Siempre son controversiales las interpretaciones de los hechos pretéritos, así como las valoraciones y los juicios sobre los actores y sucesos, sean estos de orden político, económico, militar o social. La historiografía al escudriñar el pasado, rehace los relatos, que corresponden, según los casos, a nuevos hallazgos, enfoques científicos y métodos. También puede haber intereses, modas o poderes en ejercicio con afán hegemónico en la conciencia pública. Nunca faltan las pretensiones de quienes ejercen el poder de acuñar un discurso oficial. Para evitar las distorsiones del pasado, al historiador se le exige la mayor independencia, la más prolija “objetividad”. Hay que atenerse a los hechos tal como ellos son. Eso requiere en el investigador despojo de un constante de prejuicios, sean ideológicos, de clase, etnia o sistema de pensamiento. Y estar atento a las inevitables interrogantes y cuestionamientos al pasado que cada generación suscita y plantea.
Roberto Hernández Cornejo, en sus investigaciones históricas, revela esa rigurosidad e independencia de la hablamos. No es él un teórico de la historiografía. Es un autodidacta inscrito en la tradición historiográfica, dedicado a esclarecer los hechos pasados de Chile, llegando al saber erudito. La Real Academia de la Historia, desde Madrid, España, lo nombra, hace ya 102 años, el 4 de noviembre de 1921, miembro “correspondiente”. Con ello, reconoce así la infatigable labor investigadora de Hernández, cuando contaba 44 años. Llevaba poco más de un lustro publicando crónicas históricas en el diario “La Unión” de Valparaíso, al mismo tiempo que conducía la Biblioteca Pública Santiago Severin.
El trabajo con los vestigios y las fuentes, para establecer los hechos remotos, exige el cotejo constante y la verificación. El investigador no puede quedarse con solo un documento, versión o testimonio. Para desmitificar hay que contrastar, cerciorarse, confrontar vestigios, que incluso pueden ser contradictorios, o que hayan sido cuidadosamente manipulados. El historiador hace su labor, recreándonos el pasado ido, constatado la verdad de los hechos ocurridos hasta los límites de la investigación posible. De ahí que el conocimiento historiográfico jamás sea inamovible. Los estudios sucesivos de nuevos investigadores enriquecen, aclaran cuestiones disputadas, complementan, adoptan acentos, rectificaciones, o nuevas interpretaciones que aportan al conocimiento histórico.
Roberto Hernández sostuvo por las páginas de “La Unión” de Valparaíso, durante varios años, una polémica histórica que reúne y publicada en el libro “O´Higgins y Carrera en la Batalla de Rancagua” (1944). En plena controversia define la labor historiográfica y la ilustra con Diego Barros Arana. A toda discusión histórica, corresponde el establecer los hechos y evitar las ficciones, “tal como lo hace Barros Arana, basándose en documentación inamovible”, sostiene.
Más tarde, Hernández en “Alrededor de Medina” (1952), interesante y extenso artículo acerca de José Toribio Medina, vuelve sobre el punto. Esta vez, reflexiona sobre el estudio de la historia, al comentar el epílogo con que Barros Arana remató con el tomo XVI, el último tomo de su “Historia general”: “el autor –dice- no tuvo jamás la creencia en la solidez granítica de su obra, como ahora se dice. Por el contrario, expresa allí que la historia está destinada a rehacerse constantemente. Cada edad busca en ella una enseñanza que corresponda a las nuevas ideas y a las nuevas aspiraciones; y, de allí, según Barros Arana, la necesidad de reconstruirla, adaptándola a la necesidad”, concluye.
Roberto Hernández muestra, entonces, que el estudio de la historia es dinámico. No constituye una doctrina “granítica”. Por el contrario, la historiografía está en permanente revisión, evolución y desarrollo. El conocimiento historiográfico, por consiguiente, se rehace y adapta siempre conforme a la verdad histórica y las necesidades de los tiempos. En este sentido, la historia se rehace una y otra vez. Pues cada generación posee ideas y aspiraciones de compresión y nuevas son las realidades y necesidades que afronta. Para la enseñanza, vienen otras preguntas y búsquedas hacia el pasado remoto o reciente.
En Roberto Hernández los relatos de la historia, tanto en la prensa escrita, como en libros, obedecen a enfoques originales, donde realza asuntos olvidados o dejados al margen a propósito. Cuenta en forma viva hechos significativos, en los que fue maestro y difusor. Con nuevas búsquedas e investigaciones, y al “rehacer” así la historia, enriqueció y divulgó nuestra historiografía nacional.
Horacio Hernández Anguita
Fundación Roberto Hernández Cornejo