus partes, permitiendo posteriormente, y no necesariamente siempre, una recomposición de tal objeto.

Estas ideas las veo mencionadas en muchas áreas. Lo observo. Oigo el término “deconstrucción” o “deconstruirse” en muchas personas y pues, pareciera que hoy todo se deconstruye. Todo se desarma para volver a armarse. La idea del trabajo también se puede deconstruir.

Al hacerlo podemos pensar que el trabajo ha sido considerado como una forma de dignidad humana. Ha sido considerado como una forma de realización personal. También como una manera de asentarse en la vida y establecerse; valores de antaño. Hoy en que pareciera que el barco va más a la deriva, producto de las incertidumbres que genera la tecnología quizás, sabemos que la dignidad reside más en las personas en sí, que en las actividades que ellas realizan. Desde este argumento podríamos pensar que el trabajo se concibe mayormente como un medio práctico para solventar nuestras vidas y no tanto una forma de éxito.

La realización personal incluso, podemos pensarla desde aspectos psicoemocionales, espirituales que se alejan del ejercicio del trabajo, en la aproximación de que solo disfrutando de aquello que hacemos nos colmamos de sentido. Esto muchas veces conlleva un sacrifico desde el ámbito financiero. Es una por otra. Pero bien sabemos que los privilegios existen y cada quien con los suyos, no hay por qué entrar en esos temas. Pero sí, vale decir, que nos colmamos de sentido con la voluntad y posibilidad de encontrar una ocupación que nos permita vivir y que además nos guste. El trabajo al tener sentido se resignifica, se revaloriza incluso.

La motivación, gran efervescente de la voluntad, emana de nuestras fuerzas y el despertador deja de ser un taladro.

¿No es acaso ese el sueño que se nos promueve de niños? Ser felices.

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