Una fotografía ilustra parte de la memoria colectiva de una localidad, de una ciudad, de un país. Tomar una fotografía es congelar un instante, la realidad del momento. Esa imagen del presente, en un futuro ayuda a los historiadores a interpretar y entender nuestra sociedad. De este modo, la fotografía, que es un testimonio visual, se convierte en documento histórico. Gracias a él, podemos comprender una época determinada y recomponer gráficamente un pasado a través de sus personajes, modas o costumbres.
Contar con este material gráfico permite al visitante del museo, recrear la mirada que subyace en Huilquilemu. Esta mirada o miradas, retenidas por un lente silencioso y observador de la vida cotidiana de un joven, que captó y conservó con esmero escenas notables de los acontecimientos vividos por la comunidad. ¿Quién fue este fotógrafo? Su nombre, Héctor René Aravena, quien había llegado desde niño al lugar y desempeñó durante años distintas funciones en el fundo Huilquilemu. Hoy, don René, ya tiene avanzada edad. Pero es invaluable cómo quiso resguardar la memoria histórica local, atesorada durante años en sus archivos personales, hasta que hizo entrega del rico material, al archivo del Museo y Villa Cultural Huilquilemu de la Universidad Católica del Maule.
La serie de imágenes de esta exposición es un extracto que constituye verdaderos documentos, los que permiten obtener información relevante y de gran simbolismo. Ahí están las costumbres, las formas de vida, los usos, las vestimentas, la fe religiosa y celebrada, las formas del trabajo o las recreaciones expansivas. Lo que el visitante puede admirar en esta muestra, es un registro elocuente de momentos significativos –procesos sociales, económicos, fiestas, etc.–, vividos durante las décadas de los años 60 y 70 en la localidad, desde la última etapa del antiguo Fundo Huilquilemu y su entorno, pasando por la expropiación de la Reforma Agraria a doña Laura Donoso, en 1967, para finalmente concluir con la entrega de los títulos de dominio a los pequeños propietarios, quienes antes fueron inquilinos y empleados. Una muestra fresca y genuina de retratos con raigambre campesina, la que hoy sufre, por desgracia, el embate nivelador de la modernidad y la urbanización.
Cada imagen tomada tiene una historia detrás, tiene un contexto, una atmósfera que encierra sentimientos, colores, aromas, sabores, etc. Y todo ello es lo que esta exhibición fotográfica pretende traer al presente, por medio del recuerdo de quienes son parte de esas imágenes. Para don René, la fotografía fue una entretención. De sus palabras podemos deducir que esta actividad la hizo sin advertir que estaba dejando un registro histórico magnífico. Hoy, cuando el bolso del fotógrafo, con todos los implementos, permanece guardado en el taller, debemos decir con propiedad, que su labor es un testimonio gráfico del territorio. Sin duda, puede considerarse un custodio de la memoria de Huilquilemu y su gente, la que queda documentada en esta exhibición que el visitante podrá conocer en el Museo de Arte y Artesanía de Linares.
Para la diseñadora, Luz María Gutiérrez Tapia, quien tuvo la misión de rescatar las imágenes de los negativos entregados por el fotógrafo, don René “capturó luz que iluminó cada vez los instantes, las vivencias, en una impronta verdadera; la luz quemó con fidelidad el negativo, la película, conservada con cuidado para, con cuidado, después de décadas, revelar y re-presentar en imágenes, las partes de un mundo, ahora expuesto, para el asomo hacia un pasado que explica el presente encantador y misterioso en torno a la Villa Cultural Huilquilemu”.






