
En 1870, el minero nortino José Bruno González Vallejo, oriundo de Vallenar, edificó esta imponente construcción de adobe tendido, tejas, vigas y columnas de roble, y un parque contiguo de especies exóticas, que lleva el sello de la tradicional casa chilena de campo de los siglos XVII, XVIII y XIX. Organizada en torno a patios y largos corredores que circundan la casona, conectando las diversas dependencias y servicios, a salas o salones y dormitorios. La construcción posee la belleza de formas simples, amplitud y proporcionalidad. Los muros son fortalezas que han resistido sismos hasta hoy.
Desde 1892, el fundo y casona de Huilquilemu pasaron a manos de José Joaquín Donoso Cruz, cuya descendencia mantuvo dominio hasta 1966, año en que fue expropiada por la Corporación de Reforma Agraria (CORA). Desde entonces la casona quedó destinada para oficinas de la CORA y bodegas. Años más tarde y con un deterioro evidente por falta de mantención y cuidado de la propiedad, fue transferida a la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Según consta en documentación del archivo histórico del museo de la Villa Cultural Huilquilemu, el 31 de octubre de 1974 el Honorable Consejo de la Corporación de la Reforma Agraria, por acuerdo N° 3963 de la fecha indicada, “aprobó la transferencia a título oneroso a la Universidad Católica de Chile, Sede Regional del Maule de 5,4 hectáreas físicas, ubicadas en el predio denominado Resto del Fundo Huilquilemu, de la Provincia de Talca, Departamento de Talca, comuna de Talca…”.
A partir de 1974, se ponen las bases del proyecto de extensión “Villa Cultural Huilquilemu”, liderado por Hernán Correa de la Cerda, que en aquella época era el Director de la Sede Talca de la Pontificia Universidad Católica. Correa de la Cerda no descansó hasta hacer de este espacio lo que él soñó: “Convertirlo en un lugar de encuentro del hombre con la naturaleza, la cultura, las artes, las ciencias y Dios”. Por ello, el mismo año se iniciaron los trabajos para restaurar la casona. Esta labor fue realizada con el aporte de muchos particulares y de entidades públicas y privadas. Desde el año 1975 en adelante la propiedad fue recuperando su aspecto. Se trabajó en los patios, se hicieron rescates con la técnica del adobe, se construyó la pérgola, se plantaron los naranjos, se hizo el escenario al aire libre al interior del parque, se dio vida al museo de arte religioso y de artesanía, entre muchas otras obras, que permanecen hasta el día de hoy.
Las ideas principales del sueño de Hernán Correa están consignadas en un documento escrito por su puño y letra, el año 1975, titulado “Huilquilemu, voluntad de ser” (ver recuadro).
Desde ese tiempo han transcurrido 48 años. La conserva la Universidad Católica del Maule como centro cultural y museo, como lugar de encuentro con la comunidad y cultivo de las tradiciones del Valle Central de Chile. En Huilquilemu se dan cita la herencia cultural, la historia, el folclor y otros aspectos que según el poeta maulino, Matías Rafide constituyen “símbolos vigentes de un pueblo o de una zona o nación”.
Hasta antes del terremoto de 2010, la Villa Cultural Huilquilemu lucía completamente remozada y contaba con un nutrido programa de actividades y visitas. Todo ello se vio paralizado por los trabajos de emergencia post terremoto que fue necesario hacer para salvar la casa y las colecciones del museo. Estas últimas son de arte religioso, pinturas, imágenes, objetos y textiles litúrgicos; artesanía costumbrista, muebles de época y manifestaciones de la piedad popular. Posee también una Biblioteca Pública que cuenta con 8000 volúmenes. Destaca el Fondo Literario del Maule “Manuel Francisco Mesa Seco”, que reúne obras de autores locales y artistas de la región. Desde el año 2017 la biblioteca realiza su labor cultural y de servicio a los lectores y lugareños en la sede vecinal de la localidad. Para ello, la Universidad Católica del Maule y la Nueva Junta de Vecinos Huilquilemu, ubicada en Esquina Mocha s/n, firmaron un convenio que permitirá su funcionamiento en ese lugar hasta que la Villa Cultural sea restaurada.
Por otra parte, mientras las puertas de la Villa Cultural permanecen cerradas al público y solo se abren en ocasiones excepcionales, el trabajo en su interior no ha cesado. Actualmente, se trabaja en la conservación preventiva y en el estudio de las colecciones del museo. Estas son labores que se realizan de manera silenciosa y oculta. Se seguirán haciendo porque la razón de ser de todo museo, es resguardar todo aquello que es de la comunidad y que tiene un valor incalculable.
Como puede ver el lector a 48 años del sueño de un hombre, la voluntad de ser de Huilquilemu se mantiene intacta y nos invita a seguir luchando, hasta ver recuperado este espacio que pertenece a todos los maulinos, quienes en su conjunto, son conscientes de poseer un bien patrimonial invaluable y único, que corresponde a la memoria e identidad de la Región del Maule.
Huilquilemu, voluntad de ser
Hernán Correa de la Cerda, 1975
Hay un lugar en la Villa de San Agustín de Talca, en el camino a San Clemente, con un bosque, una casa colonial, una escuela.
Allí la Universidad Católica está gestando una Villa Cultural donde al visitante le sea más fácil reconciliarse con la naturaleza, con las cosas, con Dios.
Pasear por el parque, instalarse con la familia o con amigos a compartir una mesa o probar un vino, oír un concierto entre los árboles o en una sala, contribuye, sin duda a poner a tono el espíritu con la naturaleza.
Hurguetear entre los objetos artesanales que allí se exhibirán, conversar con los artesanos, escuchar sus sencillas y a la vez profundas lecciones, encontrar entre gredas, mimbres, tejidos, maderas talladas, y los símbolos religiosos hechos con belleza y amor, ayudan a vincularse correctamente con las cosas, como producto del trabajo directo del hombre.
Participar en seminarios, ciclos culturales, hacer o contemplar teatro, nos hace más responsables, más abiertos al mundo y a la historia. Entrar con silencio interior a la capilla colonial, sentir la campana, admirar un cuadro o una escultura acerca al visitante a Dios. Sentir el bullicio escolar desde un local apropiado, cercano, oír sus canciones, sirve para recordar y pensar en el futuro de Chile.
Hay una voluntad de ser que palpita entre las paredes de tierra, husmea por el bosque, se esconde en los largos corredores.
El programa depende de nosotros, si le damos cobijo o lo dejamos para mañana. El desafío está planteado.
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