Iba a titular esta Columna con algo así como “… escúchanos Señor, te rogamos”, pero, al parecer, una expresión de fe como esa no sería recibida con buen ánimo por algunos de los miembros de la Convención Constitucional, cuyas sesiones se inician hoy domingo. Y, como quiero que mis solicitudes sean atendidas, prefiero recurrir a un concepto del mundo social, sindical, probablemente más cercano al gusto de muchos Convencionistas. La idea es ganar tiempo, no olvidemos que la Convención tiene 9 meses de plazo, prorrogables por 3 más, para efectuar su labor. Por eso, en cuanto se establezca la vía a través de la que se puede hacer llegar solicitudes, la mía será de las primeras. Además, con el propósito de facilitar su trámite, el listado será breve, claro y preciso. Nada de lenguaje sofisticado, elíptico ni enrevesado. Será formulado en el más riguroso castellano, la lengua que mejor domino, amén que no manejo los restantes 7 idiomas de los pueblos representados en la Convención. Y no tengo tiempo de aprenderlos, ni un traductor a mano.
Mi primera petición es que trabajen. El tiempo disponible es breve y no debieran invertirlo en discusiones sin sentido ni destino. Para eso ya tenemos el Congreso, que mucho discute y poco produce. Tampoco sería bueno establecer semanas distritales. Si la ciudadanía les eligió, es porque tiene sintonía con ellos y confía en su criterio. Sería inoficioso que destinen una semana de cada mes, para preguntar la opinión de la gente. La democracia representativa se basa en la confianza de los mandantes en el mandatario. Ya tendrá la ciudadanía la ocasión de expresar su parecer en el Plebiscito de salida.
La segunda petición tiene relación con el financiamiento. En días tan críticos para el país, con urgencias sanitarias, económicas y laborales, cada cual debiera ajustarse al presupuesto disponible. La remuneración que habrán de recibir, las asignaciones que les serán entregadas y los asesores que les serán financiados, eran datos conocidos desde antes de la elección. Probablemente es poco, pero en un panorama económico nacional de estrechez, no resulta oportuno pedir aumentos. Igual cosa en relación con las dificultades de traslado. Argumentar que las distancias son excesivas y el traslado muy oneroso es, al menos, extemporáneo. La distancia que separa Santiago de los lejanos domicilios de algunos Convencionistas era un dato conocido desde antes de su candidatura. Y ellos lo sabían.
Mi tercera petición tiene que ver con la esencia de su trabajo. La Convención fue elegida para redactar un proyecto de Constitución. Nada menos. Pero nada más. Los Convencionistas no deben legislar, ni juzgar, ni gobernar. Para eso ya tenemos un Congreso, Tribunales de Justicia y un Ejecutivo un tanto ajado, pero que sigue gobernando. No quiero que caigan en la tentación de sentirse supra-autoridades, impartiendo órdenes o haciendo exigencias más allá de su misión redactora. Esta, por sí sola, ya es compleja. No debieran distraerse con los ruidos de la calle, por estridentes que sean. La distracción podría generar un trabajo desprolijo y no sería tolerable enmendar una norma recién estrenada.
La cuarta petición de mi listado es que la Convención nos dé el ejemplo en cuanto al respeto de las normas. Si algo debieran tener claro los redactores de la Carta Fundamental de la República, es que todos debemos obediencia a la Ley, nos guste o nos desagrade. Es más, el apego a la Ley se demuestra, precisamente, en la observancia de aquellas normas con que discrepamos. Por eso, los Convencionistas debieran respetar el cuerpo jurídico bajo el cual se les eligió y encomendó esa misión. Si, al contrario, empiezan su labor sobrepasando las normas, poco podría esperarse del acatamiento popular a la Carta que pretenden redactar. Sólo si predican con el ejemplo, podrían pedirnos cumplimiento.
En resumen, Srs. Convencionistas: trabajen, no pidan más plata, cumplan con el cometido asignado y no se distraigan. Por ahora, nada más. Y nada menos.